No sentía ningún tipo de dolor, en realidad, no sentía nada. Tampoco podía mover ninguna extremidad, era algo similar como flotar en algo blando, como estar en mi cama. Realmente esperaba que fuera así. Sin embargo, hacia rato que el palpito de mi corazón había cesado, y el vaivén de sube y baja de mi pecho se detuvo, por lo que ya había dado por hecho que estaba muerta. Al principio oía gritos, gemidos, perturbadores pitidos y voces de desesperación, pero todo aquello empezó a distorsionarse hasta llegar a ser inexistente, sumiéndome en el más abrumador silencio.
Pasaron horas, o quizás minutos, no estaba demasiado segura. De algún lugar provenía el dulce cantar de los pájaros, un aire cálido azotaba mi piel expuesta y podía oír el rumor del agua correr. No tardé en sentir todo mi cuerpo hundido en líquido, y de repente, todo el dolor vino a mi de golpe, un dolor agudo que recorrió todo mi cuerpo a una velocidad vertiginosa, y ahí fue cuando abrí los ojos, para encontrarme con la cegadora luz del sol.
Me erguí, tosí agua varias veces y presioné mi estómago con fuerza, una gran herida surcaba mi piel, y brotaba sangre que teñía el agua de color carmesí. Aún con la mano en mi estómago, e intentando ignorar por completo el dolor, miré a mi alrededor. Estaba en un pequeño claro, con una cascada, y rodeada de frondosos y verdes árboles, si no hubiese estado en esa situación, aquello lo hubiera calificado como un auténtico paraíso.
Lágrimas empezaron a caer por mi rostro, quizá de miedo, quizá de incertidumbre. O por ambas. Mis pasos torpes chapotearon en el agua. Me dejé caer en el florecido pasto de rodillas, aún observando todo lo que me rodeaba. El cierto modo, todo me parecía extraño, y conocido a la vez.
Mi mirada bajó hasta mi abdomen. La camisa que llevaba estaba empapada en mi propia sangre y agua. Arrugué la nariz al ver una extensa herida, desde mi ombligo hasta prácticamente el nacimiento de mis pechos. ¿Cómo me la había hecho?
—¡Eh! —me tensé al oír una voz desconocida y aguda, temblé—, ¿qué haces ahí?
No levanté la vista, pues tenía un miedo irracional. Sombra me tapó el sol, y cubrió por completo mi cuerpo. Tras un leve silencio, al parecer él se dio cuenta de mi herida, por lo que, aún en guardia, se agachó a mi altura—. ¿Qué te ha pasado? —por fin me digné a mirarlo: era un hombre adulto, de cabello castaño oscuro, con algo de barba y unos profundos ojos dorados. Su piel era oscura, y una enorme cicatriz recorría su mejilla izquierda. Al ver mi falta de respuesta y desconcierto, con casi nada de delicadeza, sujetó mi cintura y me obligó a pararme, arrastrándome por el claro. Yo, confundida, seguía sin entender nada, y me dejé llevar como una muñeca de trapo, en silencio, aunque con el ceño fruncido—. No te preocupes, pronto estarás bien —pude percibir una sonrisa ladina en su rostro. Quise reprocharle que seguramente estaba aprovechándose de mi mal estado, que me soltara si no quería una buena tunda (pese a que apenas podía mantenerme en pie).
Sin embargo, mi cuerpo no pareció aguantar más, y cedió al cansancio y el estrés, y para cuando me di cuenta, ya todo se veía demasiado oscuro como para cumplir mis quejas.
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La otra realidad |Naruto| C O M P L E T A
FanfictionQuien creía ser normal, acabó en un mundo lleno de locuras. Simplemente, otra realidad. C O M P L E T A