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El silencio se sumió sobre el lugar una vez terminé de narrar mi versión. Todos estáticos. El haberlo narrado lo había revivido nítidamente en mis recuerdos, y entre gimoteo y gimoteo caí al suelo, exhausta, rota.
Yume pestañeó un par de veces. Abrió y cerró varias veces la boca, intentando decir algo, pero pareciendo no encontrar las palabras adecuadas. Yo sonreí débilmente, al ver como se acercaba titubeante hacia mi. No tenía miedo. Cuando estuvo a unos centímetros, se abalanzó sobre mi, estrujándome entre sus pequeños brazos. Sin embargo, mi corazón se oprimió al notarla tan fría, como el hielo. Rodeé su cuerpo también, enterrando mi cabeza en el surco de su cuello. Miles de disculpas empezaron a salir de sus labios, pero yo simplemente llevé mi mano a su cabello, y la mandé a callar suavemente. Realmente, intentaba apaciguar más mi propio dolor que el suyo.
—Ya está, Yume, ya está...
Volví a alejarla de mi, empujándola lentamente, haciendo que se alejara. Ella frunció el ceño, pero así lo hizo. Cerré los ojos unos instantes, cogiendo aire, reuniendo energía en mi interior, reuniendo la poca que me quedaba. Las grietas crecían en mi piel, dibujos extraños se dibujaban en ella, y desprendían una fuerte luz azul. De rodillas en el suelo, alcé la mirada a aquellos que tiempo atrás habían sido mis amigos, mis compañeros, mis hermanos.
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—Lo siento, lo siento —grité, sumida en un mar de lágrimas. Sentía como mi cuerpo se enfriaba poco a poco—. Fui débil... Caí en su trampa por ser débil, cuando me creía... Me creíais fuerte... Os hice tanto daño, os lastimé —sollocé—. Y no sólo a vosotros —mis ojos viajaron a mis amigos. Naruto me observaba casi estático, y negaba repetidas veces. Sakura había caído al suelo y lloraba, así como Hinata, pero de pie. Shikamaru, con Ino en brazos, me miraba lastimeramente. Neji estaba muy cerca de mi, pero una aparentemente frágil cúpula de chakra le impedía acercarse a mi—. También os he hecho daño a vosotros... No... No, por favor, lo siento, perdonadme, no quería... Yo no... No era mi intención... Jamás lo fue... Sólo quería el bien de los míos, de todos... Y en cambio... —cuando empecé a dejar de sentir mis piernas, fue cuando hundí las manos en la tierra. Pequeños brotes verdes y tiernos salieron de ahí, y lentamente, se fundieron con mi piel, creando pequeños surcos de los que salía sangre—. Habéis estado tanto tiempo encerrados, reviviendo todo una y otra vez... —murmuré. Una a una, figuras brillantes reaparecían a nuestro alrededor, y tomaban forma hasta ser personas de carne y hueso. Miembros del clan que yo misma había matado con mis propias manos.
