□Capítulo 19□

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Narra-___

-___... ___ despierta - escuché una voz lejana.

Abrí lentamente los ojos, encontrándome con la mirada de Cinco.

-¿Qué ocurre? - susurré sentándome en la cama y mirándolo aún medio dormida.

-Están tocando la puerta - noté como movía sus manos nervioso.

-Señorita ___, su padre lleva esperando 5 minutos a que baje, el desayuno está listo. - escuché la voz de Pogo fuera de la habitación.

Dirigí mi mirada hacia el reloj de la mesita... Las 7:05... mierda, llegaba tarde al desayuno, papá me mataría...

Agarré mi uniforme, corrí hacia el baño, y comencé a cambiarme. Cuando terminé corrí hacia el comedor, donde todos mis hermanos se encontraban sentados, tomando su desayuno.

-Lo siento papá... estaba... arreglando mi armario, la puerta se desarmó y tuve que volver a ponerl...

-No quiero excusas, Número Ocho, cállate y come. - respondió mi padre interrumpiéndome.

Decidí no decir ni una palabra más, hablar cuando Reginald Hargreeves está molesto, nunca acaba bien. Asi que simplemente me senté y comencé a comer en silencio. O al menos solo hasta que sentí una mirada sobre mí. Levanté la mirada, y encontrándome con la de Diego, quien me estaba mirando fijamente.

Le sostuve la mirada, ya había sufrido suficiente por su culpa, era el momento de demostrar toda mi dignidad, y dejar de llorar por idiotas como él. Como si me estuviera retando, él siguió mirándome serio.

Llena de ira y rabia, levanté mi mano, para poder mostrarle mi dedo corazón. Vi que, por un momento, se sorprendió, pero luego optó por mostrarme una sonrisa burlona.

Mi paciencia llegó a su límite. Me levanté apartando la silla con fuerza, recibiendo, gracias a esto, la mirada de todos mis hermanos, al igual que la de mi padre.

-Número Och... - esta vez fui yo quien le interrumpió.

-No tengo hambre - dicho esto, agarré mi plato de comida, fui con él a mi habitación mientras escuchaba los gritos de mi padre en el comedor.

-¡NO TE DI PERMISO PARA IRTE, NÚMERO OCHO!

Lo ignoré.

Cuando llegué a mi habitación, cerré la puerta con mucha fuerza, y al voltearme, vi que Cinco me miraba muy sorprendido.

-¿Está todo bien? - dijo mirándome preocupado.

-Estoy harta de todo, odio este lugar, odio vivir aquí, odio mi vida.

-Hey... oye, tranquila... todo mejorará, ¿ok? Lo prometo. - dijo mirándome con el ceño fruncido por preocupación.

Asentí con un nudo en la garganta, aunque intentara negarlo u olvidarlo, todo lo que había pasado con Diego me había destrozado psicológicamente. Me había hecho sentir demasiado insuficiente y sentía como mi autoestima estaba más baja que nunca.

Tocaron la puerta, debatí conmigo misma entre ir a abrir, o en cambio, quedarme ahí, fingiendo no haber escuchado el golpe. Pero era consciente de que si no abría, la persona que había tras esa puerta, seguiría tocando sin parar.

Esperé a que Cinco se escondiera en el armario, y tras eso, me acerqué a la puerta y la abrí.

-¿Se puede saber qué te pasa? - dijo Diego muy serio.

Le dediqué una mala mirada, ¿en serio? ¿no era obvio lo que pasaba?

-¡¿Que qué me pasa?! ¡¿En serio, Diego?! ¡¿No pensabas contármelo?!

-No sé de qué hablas - dijo esta vez, apartando la mirada.

-Te vi ayer, con aquella chica, ¿es en serio? ¿tan poco soy para ti?

Esta vez, su expresión cambió a una de sorpresa, pero luego, decidió defenderse.

-No tienes nada que reclamarme, tú fuiste igual, incluso peor.

Lo miré confundida, ¿estaba insinuando que yo había sido quién había provocado eso?

-¿Crees que soy idiota? Vi como mirabas a Cinco cuando él estaba aquí, nunca me quisiste ___, solo eres una egoísta, idiota y egocéntrica que espera que todos se enamoren de ti para después romperles el corazón y poder burlarte de ellos... pero esto no funcionó conmigo. Llegué a la conclusión de que no me mereces, nadie merece una mierda como tú.

Esta vez, no supe que responder, y aunque lo intentase, sabía que mi voz no sería capaz de salir. Aquellas palabras me habían dejado en shock, no podía creer lo que acababa de escuchar.

Le dediqué la peor mirada que pude, para después, volver a mi habitación y cerrar la puerta con fuerza.

Aunque intenté evitarlo, fue imposible aguantar mis lagrimas, las cuales empezaban a caer lentamente por mis mejillas.

Me senté en la cama, tratando de olvidar lo que acababa de ocurrir, pero segundos después, sentí unos brazos rodear mi cuerpo, e inexplicablemente, pude sentir la paz que tanto anhelaba tener.

-Tranquila ___, es un idiota, no creas nada de lo que te dijo - escuché la voz de Cinco mientras sentía como sus dedos acariciaban mi pelo muy lentamente - eres una chica increíble, él es el idiota que no sabe lo que se perdió al terminarte. Estoy seguro de que pronto superarás esto... ese idiota no merece tus lágrimas.

Escuché sus palabras mientras lágrimas caían desde mis ojos hasta mi barbilla, no estaba acostumbrada a escuchar a alguien diciéndome cosas bonitas, y aunque quisiera creer todo lo que decía, me fue imposible.

Me separé para después soltar un suspiro y mirarlo a los ojos.

-Gracias Cinco... en serio no sé que hice para merecer todas esas bonitas palabras... gracias por tenerme tanta paciencia... pero, ¿por qué?

Esa duda rondaba por mi mente desde que llegó, ¿por qué había sido tan atento conmigo? ¿Por qué me trataba tan bien y me defendía de todo? ¿Por qué estaba ahí para animarme en todo momento cuando nadie más lo hacía?

Sentí como todo su cuerpo se tensaba al instante, y eso, me confundió más.

¿Había dicho algo que no debía?

Se sentó a mi lado para después mirarme aún demasiado tensó. Miré sus manos, estas se movían muy inquietamente. Puse mi mano sobre las suyas, y las acaricié dándole a entender que debía calmarse. Pero para mi sorpresa, lo único que hizo fue ponerse demasiado rojo.

-¿Quieres que te diga la verdad...? - dijo en un susurro casi inaudible.

-Sí, la verdad, no me gusta que me mientan - bromeé, pero al parecer, estaba tan nervioso que no pareció prestarle atención a mi broma.

-Yo... ___... creo que me gust...

Pero alguien entró de golpe en la habitación, interrumpiendo las palabras de Cinco.

Ambos dirigimos nuestra mirada a hacia la puerta, alarmados.

-¿QUÉ HACES TÚ AQUÍ? - gritó Reginald señalando a Número Cinco.

Un cuento que nunca pasó {Cinco y tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora