Capítulo 12

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A varios kilómetros un grupo de ninjas se movía rápidamente por el bosque. Todos estaban sumidos en un silencio sepulcral. Bastante más adelante iba Neji, quién no dejaba de hacer muecas de enfado. Estaba tan decepcionado de si mismo. Su única misión era escoltar a Ayaka hasta Yoroshiku, ¡ni siquiera era difícil! Y ahora la habían secuestrado. No podía sentirse peor. Por su propia idiotez, y aunque le costara reconocerlo, por ella misma, que seguramente estaría asustada en esos instantes.

¡Neji! —llamó Kakashi, quien se puso a la par de él—, ¿ves algo?

El Hyuga le dedicó una mirada fugaz mientras activaba el Byakugan y rastreaba su alrededor—. Nada —musitó—, no veo nada —añadió finalmente con un deje de decepción. Todos dejaron de caminar, y durante unos minutos estuvieron en silencio, dedicándose miradas nerviosas entre si, a excepción de Neji y Naruto, quiénes miraban con esmero a su alrededor.

Será mejor separarnos, no sabemos hacía que dirección se han llevado a Ayaka, continuar juntos nos retrasará más —dijo Sakura con un semblante serio, aunque su voz sonaba trémula. Kakashi asintió.

Tienes razón. Sakura y Gai id hacia el norte —tan solo dar el orden estos se fueron con rapidez—. Tenten y Lee iréis hacia el sur. Naruto y Neji os ocuparéis del oeste y yo iré hacía el este.

No esperaron más, desapareciendo cada uno hacia su respectiva dirección. En esos instantes el tiempo era realmente valioso.

El dolor que recorría mi cuerpo era infernal, desde le gran herida que se extendía por todo mi hombro derecho hasta las miles de agujas que parecían incrustarse en mi carne. Un gemido-gruñido escapó de mi garganta, ahogado por la sangre que brotaba de ella. Frente a mi estaba el sujeto que me estaba dando la paliza. Aunque no estaba segura de si era un hombre o un pez. Se había presentado como Kisame, el hombre que me haría gritar de dolor.

—Esto no es divertido si no puedo matarte —dijo mientras sonreía, mostrando una afilada dentadura. Entrecerré los ojos, mientras apoyaba mi cuerpo en las palmas de mis manos, en un pésimo intento de levantarme del suelo—. Pero si puedo arrancarte un brazo... O una pierna —anunció finalmente.

Entre los mechones de mi propio cabello que cubrían mi visión divisé como empezaba a moverse hacia mi, lentamente.

Muévete a la derecha.

Jadeé ante ello. Una vez femenina y muy autoritaria sonó en mi cabeza, retumbando en las paredes de ésta. Eso era definitivamente extraño, pero pararme a pensar en ello acabaría con mi muerte inminente.

Rodé a la derecha justo cuando el brazo del hombre azul se estampó contra el suelo haciendo grietas enormes. Un suspiro de alivio escapó de mis labios.

—Con que aún puedes moverte, eh —volvió a reír, mostrando su afilada dentadura.

Bum, bum, bum

Mi cabeza dolía como mil demonios. Varios espasmos azotaron mi cuerpo, que empezó a temblar. No. Anemia no. No, demonios. No puedo desmayarme ahora. Debo salir, pensé mientras hacía un gran esfuerzo para que mis ojos no se cerraran.

Lanza el collar.

Subí mi mirada alterada, mirando a Kisame que se encontraba a escasos metros de mi, con una sonrisa socarrona surcando sus labios. ¡Ni de broma! Gritó en su interior. No podía permitirse perder de nuevo el collar, además, ¿de qué serviría eso?

No te servirá de nada si estás muerta. Lánzalo.

De nuevo un jadeo escapó de mi boca, mientras mi mano se posaba en el collar de ahora frío bronce. Cerré los ojos por unos segundos, mientras sentía la sangre brotar de las heridas, mi corazón golpear con fuerza en la caja torácica y las lágrimas acumularse en mi rostro.

No tenía tiempo de soltarlo por la hebilla que se ataba en mi nuca, por lo que de un muy doloroso tirón lo arranqué de mi cuello y lo lancé lo más lejos posible, siguiéndolo con la mirada. La risa del Kisame se hizo aún más fuerte, y dijo algo, pero no lo escuché realmente, no me interesaba. Mi mirada seguía posada en el dije que reposaba en el suelo.

Unos minutos después se escuchó una especie de clic y de repente una luz brotó del colgante, una luz de color amatista acompañada de un horrible chirrido que me hizo taparme los oídos. Miré a mi enemigo, que se retorcía en suelo de dolor.

Ahora corre. Tienes poco tiempo.

No dije nada, no miré atrás. Solo recogí rápidamente mis armas —de las cuales fui despojada en el primer golpe— y corrí por el pasillo como si mi vida fuera en ello. Que irónicamente lo hacía.

A la derecha. Rompe el cristal. Estamos a una altura considerable, pero sobrevivirás.

Cogí aire, pues mis pulmones empezaban a notar la ausencia de oxigeno y sangre. Si seguía perdiendo tanta sangre, no sobreviviría. Giré la esquina, y tal como había dicho aquella extraña voz, había una ventana con cristales mugrientos.

No dudé demasiado en estampar mi codo con fuerza contra ésta, que se resquebrajó tras el golpe recibido. Ignoré los varios cristales que se incrustaron en mi piel y asomé la cabeza por el agujero.

—Sí, una altura tremendamente considerable —musité con ironía—, ¡moriré como te tire por ahí! —grité exasperada.

Mejor morir así que no a las manos de ese loco. El colgante ya dejado de funcionar, no tardará en recuperarse, ¡date prisa, Naevia!

—¿Naevia? ¿Qué? Esp...

—¡Maldita mocosa! ¡Cuando te coja te haré picadillo! —mi cuello se giró tal búho hacía la lejanía del pasillo, asustada. Sin dar cabida a la duda, mi cuerpo se tiró por la ventana. Estaría a tres pisos o más del suelo, pero definitivamente se presentaba mas ''atractiva'' la idea de morir estampada tal puré de patatas en el suelo que a manos de un maníaco psicópata que seguramente adoraba la tortura.

Por suerte o destino, caí en unos frondosos arbustos, que, aunque no amortiguaron del todo la caída y el dolor, consiguieron salvar mi vida. Algo desorientada alcé la mirada, observando triunfal como la cabeza azul de aquel sujeto se asomaba por la ventana.

Ahora la cuestión era ser más rápida que él y escapar de ahí. 

La otra realidad |Naruto| C O M P L E T ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora