Capítulo 36

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Habían pasado dos semanas desde que Alex y yo nos habíamos hecho novios, decidimos ocultarlo de los chicos hasta que por lo menos se cumpliera un mes, así que ya no nos tratabamos tan cariñosos que antes.

      —Entonces, son pareja —dijo Camil mientras comía su ensalada tranquilamente.

Estábamos en la cafetería comiendo como siempre, pero al momento que Camil dijo eso Alex y yo abrimos los ojos como platos, Alex se ahogó un poco con el agua que tomaba y yo me quedé mirando a Camil fijamente.

     —Pero, pero ¿por qué piensas eso?  —a Alex le temblaba la voz.

     —Por favor... —dijo Martin suspirando.

     —Ustedes se la pasaban abrazados y mirándose todo románticos, ahora se alejan uno del otro y cada que se ven se ponen del mismo color que un tomate —explicó Tyler.

     —Conclusión: están saliendo y no nos quieren decir —concluyó Lukas.

Alex y yo suspiramos en forma de derrota, a lo que dimos a entender que sí era cierto lo que decían; todos se nos quedaron viendo sorprendidos, pero sus expresiones pasaron de sorpresa a una de enojo.

     —¡¡PENSÉ QUE ERA TU MEJOR AMIGA!! ¿¡POR QUÉ NO ME DIJISTE!?

     —ALEX, LUKAS Y YO TE CONOCEMOS DESDE HACE AÑOS.

     —SÍ, ESO ES MUCHO TIEMPO COMO PARA TENER CONFIANZA Y DECIR ALGO TAN IMPORTANTE COMO ESTO.

     —LES CON TE QUE ME GUSTABA CAMIL CONFIANDO EN USTEDES Y NO ME DIJERON NADA DE QUE SALÍAN —gritó Tyler, Camil lo miró directamente y esta se puso roja como tomate, Tyler pensó lo que dijo y al igual que Camil se sonrojó para luego desviar la mirada.

     —No, no, no, no —negó Lukas—. ¿Ustedes también? ¿No les da vergüenza presumirnos su amor a Martin y a mí?

Camil, Tyler, Alex y yo reímos avergonzados, Martin nos juzgaba con la mirada y Lukas solo nos regañaba.

    —Ni modo, moriré solo —se rindió Martin.

    —No lo sé, si no sirve con un género prueba con el otro —Lukas miró a Martin y le guiñó un ojo, Martin se puso nervioso.

    —NI TE ATREVAS LUKAS, PREFIERO ESTAR SOLO QUE SER TU PAREJA.

Lukas hizo un gesto ofendido y se acostó en la mesa rindiéndose, todos nos reímos y seguimos comiendo, les contamos que salimos a comer a un restaurante y Alex me pidió ser su novia a lo que yo acepté, no les dijimos dónde o como se llamaba el restaurante y por lo menos a ellos no les interesó eso.

Era la hora de salida Alex y yo nos despedimos de los chicos para luego irnos caminando a la casa; él tomaba mi mano y yo la suya, era algo que siempre hacíamos, pero ahora se sentía diferente, no era un sentimiento molesto o incómodo, era uno de alegría y amor.

     —¿Hoy tienes que ir a el interrogatorio? —preguntó preocupado.

     —Sí, será después de la cita con el psicólogo —La Muerte estaba en una esquina esperando que pasáramos para seguirnos.

     —¿Cómo te va con eso?  —mire a La Muerte un momento y respondí.

     —Con el psicólogo bien y con los policías... Pues, es complicado. Me exigen que cada que vea algo detalle todo hora, cómo iba vestido el asesino, la víctima, el arma homicida, lo que hablan... —miré a otro lado—. Es difícil hacer todo eso mientras te escondes intentando salvar tu vida.

Alex apretó un poco más mi mano, para después detenerse y abrazarme; estuvimos así un buen rato, cuando nos separamos nos quedamos mirando para después besarnos. Fue un beso intenso, pasional y con deseo, nos separamos y nos sonreímos para después seguir caminando.

