Solo y enterrado en la roca, Acechador Oscuro esperó y escuchó.
Quedaban veintiséis dragonets de los treinta y cinco que habían empezado en la Academia de la Montaña de Jade. Y sus mentes estaban llenas de secretos.
En la cueva del arte, un Ala Nocturna se preguntaba dónde habían ido Observadora de la Luna y el resto del winglet de Jade. Sumergió su pincel en la pintura y se preocupó por la carta secreta que acababa de recibir de unos viejos amigos. ¿Será verdad? ¿Han escapado de la prisión de Púa? ¿Realmente van a volver pronto con un ejército?
Y, ¿lo sabe Mamá?
Y, ¿se unirá a ellos? ¿De qué lado del golpe estará ella?
¿Y querría que lo hiciera... o tal vez las cosas estén mejor como están, incluso con una Ala Lluviosa como reina?
No lo sabía. Tendría que tomar una decisión, probablemente antes de lo que quería, y no tenía ni idea de cuál sería la decisión correcta.
Acechador Oscuro lo sabía. Sabía qué opción llevaría a este dragonet a una vida larga y segura, y cuál terminaría en la muerte dentro de este año. También sabía qué opción sería mejor para sus propios planes. Pero qué camino tomaría el dragonet... eso aún era incierto.
En el exterior, en la orilla arenosa de un arroyo de montaña, la Ala Arenosa, con la mente en blanco, se quitó el collar, lo escondió cuidadosamente bajo una roca y se metió en el agua helada. Acechador Oscuro se acercó a ella, sabiendo que se trataba de unos raros minutos de exposición.
Frío, frío, frío, maldecía mientras chapoteaba. Estúpido, estúpido, estúpido tres LUNAS por qué hace tanto frío tengo que volver al desierto —
Bruscamente, en voz alta, dijo: —¿Estás escuchando? Será mejor que lo hagas—.
Por un momento, Acechador Oscuro se asustó pensando que se refería a él, pero luego continuó.
—Este plan es inútil. No he aprendido nada nuevo aquí y apenas puedo acercarme a la hija, sobre todo después de todos los disgustos con las cuevas que explotan y otras molestias incómodas. Pensé que tenía una idea, pero luego se levantó y desapareció de la escuela. No tienes idea de lo frustrante que es. Es como si otras cuatrocientas historias estuvieran ocurriendo a mi alrededor y nadie se diera cuenta de que soy yo quien va a dar forma al futuro de Pirria—.
Se quedó pensativa un momento, con pensamientos confusos sobre castillos, coronas y poder. Finalmente, dijo: —Hay otra opción posible si me quedo un poco más. Una dragonet, tan leal a ese personaje de Púa como cualquiera, y creo que está relacionada con uno de los generales de Púa. Ella podría ser mi entrada. Lo intentaré, pero si se vuelve demasiado molesto, volveré a la Guarida del Escorpión—.
Ónix salió del arroyo y agitó las alas con furia. —Envíame un mensaje de la forma habitual —espetó.
Seré reina dentro de un mes, tanto si ese viejo dragón me ayuda como si tengo que matarlo y hacerlo yo misma.
Dejó caer el collar sobre su cabeza, y todo lo que Acechador Oscuro pudo oír fue pelusa.
Interesante.
¿Con quién estaba hablando y cómo?
Deseaba poder decírselo a Observadora de la Luna. Deseaba poder decírselo a cualquiera, pero con ella fuera, no le quedaba nadie que pudiera escucharlo.
Vuelve pronto, pequeña Observadora de la Luna. Tráeme mi talismán, y vuelve pronto.
En las profundidades del lago subterráneo, otra dragonet nadaba, aunque la temperatura del agua no le molestaba.
La tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-nieta de Braza se zambulló en el fondo y luego salió disparada del lago, elevándose hasta el techo y volviendo a bajar en espiral con un chapoteo.
—¡Muy impresionante, Princesa! —dijo el Ala Marina llamado Lucio, remando en un pequeño círculo cercano. —¡Qué velocidad! Y que gracia—.
El Ala Marina con el brazalete de fuego celeste resopló desde lo alto de una roca. —Cualquiera puede hacer eso —dijo.
—No cuando estás atada a tu madre —dijo su hermana, echándole agua con sus garras. Nunca he volado tan rápido como quería ni me he elevado tanto como podía. Ahora puedo hacer cualquier cosa, lo que quiera. —Deja de ser un malhumorado, Tortuga. ¿Y qué si toda tu winglet se ha ido? Todavía nos tienes a nosotros—. Ella golpeó su cola en el agua, enviando una ola sobre los otros tres Alas Marinas en el lago con ella.
A menos que Mamá venga y trate de llevarme a casa. Pero no la dejaré. No lo haré. Puedo ser la dragona más poderosa del mundo, y si ella no aprendió eso de lo que le hice a Remolino, puedo enseñarle de otra manera.
Sin embargo, el hechizo del arnés de Mérgula debería mantenerla alejada de mí.
Si no lo hace, se me ocurrirá algo más fuerte.
—¡Te pillé! ¡La tienes tú! —Barracuda llamó, golpeando la cola de Anémona y corriendo.
El resto de los pensamientos de la princesa Ala Marina se dispersaron entre las risas y el juego.
Acechador Oscuro estudió sus posibles futuros con detenimiento, luego los guardó y siguió adelante.
Allí. Esta era la mente más interesante de la escuela.
Esta pobre dragona, paseando en una cueva vacía, con miedo a sus propias escamas.
Su mente era un amasijo de llamas, caliente y feroz y autodestructiva. Sus sueños eran perseguidos por una reina siseante con la cara derretida.
Su corazón fue entregado, por completo y para siempre, al único dragón al que no podía hacer daño.
¿Era ella "las garras del poder y el fuego"?
Acechador Oscuro no estaba seguro. Los caminos que tenía por delante eran todo confusión, como intentar seguir un mapa en un incendio forestal. Pero al otro lado, algo parpadeaba entre el humo. Algo parecido a la esperanza.
Algo con forma de pergamino.
No tenía que ver exactamente lo que pasaría. Ya estaba seguro de una cosa.
Esta dragona podría cambiarlo todo.
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Alas de Fuego #7: El cambio de Invierno
FantasyMisión audaz... o error mortal. Invierno ha sido una decepción para su familia real Ala Helada toda su vida. Cuando su hermana, Carámbana, se escapa de la Academia de la Montaña de Jade, huyendo de terribles crímenes y posiblemente planeando cometer...