Capitulo 25

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ADARA BECK.

—Deberías ir a casa—me recomienda Steve asomando su cabeza en mi oficina.

—Lo considerare, descansa.

—Una semana, Ada.

Si, ya lo sé.

Ese es el tiempo que ha transcurrido Desde que el ambiente el Olymp se ha vuelto insoportable. Alexander, está más idiota e irritable de lo normal, la única que ha logrado controlar su mal genio ha sido Gianna ¡Genial! ¿No?

Ya toda la oficina se ha dado cuenta de que nuestra relación no anda bien, no sé si es porque cuando estamos juntos en un habitación ni siquiera nos miramos o siempre que alguno abre la boca el otro refuta y terminamos peleando por cualquier estupidez como cuanta azúcar lleva un puto café y lo peor de todo es que a él no le gusta el café con azúcar.

Llego temprano, más de lo habitual y salgo tarde, después de que todos se hayan ido para, precisamente, no encontrármelo. Muy inmaduro de mi parte pero él me dijo que me alejara y yo le pedí que se mantuviera al margen, cosa que no está saliendo para nada bien, estamos arruinando todo lo que hemos construido con mentiras.

—Y va para largo—vuelvo mi vista a la laptop— ¿Qué pasaría si renuncio y desaparezco?

—No lo digas ni en broma—Steve mira hacia todas las direcciones posibles antes de cerrar la puerta a sus espaldas y sentarse en la silla frente a mí—Seguramente nuestro querido jefe nos haría la vida imposible, nos gritaría en cada momento, nos presionaría más y es probable que se vuelva loco y pregunte a los cuatro vientos ¿Dónde está Adara?

No puedo evitar reírme a carcajadas. Eso es absurdo, no se comportaría de esa manera y menos, cuando se trata de alguien tan insignificante como yo. Crudo, cruel y real.

—Soy una persona reemplazable para el. Yo lo sé, tú lo sabes, todos lo sabemos pero sigamos creyendo que no es así. Es cuestión de tiempo para que mande a la mierda.

—Si tú lo dices—rueda los ojos—pero enserio, no te atrevas a renunciar. No sé qué sería de mi vida sin Lila y sin ti, necesito a alguna de las dos para soportar este calvario.

—Eres muy dramático—Miro mi reloj, Pasan de las 7 de la noche. El tiempo se ha pasado volando— ¿No tenías una cena en casa de tus padres?

—Sí, pero tiene a mi hermanito, que lo molesten a él mientras llego. Total, Steven es muy noble como para negarse.

Steven es un amor.

—Ve y me cuentas como te va—cierro la laptop dando a entender que también me iré.

—Entendí el mensaje—se levanta de la silla y rodea mi escritorio para besar mi mejilla—Disimula un poco, Alexander nos vigila desde su oficina.

¿Disimula? Esa palabra no está en mi vocabulario.

Desgraciadamente mi oficina está ubicada frente a la de Alexander lo que quiere decir que si no cierro las persianas puedo ver todo lo que él hace y viceversa. Levanto la vista y en efecto, el jefe está sentado en su cómoda silla repiqueando su dedo anular en su barbilla vigilando cada movimiento que hacemos.

—Te dije que disimularas—me reprende, divertido.

—No lo pude evitar—me encojo en hombros— ¿Qué pasaría si...?

—No voy a ser parte de tu retorcido plan—golpea mi frente con fuerza haciendo que mi cabeza se balancee hacia atrás—Me gusta mi vida, muchas gracias.

—No hay necesidad de ser la agresivo—llevo mi mano a mi frente para sobarla. Creo que a veces se le olvida que no está tratando con Alexander—Y no te iba a proponer nada.

LIMERENCIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora