Capítulo 33

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ADARA BECK.

Creo que todos seriamos felices si no te tuviésemos miedo al rechazo, si amaramos porque simplemente nos importa dar amor y no por la necesidad de escuchar un "te quiero" o un "te amo" de regreso. Creo que cuando aprendimos el concepto de querer se nos olvida que hay más magia en dar que en recibir.

La razón por la que nos duele tanto un rechazo, la razón por la que nos duele tanto no ser queridos como esperamos es porque se nos olvida que todo el amor que necesitamos ya lo llevamos dentro. Nuestro corazón es una fábrica infinita de amor que puede producir el amor que necesitamos y también podemos compartirlo con las personas que nos rodean.

—Déjame ver si entiendo. Cuando conociste a Alexander lo odiabas con cada célula de tu cuerpo, sin embargo, cuando empezaron a trabajar juntos surgió esto de la relación falsa y para asegurarse de que tu no metieras la pata firmaste un contrato sin asesoría legal en donde no te beneficias en nada. Seguiste adelante por presión más que todo moral y mientras más tiempo pasaban juntos ¡Pom! te diste cuenta de que él no es lo que aparenta ser y como una idiota te enamoraste de tu jefe.

Si eso fue un resumen bastante resumido de lo que a sido mi vida durante los últimos meses. Me siento sobre la encimera de cuarzo de la enrome cocina de mi casa. Bebo un poco de agua matando el tiempo bajo la atenta mirada de mis amigas de la adolescencia.

—Sí y no soy una idiota.

Mis dos queridas amigas se miran mutuamente para después posar sus ojos en mí y soltar una carcajada ¡Genial! Me alegra saber que mis problemas las divierten hasta este punto. Reviso el cronometro de mi celular para mirar cuánto tiempo le falta al pie de calabaza para cocinarse del todo.

—Sí que lo eres ¿No eras tú la que decía que enamorarse era para gente idiota?—me recuerda Casandra tratando de controlar su risa.

Acudí a ellas para que me ayudaran a esclarecer la penumbra que habita en mi cabeza, pero ellas se tuene que reír de las estúpidas decisiones que tome en aquel entonces. Me lo merezco por impulsiva y por seguir a mi parte irracional en este asunto ¿Cómo termine después de estas decisiones? Fácil, con el corazón hecho un nudo por el revoltijo de emociones que en este momento me abruma.

—Dicen que el que juega con fuego, tarde o temprano se quemará. Tu Ada, no te has quemado, te has achicharrado.

—Ya lo sé—cubro mi rostro con mis manos—No sé qué hacer.

—Yo si—comenta Amara y la observo por los huecos de mis dedos, la muy ebria baja un botella de wiski a medio probar—Embriagarte hasta que todo lo que habita en tu cabeza desaparezca.

—Eres una mala influencia, Amara—la regaña Casie quitando la botella de sus manos.

Lo gracioso del asunto es que lo estoy considerando. Son muchos los factores que influyen en mi consideración, el clima tan asfixiante de España o simplemente olvidarme de todo por una horas, con todo me refiero al ardiente alemán que pasea por el jardín mirando hacia el lago mientras habla por celular. La verdad es que no me costó demasiado convencerlo, extrañamente cuando le dije del repentino viaje que planeaba a hacer sola, se auto-invitó a pesar de aun sigue enojado conmigo por el penoso show que monte en la oficina ¿Qué demonio se habrá apoderado de mi cuerpo en ese momento?

— ¡AYUDENME!

La alarma del cronómetro suena como una campana que indica el cambio de clases haciéndome saber que el pie que mi abuela me enseño a hacer ya está listo. Bajo de un brinco de la encimera y cubro mis manos con guantes para hornear, lo último que quiero es quemarme. Saco la masa humeante del horno con mucho cuidado e inhalo el delicioso aromo que desprende el pie de calabaza.

LIMERENCIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora