Mi madre era una mujer bella. Siempre había gozado de una exuberante cabello rubio, largo y en graciosos tirabuzones. Su piel era de porcelana, con muchas pecas en la zona de la nariz, que la hacían ver mucho más inocente aún. Y unos inmensos ojos negros, bordeados de espesas pestañas. Siempre tenía una sonrisa en su rostro, mostrando sus dientes como perlas. Yo, a veces, me preguntaba si era un ángel, porque todo lo que tenía era bueno. Sin embargo, todo lo bueno finaliza alguna vez, o así lo tuve que aprender yo.
Cuando yo tenía ocho años, le diagnosticaron cáncer de mama. Como niña pequeña pensé que eso no era nada, y que con un par de analgésicos, ella estaría perfectamente bien y todo volvería a la normalidad, me llevaría al parque cada tarde como siempre y después haríamos galletas de jengibre juntas. No obstante, el tiempo pasaba y pasaba, y su aspecto empeoraba cada vez más, y la realidad me golpeó de frente, cuando finalmente, ella murió.
Tampoco lloré mucho, porque yo, ante todo, sabía que ella estaba en un lugar mejor, y que aunque no la viera, siempre estaría a mi lado. Siempre tuve presente, que de un modo u otro, estaría viéndome, apoyándome en todo. Y que jamás, jamás la olvidaría.
Notaba todo mi cuerpo entumecido, como si hubiera recibido miles de golpes y pinchazos. Enseguida, al levantar mis párpados, reconocí las ya familiares paredes del hospital de Konoha. La habitación estaba bañada por la luz del atardecer, que entraba por la ventana abierta de par en par.
Paseé la mirada por toda la estancia, hasta encontrarme con unos ojos perla.
-Hinata... -musité. Enseguida se levantó de la silla, para correr hasta mi lado.
-¿Cómo estás, Ayaka-chan? -una mueca se instaló en mi rostro al oír ese nombre. Suspiré.
-Bien, ¿qué ha pasado? -pregunté.
Observé como no respondía, y empezaba a chocar sus dedos índice con nerviosismo. Empezó a tartamudear. Me incorporé en la cama, lo suficientemente cerca de ella como para agarrar sus mejillas y hacerla mirarme fijamente.
-Hinata, ¿qué pasó después de que me desmayara? -cerró unos segundos los ojos y al abrirlos, pude observar el terror en ellos.
-El campo se incendió -murmuró-... con unas extrañas llamas azules... P-pero nadie ha salido herido...
-¿Pero como ocurrió...?
Para mi mala suerte, tuve que terminar con el interrogatorio, pues la puerta se abrió de sopetón, dejando ver a la Hokage y Shizune, que me miraba con una gran sonrisa. Con ellas también estaban otro tanto de ancianos, con diferentes emblemas de otras aldeas.
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La otra realidad |Naruto| C O M P L E T A
FanfictionQuien creía ser normal, acabó en un mundo lleno de locuras. Simplemente, otra realidad. C O M P L E T A