Capítulo 1

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La fiesta ya llegaba a su fin, mis tíos estaban lo suficientemente borrachos como para no poder mantenerse en pie, y mis primos cabeceaban del sueño. Yo me había sentado junto a mi primo menor —y favorito—, y mientras que él se mantenía entretenido con sus juguetes, yo permanecía con la mirada fija en la pantalla de mi móvil, tecleando con rapidez sobre la pantalla.

—Ale... —no respondí hasta que terminé de escribir el mensaje y enviarlo, después alcé la mirada para toparme con los orbes azules del pequeño. Sonreí con ternura, dejé a un lado el aparato y me erguí en la silla, acercándome a él.

—¿Qué pasa? —pregunté, cariñosamente.

Su pequeña maño se elevó, y mientras se tallaba el ojo, bostezó—. Estoy cansado... —suspiró—, y me aburro.

Hizo un precioso puchero, que inevitablemente me causó gracia. Moví mi mirada hacia la mesa, donde reposaban distintos muñecos. Luego alcé la vista, para observar como su madre hablaba con la mía, sin reparar en el niño, y su padre se balanceaba consecuencia del alcohol. A veces me preguntaba si esto era un circo, o una familia.

—¿Son muñecos de Naruto? —cogí uno entre mi dedo índice y mi dedo pulgar, sujetándolo por la cabeza y alzándolo hasta la altura de mis ojos.

—¡Sí! —afirmó, algo más efusivo. El sueño pareció esfumarse de su cuerpo—, ¿cómo lo sabes? ¡ya eres muy mayor! —reí.

—Ey, mocoso, que sólo tengo dieciséis años —bromeé—. Además, Naruto existía desde antes que nacieras, así que en realidad, sé más yo de él que tú.

Así entablemos una muy cómica discusión, que sirvió para que mi pequeño se distrajera de su alrededor, hasta que el sueño lo venció y se quedó dormido en mi regazo. En la madrugada, mis padres decidieron que ya era momento de volver a casa, así que despidiéndome fugazmente, me subí al coche, donde no tardé a sucumbir en los brazos de Morfeo.

*

Bajé los escalones de cinco en cinco, y con el estrés a flor de pie—. ¡Mierda! —mascullé, mientras me maldecía a mi misma, pues el día anterior, tan cansada había llegado, que no me había acordado siquiera de poner mi despertador, y sólo tenía 15 minutos para llegar a coger el bus que nos llevaría de excursión ese día.

Me eché la mochila al hombro, y sin siquiera despedirme de mis padres, salí de casa. Corrí por las calles, esquivando hábilmente a todo aquel que se pusiera en mi camino. De casa a la estación de buses había veinte minutos.

—¡Alessya, corre, corre! —gritó mi amiga Yure desde la entrada de la estación.

Apoyada sobre mis rodillas, respiré pesadamente.

—Pensaba que me habías dejado abandonada... —dijo Yure, con tono dramático.

—Pues mira, lo había pensado —reí.

Después de que los profesores pasaran lista, y cada alumno se sentara, al fin, el bus arrancó, y me sentí aliviada.

—¿Cómo te fue ayer? —preguntó, girándose a mirarme. Yo aparté la mirada de la ventana para imitarla.

—Ya sabes... lo normal, todos borrachos —me encogí de hombros—, además...

El autobús se tambaleó de forma extraña, y ambas miramos por encima de los sillones para saber qué ocurría. Todos los alumnos se revolvieron, y en menos de un segundos, todos estallaron en gritos. Yo por mi parte, me estrellé contra el sillón, completamente inmovilizada—. ¡Alessya!

Sentí como mi garganta se secaba, y que en cualquier momento mi corazón saldría de mi pecho. Yure gritó asustada, y se sujetó, clavando uñas y todo, en el respaldo del sillón de delante, mientras que yo seguía ahí, quieta.

El impacto fue inevitable. Cerré los ojos unos segundos antes, en busca quizá de que todo aquello fuera sólo una pesadilla y que al abrirlos, estuviera en casa, sana y salva. Pero sabía que no iba a ser así. Enterré mis uñas en el cuero de los reposa brazos, dejando así que todas las imágenes de mi vida pasaran en ti mi con rapidez.

La otra realidad |Naruto| C O M P L E T ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora