ALEXANDER RICHTER.
— ¡Oh Dios mío! ¿Cuánto pesas, joder? —Se queja la rubia mientras intenta abrir la habitación del hotel—Solo a ti se te ocurre embriagarte hasta este punto el mismo día que me has propuesto matrimonio. Marcando la diferencia ¿No? Y como si fuera poco le diste un puñetazo a tu hermano.
—Ese...idiota...no es...mi hermano—intento dar un paso hacia ella para ayudarla y me tambaleo un poco.
—Ok, ok, ok. No te muevas—hace un quinto intento— ¡Genial! Ahora mete el culo a la cama.
Como puedo y con su ayuda me arrastro hacia el interior de la habitación, y me dejo caer sobre la cama mirando hacia el techo.
—Apestas a alcohol—se vuelve a quejar—Voy a quitarte los zapatos.
Acto seguido, lo hace. Todo me da vueltas, hace mucho tiempo no me embriagaba de esta manera y ahora recuerdo porque, es una sensación horrible.
—La camisa, dámela.
— ¿Vas a abusar de mí? —le sonrío y ella rueda los ojos. Si supiera como me pone cuando... ¡Oh Dios mío! Ya estoy diciendo idioteces—Mira que no me negaría.
—Alexander, vomitaste en mi vestido y necesito algo para cubrirme, no voy a dormir con las tetas al aire y mucho menos junto a ti.
Ok, si está enojada y es comprensible, arruine en bonito vestido que viste.
— ¿Por qué no? —se quita uno de sus tacones y sin mediar palabra, me lo arroja—Vale, ya te la doy, que agresiva. Por eso, niños, no hay que comprometerse con una rubia impulsiva.
— ¿Con quién mierda estás hablando?
—Cállate.
Me siento sobre el colchón y me arrepiento en seguida, el aturdimiento y el horroroso matero vuelve a mí provocándome náuseas.
—Déjame ayudarte.
En un abrir y cerrar de ojos Adara esta sobre mí a ahorcadas. Su aroma a Jazmín se impregna en mi nariz y me permito deleitarme su olor. Por inercia mis ojos escanean si figura sobre la mía y estos recaen en sus pechos que sobresalen por encima del ajustado vestido morado.
—Al parecer el alcohol se te ha subido a la cabeza—me inclino un poco hacia atrás apoyándome sobre mis manos—Me estas mirando las tetas con descaro.
—Es difícil no verlas cuando literalmente las estas restregando en mi cara.
Ella niega con la cabeza y se empina hacia adelante para desabrochar los botones de mi camisa y es inevitable no ver sus pechos. No sé qué me pasa.
—Si quieres tocarlas hazlo, no me quejaría.
Ella lo sugiere y yo estoy vierto a las sugerencias. Me sostengo con un solo brazo y como si mi mano tuviera vid propia viaja hacia su pecho derecho. Vaya, cabe en mi mano perfectamente, aprieto mi mano levente haciendo que un jadeo se le escape, un hermosos sonido.
—Ya estuvo—palmea mi mano y un sonido de desaprobación me abandona, pero aun así, la retiro—La camisa, la necesita, no creo soportar este olor.
Y con eso, me despoja de mi camisa. Su mirada se pierde por unos cortos segundos en mi abdomen y traga grueso antes de levantarse.
—Duerme, otro día te dejare manosear mis tetas—me guiña un ojo y se encierra en el baño de la habitación.
ESTÁS LEYENDO
LIMERENCIA.
RomanceSin editar. LEY UNIVERSAL: Dos personas que huyen de un mismo sentimiento, huyen en la misma dirección.