     —Qué asco, por esa razón ya no me junto mucho contigo —me reí a lo que dijo La Muerte.

     —¿De que te ríes, fantasmita? —preguntó Alex.

     —La Muerte nos vio —alex se sonrojó.

     —Perdón, señor Muerte, no sabía que estaba con nosotros —dijo él, apenado.

      —Si supieras que estoy con ustedes tienes que estar asustado —dijo La Muerte en un tono arrogante cosa que solo escuché  yo.

Seguimos caminando y al llegar a mi casa entramos para comer algo, Alex propuso cocinar pero le dije que lo haría yo, él dudo un poco pero aceptó.  Intentaba hacer pasta aunque se me había olvidado como hacerlo, de un momento a otro se me estaba quemando un trapo de cocina y la pasta estaba de un tono negro.

     —¿Pero que pasó? —hice un puchero y miré a Alex.

     —Se me olvidó cómo cocinar pasta —Alex se rió.

     —Para mí que se te olvidó cocinar todo —me puse las manos en la cara como señal de rendición—. Tranquila, fantasmita. Yo cocino la pasta, tu haces la ensalada y me ayudas con la carne.

Asentí con la cabeza, así hicimos. Al terminar Alex estaba feliz y yo me sentía apenada, nos fuimos a la sala para buscar una película y comer, encontramos una de ficción, estabamos concentrados en la película que la verdad no era tan mala, al terminar de comer este pasó su brazo por encima de mi hombro y de a ratos me besaba la cabeza o me hacía cariño, era algo muy tierno.

     —Perdón por hacerte cocinar —le dije algo triste.

     —No te disculpes, me gusta mucho cocinar —respondió él sin darle mucha importancia.

     —Pero me siento mal porque quería cocinar algo rico, ni siquiera sé cocinar y todo me sale mal —hice una expresión triste, me sentía algo mal por eso.

     —Hey, fantasmita —agarró mis cachetes y hizo que lo mirara—.  No te sientas mal por no saber cocinar, mientras esté contigo te cocinaré todo lo que quieras y cuando sea —me dio un pequeño beso en la frente.

     —Pero... —me interrumpió.

     —Pero nada, me gusta cocinar y si sé que vas a comer lo que voy a cocinar me hace feliz, no necesitas ser buenísima cocinando, me basta con que seas feliz cuando cocino  —abracé a Alex, lo que dijo me hizo sentir mejor.

Terminamos de ver la película y Alex tuvo que irse porque acompañaría a la mamá a hacer algunos mandados, me faltaba hora y media para ir a la cita con el psicólogo asi que decidí acostarme un rato en mi cama, al entrar en mi cuarto vi a la muerte jugar con Hate.

     —No sabía que estaba aquí —le dije.

     —Sí, es raro que esté aquí, pero igual es divertido tenerlo —me reí un poco.

Me acosté para luego ver el techo, perdida, solo pensaba en la cita del psicólogo y el interrogatorio, se me hacía algo estresante salir liberada de un lugar para luego ser destruida en otro con preguntas que me hacen sentir culpable de la muerte de personas que ni conozco.

     —Alex es muy buena persona —dijo La Muerte sacándome de mis pensamientos.

     —Sí, él es el mejor —Sonreí torpemente al recordarlo.

     —Y tú eres la peor cocinera —me levanté y lo mire molesta.

     —¡¡CÁLLATE!! —le tire una almohada la cual por obvias razones le traspasó—. Mi alimentación diaria es a base de pan, comida congelada y galletas.

     —Menos mal, porque si intentas cocinar incendias la casa —se burló de mí.

     —Inténtalo tú, idiota.

La Muerte y yo nos quedamos mirando para luego reírnos, él tenía razón, era una pésima cocinera, pero ya eso no me hacía sentir mal.

"En algún momento aprenderé a cocinar y cocinaré junto a ti, Alex".

La Amiga de la muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora