Capítulo 4

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Pese a ser las siete de la mañana, las calles estaban más concurridas y ruidosas que nunca, la gente iba de un lado a otro ayudándose entre sí, ya que todo debía estar listo para la llegada del Kazekage por la tarde y el baile de la noche.

Aunque Hinata no era precisamente habladora, entablamos una conversación amena, que giró entorno al gran tiempo que estaba haciendo, días de temperatura, pese a que ella mencionó que prefería el invierno, puesto que aseguró que le traía muy buenos recuerdos.

—N-Neji-san —su rostro volvió a colorearse cuando el susodicho se acercó a nosotras, tranquilamente. No había cambiado ni un pelo desde hacía dos semanas, con ese atuendo blanco y marrón oscuro, y su largo cabello castaño recogido y adornado por la banda de la hoja. Cuando éste vio a mi nueva amiga, le dedicó una severa mirada, que se volvió más dura al verla junto a mi. Carraspeó levemente. Cercioré que realmente se parecían muchísimo. No tardé en recordar que eso, según me había dicho Iruka anteriormente, era una característica del clan Hyuga, así que supuse que ambos pertenecían a éste.

—Hinata —la llamó, con voz ronca y fría—, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías con Hiashi-sama hoy —la de cabello azabache asintió cohibida.

—S-Sí —afirmó—, pero por ahora no... Va-vamos a entrenar.

El castaño se la quedó mirando fijamente, casi inspeccionando cada rincón de su voz, quizá en busca de algún rastro de mentira en ella. Movió su mirada hacia mi, de manera mucho más distante, casi atravesándome como un kunai con ella. Alcé la barbilla, altiva, sin estar dispuesta a amedrentarme. Chasqueó la lengua, y sin siquiera despedirse, se marchó de allí velozmente.

Caminamos durante una media hora, y una vez en el campo de entrenamiento Hinata sacó un pergamino y empezó a hacer unos sellos, mientras yo miraba fijamente. Surgieron de ésto unas diez armas distintas, y tras eso, hizo desaparecer el pergamino y me miró fijamente—. Esto lo encontró hace mucho tiempo mi padre, no sé exactamente dónde, pero tampoco nadie lo utiliza, así que espero que no lo echen en falta...—murmuró pensativa—. Estuve viéndote entrenar... Y bueno, no estoy segura, pero quizá te iría mejor emplear armas y aprender a luchar así...

—Ni siquiera sé empuñar un kunai pequeño, ¿cómo quieres que use este? —cogí una especie kunai enorme, pero al tocarlo me electrocutó. Hinata soltó una leve carcajada. Parecía estar perdiendo su timidez poco a poco.

—Estas armas son especiales, sólo se puede usar una, o dos quizá, ellas eligen el dueño —abrí la boca para reprochar, pero no dije nada más—. No todas te darán una descarga eléctrica —aseguró mirando mi mano roja—. Algunas podrías usarlas, pero no serían del todo efectivas. Tu misma sentirás cual es la adecuada— Me tendió un par de katanas curvadas.

—¿Cómo sabes todo eso, si sólo lo encontró tu padre? —inquirí, entrecerrando los ojos. Ella sonrió mientras se encogía de hombros.

Después de decir aquello, cogí con temor ambas katanas, pero de la misma forma que con el gran kunai, me dieron una descarga, aunque esta era menor. Así transcurrió la mitad de la mañana, y yo estaba exasperada, pues ya las habíamos probado casi todas y parecía ser que a ninguna terminaba de caerle bien. Solo quedaba una vara enorme —más alta que yo—, negra y con dibujos en relieve y una especie de cadena con armas distintas en cada extremo.

La otra realidad |Naruto| C O M P L E T ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora