Capítulo 11

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Invierno soltó un rugido y lanzó sus garras en un arco feroz.

El dragón atacante se detuvo en el último momento, justo fuera del alcance de las garras de Invierno. Dio un grito de sorpresa y cayó hacia atrás con un chapoteo.

—¡Eh! —dijo indignado el nuevo dragón. —¡Grosero! Podrías haberme arrancado la nariz!—

—Y te lo merecerías por saltar sobre mí de esa manera —gruñó Invierno.

—Estaba practicando mi acercamiento sigiloso —refunfuñó el dragón, poniéndose de pie y sacudiendo sus húmedas alas verdes. Era un Ala Marina, un poco más viejo que Invierno, pero mucho más escuálido. —En realidad no te habría hecho daño—.

—Eso es cierto, porque te habría arrancado la cola y te habría golpeado con ella primero —dijo Invierno.

—Bien —dijo Qibli desde la orilla. —Esta vez no la cara. Muy creativo—.

—¡Calamar! —gritó alguien por encima de ellos. —¿No has oído mis órdenes?— Un Ala Marina azul cielo con cuernos azul oscuro bajó de las nubes y aterrizó junto al primero con un chapoteo. Este dragón era más grande y fruncía el ceño.

—Queeeeeeeeeeeeeee —gimió Calamar.

—Dije muy claramente, que nadie se acerque a los desconocidos hasta que yo haya tenido la oportunidad de hablar con ellos —dijo el nuevo Ala Marina. —¿Qué estás haciendo? Lo contrario de eso—.

—Estaba siendo SIGILOSO —dijo Calamar, golpeando el agua con sus alas. —Papá dijo que debía practicar. Cree que se me da muy bien. Dijo que que tal vez algún día seré un espía increíble—.

El otro Ala Marina parecía haber llegado al horizonte más lejano de su paciencia. —Calamar, llévate tu acecho, tu fisgoneo y tu acoso a otra parte. Ya. Ahora mismo—.

—Bien, bien, bien—. Calamar salió del agua agitando las alas y refunfuñando. —Sabes, mi padre solía ser el líder de los Garras de la Paz. No sé por qué deja que le mandes. Cuando quiso hacerse a un lado, podría haberme dejado tomar el relevo, quiero decir, qué había de malo en ese plan...— Se fue hacia el cielo. Pudieron oírle murmurar y quejarse durante un rato mientras se alejaba volando.

Invierno y Qibli intercambiaron una mirada divertida. El Ala Marina azul respiró profundamente y exhaló lentamente.

—Me disculpo —dijo. —Finjamos que eso nunca sucedió. Mi nombre es Abisal. Vi vuestra señal ... ¿Estáis buscando a los Garras de la Paz?—

—Sí —dijo Invierno, saliendo del río a la hierba. —Mortífero dijo que debíamos acudir a ti. Necesitamos un Ala Celeste para que nos ayude con algo—.

—No tenemos muchos Alas Celestes —admitió Abisal. —Rubí perdonó a casi todos los que habían tenido un desacuerdo con su madre, así que todos los fugitivos que se habían estado escondiendo de Escarlata volvieron a casa. Pero todavía tenemos un par que no se sienten seguros de volver - puedo preguntarle a uno de ellos—.

Dejó escapar un extraño silbido agudo y otros dos dragones emergieron de los árboles. Una de ellos era una Ala Lodosa con la cola torcida; el otro, Invierno se dio cuenta con sorpresa, era un Ala Helada, de color blanco plateado con escamas inferiores de color púrpura pálido. Pero era un Ala Helada que nunca había visto antes, ¿y cómo era posible? Invierno tenía una excelente memoria para los rostros, y creía haber conocido a todos los dragones de su tribu al menos una vez.

—Por favor, pide a los Alas Celestes que vengan aquí —dijo Abisal al Ala Lodosa, que asintió y se fue volando.

—¿Quién eres tú?— Invierno preguntó al Ala Helada, que le miraba con ojos fríos como serpientes.

Alas de Fuego #7: El cambio de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora