Capítulo 24

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En el campamento improvisado que habían hecho bajo el amparo de los árboles, el equipo de Asuma y Kurenai se reunía sin sus senseis alrededor de la fogata

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En el campamento improvisado que habían hecho bajo el amparo de los árboles, el equipo de Asuma y Kurenai se reunía sin sus senseis alrededor de la fogata.

—Siguen sin decirnos la verdad, ¿Ayaka una traidora? No me lo creo —aseguró Ino.
—Por una vez estoy de acuerdo contigo —murmuró Shikamaru observando el fuego danzar. Aún le dolían los golpes que le había dado la chica. Había sido agresiva, dura, fuerte... Pero lejos de parecerle una traidora, le parecía, más bien, alguien traicionado. Había visto el dolor enmascarado en sus ojos, reflejado en las muecas que resaltaban en su rostro. Veía en ella una chica que lo había perdido todo, que luchaba por recordar.
—Debió enterarse de las dudas que habían sobre ella, así que por eso huyó. Nadie querría sentirse como un intruso...
—¿Pero por qué ir al Clan Himitsu? ¿qué tiene que ver con ella? —se aventuró a decir Ino.

Entonces Hinata se removió incómoda, cosa que todos notaron.

—¿Qué sabes, Hina-chan? —la rubia se acercó a ella con los ojos entrecerrados.
—Yo... creo que quizá esto tenga algo que ver —de su bolsillo sacó un papel arrugado y sucio, parecía viejo—. Lo encontré dentro de su expediente...
—¿Su expediente? —inquirió Shikamaru.
—Por alguna razón, mi padre lo tenía...

Era una foto, de una mujer bella, de cabello muy largo, color negro, tez blanca, ojos abundantes en pestañas de color púrpura, labios carmesí,... Y unas muescas en sus párpados iguales que las de Ayaka.

—¿Es Ayaka?
—No... Es Naevia, líder y asesina del clan Himitsu...

Cuando me dirigió a mi habitación, y me dejó a solas, me quedé parada tras la puerta cerrada, estática. El sonido de mi respiración era lo único que retumbaba en las paredes, ya que la estancia estaba totalmente vacía, a excepción de una cama matrimonial con dosel y sábanas de seda, que invitaban a acurrucarse en ella. Encima de la cómoda había un gran ventanal, abierto de par en par, por el cual entraba una brisa cargada con el perfume de la anterior lluvia. Por lo demás, no había armario, baño, o luces.

Mis pies descalzos se deslizaron por la moqueta lentamente. El cielo estaba completamente desprovisto de cualquier mancha, por lo que las estrellas tintineaban entre si con fulgor, acompañadas de un diminuta luna que recién empezaba de nuevo su ciclo. Me relajaba de la misma manera que me inquietaba. De algún modo conseguía sentirme a gusto en aquel lugar, sin embargo, al darme cuenta de que en realidad eso era algo similar a un secuestro, me hacían plantearme la situación desde otra perspectiva. Para darle nombre, sería la sensata.

Después de tantas sensaciones abrumadoras, no era extraño esperar un fuerte dolor de cabeza, una jaqueca molesta que me obligó a tumbarme y cerrar los ojos. Ya en el lecho, y en completa tranquilidad, me permití el lujo de relajarme, centrarme en los sonidos envolventes de la naturaleza. Sobre mi alcé el puño, y de éste salió el colgante. Sus enormes ojos amatistas me observaron fijamente.

—Estás aquí ahora, en tu hogar, lo sé —murmuré, sin saber exactamente por qué, esperando que aquel objeto inanimado realmente me entendiera—. Sé que es aquí donde perteneces. Ahora dame las respuestas que necesito... —susurré, apoyando la cabeza en la almohada, soñolienta—... dímelo todo.

Brisa fría acariciaba mi rostro, y aunque intenté ignorarlo, caló en mis huesos, siendo insuficiente el calor que me proporcionaban las sábanas. Abrí los ojos, para darme cuenta que me había dejado la ventana abierta de par en par. Me incliné sobre la cama para cerrarlas, perezosa.

—Ven, ven, Alessya, ven...

El sueño abandonó mi cuerpo tan pronto esa tétrica pero dulce voz femenina se internó en los tímpanos. Al mirar al exterior, la silueta esbelta de una mujer me observaba desde el campo, con la cabeza ladeada y su larguísimo cabello ondeando con el viento.

No tardé en bajar las escaleras a trompicones y salir a la intemperie. Ella seguía allí, aguardando por mi.

—¿Quién eres? —pregunté, dando un paso, otro, y otro.

Cuando estuve cerca de ella, a sólo un metro, su bello rostro fue descubierto por la luz de la luna, que había sido liberada de su prisión de nubes.

—Tú —sus labios se inclinaron solo un poco para decir esa palabra que me caló tanto, y después, cerró nuestro espacio en un abrazo que despojó todos mis problemas de mi.

Pues nada, aquí tenéis capítulo. Si hay errores es porque estoy desde el móvil, porque no tengo ordenador... De ahí también que sea tan corto, porque escribir desde aquí es un dolor en el trasero...

En fin... Esto llega a su fin😪

La otra realidad |Naruto| C O M P L E T ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora