Extra Alex.

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ALEXANDER RICHTER.

¿Cómo es posible que una simple oración haga que mi mundo se detenga por completo? Dos palabras, ocho sílabas, 18 letras. 

Estamos embarazados.

No he visto a Adara hace más o menos tres meses y tenía muchas ganas de ver de nuevo su hermosa sonrisa, la misma que ilumina mi vida, pero esto es una bomba nuclear que explota en mi corazón. Mi pecho se hincha de alegría, conmoción y temor, soñé con formar una familia con Adara y me estaba preparando mentalmente para empezar a hacerlo, empezaríamos con un jodido perro, no con un bebé.

Adara me mira expectante, sus ojos azules tratando de descifrar mi expresión, sus manos sobando el pequeño bulto de su vientre y quiero vomitar. No estoy listo para ser padre, tal vez en un futuro, pero no ahora.

Un camarero pasa junto a mi y no dudo en beber el contenido de todos los tragos que lleva ¡Dios!

—Oh—Adara asiente con la cabeza y la tristeza que refleja su mirada es tan evidente que me cala hasta el alma—No fue buena idea venir aquí.

Trago grueso ¿Que quiere que haga? Aún no he procesado el hecho de que ella esté frente a mi despues de tanto tiempo y no está sola, vino con... nuestro hijo o hija. Ella sonríe de medio lado y lágrimas espesas se escapan de sus ojos. Le pide a Eva el sobre y se da media vuelta para dirigirse al jardín.

Si, soy un completo idiota que no sabe cómo asimilar las cosas. Es que no es como si me dijera que hoy va a llover ¡No, joder! Me está diciendo que en su vientre está creciendo su hijo, mi hijo, nuestro hijo.

¡Carajo!

—Alexander—la voz de Rose se abre paso en medio del bullicio que reina en el salon de eventos—Despabila, idiota.

Parpadeo un par de veces asimilando que mi querida abuela me ha llamado idiota. Siento mis mejillas mojadas por las lágrimas que no sé en qué momento han salido de mis ojos.

—Vas a ir allí y le vas a decir a TU esposa que estás aquí para apoyarla—me jala de la corbata azul y no me sorprenderia que lanzara un golpe en mi dirección—¿Me entiendes o tengo que despabilarte a taconazos?

Abro y cierro la boca sin saber qué decir exactamente. Tengo miedo de no ser una buena figura paterna para ese pequeño o pequeña, tengo miedo de herirlo y marcarlo deporvida como lo hizo Gawl conmigo. Si, se perfectamente que yo no soy mi padre, pero las secuelas de sus maltratos aun habitan en mi.

Trago grueso por segunda vez antes de asentir con la cabeza. Me quedo corto al decir que soy n jodido hijo de puta. tal vez Adara se estuvo sintiendo de esta manera y por esa razón no me lo había dicho antes. Me considero una persona comprensiva que sabe como ponerse en los zapatos de los demás, sin embargo, esta vez estaba tan encapsulado en mi propia duda que no me dedique a pensar en lo duro que esto debe ser para ella. 

¡Demonios!

Hace poco pasó por un evento traumático que la marcó dejándola perdida, agrietada y rota, sin ganas de nada, no me puedo llegar a imaginar la angustia que debió  sentir al enterarse de que un bebé venía en camino, nuestro bebé. 

Beso la frente de mi abuela que sonríe complacida, gracias al cielo la tengo a ella para devolverme a la tierra, a golpes, pero lo hace. Intento dar un paso hacia el jardín, pero Evarie me detiene del antebrazo.

—Si llegas a lastimarla te juro que te pateo las pelotas y te quedarás sin hermana que cuidar, Alexander—Sus ojos azules, idénticos a los míos me dicen que no está bromeando.

—Tranquila pequeña Richter—revuelvo su cabello haciendo que gruña cual fiera—No lo echaré a perder. 

O eso intentaré. 

LIMERENCIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora