El pabellón de los curanderos, cerca de la aldea Ala Lluviosa, era grande, tranquilo e iluminado por el sol, con cortinas de lianas verdes que protegían el interior de los curiosos. Y había muchos dragones curiosos: los que Invierno podía ver y los que sólo podía oír, murmurando y trinando como un consejo de pájaros invisibles en los árboles. La selva tropical empezaba a darle la asfixiante sensación de que siempre lo estaban observando.
Sólo a las Alas Lluviosas se les permitió llevar a la prisionera inconsciente. Gloria ordenó a todos los Alas Nocturnas que se mantuvieran alejados y envió a Mortífero para asegurarse que ninguno de ellos viniera a buscarla. Tampoco se opuso cuando Invierno entró en el pabellón y se puso al lado de su hermana, mirando desafiante.
—Me quedo aquí —dijo.
—Entendido —dijo Gloria con un movimiento de cabeza. Se giró para observar a los demás mientras mientras atravesaban la cortina y se colocaban contra la pared, fuera del del camino.
Gloria miró a Kinkajú, y sus escamas se transformaron en estallidos de púrpura real contra el azul profundo.
—Le dejé un rastro que seguir —admitió Kinkajú, con cara de culpabilidad. —Lo siento, Luna - pero ella es nuestra reina. La quería allí en caso de que realmente encontráramos a Carámbana—.
Luna asintió pensativa, volviendo a mirar a la Ala de hielo dormida. —Supongo que es una suerte que lo hayas hecho —dijo.
Invierno quería estar en desacuerdo, pero recordó la rabia desesperada en la cara de Carámbana. Había estado a segundos de matar a Kinkajú. Y aunque Kinkajú era sólo un Ala Lluviosa, tuvo que admitir (sólo para sí mismo) que no la quería muerta.
Además, sea lo que sea que haya planeado para mi hermana ahora, la Reina Gloria habría sido mucho menos misericordiosa si Carámbana hubiera matado a su amiga.
Así que fue una suerte para Carámbana, también, que Gloria los hubiera encontrado justo en ese momento.
Un par de Alas Lluviosas celestes se movían silenciosamente alrededor de Carámbana, limpiando sus heridas. Otra, de color rosa pálido, estaba junto a su cabeza con una cerbatana y dardos listos en caso de que se despertara.
El pecho de Carámbana subía y bajaba con largos y tranquilos movimientos, y su rostro estaba tan quieto como Invierno lo había visto. La expresión torturada había desaparecido, por ahora. Esperaba que tuviera unas horas de verdadero descanso antes de que Escarlata viniera a cazarla a través de sus sueños.
—Es extraño —murmuró uno de los sanadores Ala Lluviosas al otro. —Mira cuánto ha sangrado este rasguño, Rana Mugidora—.
—No se dejaba dormir —les dijo Kinkajú. —No ha dormido en cuatro o cinco días—.
Los curanderos hicieron chasquidos alarmados con la lengua y se inclinaron de nuevo sobre Carámbana, inspeccionándola más de cerca. —¿Por qué un dragón se haría eso a sí mismo?—dijo el que se llamaba Rana Mugidora. —Es peor que negarse a comer. Un día más y probablemente estaría muerta. Al menos será capaz de sanarse ahora que tiene que dormir—.
—Pasar incluso doce horas sin dormir es una de mis pesadillas —dijo el otro.
—¿Recuerdas aquel Ala Lluviosa de hace unos años que no podía dormir? Ese fue el caso más triste que he visto—. Rana Mugidora sacudió la cabeza y su cola se volvió de un un tono gris sombrío.
—¿Un Ala Lluviosa que no puede dormir?— Gloria se hizo eco. —¿No es eso como un Ala Marina que no puede nadar?—
—Fue peor que eso —dijo el dragón rosa. —Tampoco podía cambiar sus escamas—.
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Alas de Fuego #7: El cambio de Invierno
FantasyMisión audaz... o error mortal. Invierno ha sido una decepción para su familia real Ala Helada toda su vida. Cuando su hermana, Carámbana, se escapa de la Academia de la Montaña de Jade, huyendo de terribles crímenes y posiblemente planeando cometer...