8-RACHEL

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 Daniel se había mudado aBlackwood el año pasado y ambos habían sido compañeros. Su relación habíapasado por altibajos, especialmente debido a la aversión de Daniel hacia Eddie,el nuevo amigo de Rachel. Estaba concencido de que él era culpable del acoso anónimoque estaba sufriendo, y creía que algo oscuro y perturbador se escondía tras lafachada de "chico introvertido". Sin embargo, Rachel no le creyó hasta que fuedemasiado tarde. Finalmente, Eddie reveló su verdadera naturaleza aquella nocheen la que la atacó y asesinó brutalmente a su mejor amiga.
Daniel había desaparecido posteriormente a su ataque, pero Bonnie de algunamanera logró localizarlo. El chico había estado cautivo dentro del mataderoabandonado, en donde Helenka, la misma mujer que había secuestrado a suhermanito, lo había mantenido encadenado, y en donde casi había muerto dehambre.
Desde su liberación, se había sido reservado y reacio a hablar sobre lo que lehabía ocurrido. Sin embargo, después de enterarse de la desaparición de Sam, sepuso a disposición de la familia Anderson y la policía.
Aunque Rachel había hablado con Daniel en algunas ocasiones anteriores, él norecordaba la mayor parte de lo que había sucedido en aquel sótano. "Mecanismosde defensa del cerebro", le había dicho una vez, en ocasiones uno debía olvidarpara lograr sobrevivir, y la imagen de un cuarto plato sobre la mesa de suhogar se había materializado ante Rachel mientras lo escuchaba decir aquello.
Francamente, ya no contaba con que Daniel pudiera ayudar en algo más a lainvestigación, hasta hacía un par de días atrás cuando recibió su mensaje. Habíarecordado algo.
Las dos jóvenes ingresaron en el café. Un aroma embriagador de chocolate ycaramelo, inundaba el lugar. Rachel lo divisó casi al instante. Estaba inquietoen su silla, fingiendo interés por el pequeño menú plastificado que tenía en lamano. Sintió un nudo en la garganta; nolo había visto desde aquella noche en el matadero..
–Te esperaré allí –estableció Vynx. Se alejó y se sentó en una mesa para dos enla otra esquina del lugar.
–¡Hey! –exclamó Daniel al verla.
Se saludaron torpemente, incómodos de verse después de tanto tiempo. Sus ojosazules seguían siendo tan penetrantes como ella los recordaba, aunque ahoraparecían cansados, como si Daniel no fuera un adolescente, sino alguien quehabía vivido una vida larga y agotadora. Algo con lo cual ella podíarelacionarse.
–Luces diferente... de alguna manera –expresó él, mirándola de manera peculiar.
Rachel se había cortado el cabello y ahora lo llevaba hasta los omóplatos,aunque sabía que no se refería a eso. Los sucesos del año pasado los habíantransformado a ambos.
–Tú también –estuvo de acuerdo, y el hecho de que Daniel no hiciera uncomentario superficial como decir que seguía igual de guapo lo confirmó. En esemomento, el rabillo de su ojo captó un movimiento.– ¡Has traído a Mimí! –exclamófelíz.
La pequeña perrita Yorkshine se encontraba a su lado acurrucada dentro de unbolso negro.
–Viene conmigo a donde sea –respondió alegremente, para luego añadir algoavergonzado–. Me ayuda a reducir el estrés.
–¿Cómo lo estás llevando?
–Estoy aquí, ¿no? –inquirió bromeando, pero luego dejó de sonreír–. Todavíaestoy trabajando en mi claustrofobia.
Desde aquel tiempo que había pasado cautivo, Daniel no podía lidiar con los espacioscerrados o demasiado abarrotados, por lo que juntarse en uno de los café más alejadosdel centro, resultaba una buena opción para él.
–Un paso a la vez –lo animó Rachel.
–Si... supongo que podría haber sido mucho peor que no poder cerrar la puerta delbaño ¿verdad? –bromeó a medias.
–Ese es el Daniel que conozco –sonrió ella.
El muchacho le devolvió la sonrisa, parecía haberse relajado un poco.
–¿Sabes? Lamento no haberme despedido de ti el año pasado, debí haberme quedadoaquí en Blackwood –dijo, pasándose la mano por el cabello–. Pero parece que losDavis no sabemos cómo afrontar nuestros problemas, simplemente huimos de unaciudad a otra.
–¿Es por eso que has vuelto? –inquirió Rachel–. ¿Para enfrentar a tus demonios?
–Estoy enfrentándome a ellos en terapia. Créeme –remarcó él–. Pero sí,realmente no sé cómo lo haces, cómo puedes soportar vivir aquí después de todolo que ha... –Debió ver algo en el rostro de Rachel que lo hizo detenerse–. De cualquier manera, el tratamiento realmenteme está ayudando y... –su expresión se volvió seria–. También he comenzado conalgunas sesiones de hipnosis.
–¿Hipnosis?
–Es por eso que quería verte –indicó, jugando nerviosamente con un sobre deazúcar–. Cuando estuve con esa mujer... oí cosas. Cosas que había reprimido y ahorahe comenzado a recordar.
–¿Qué clase de cosas?
El cuerpo de Daniel se inclinó hacia adelante, como si no quisiese que losdemás escuchasen.
–Aunque nunca pude ver su rostro, la escuchaba –comenzó a decir, perturbado–. Aquellavoz... creo que nunca la olvidaré.
Se estremeció y su respiración se volvió agitada.
–Ella murmuraba incoherencias sobre un Lobo –continuó–. Parecía estar feliz,decía que él había regresado y creo... creo que ella me estaba preparando. Alprincipio pensé que se refería a Eddie y que él sería quien vendría, algún día,para acabar conmigo, pero ahora sé que no era él a quien ella esperaba.
Rachel tragó saliva mientras Daniel clavaba sus ojos aterrorizados en lossuyos.
–Creo que ella quería ofrecerme.
–¿Ofrecerte?
–Ofrecerme a alguien... o a algo –parecía revivir recuerdos en su cabeza–. Cadavez que bajaba al sótano, repetía lo mismo una y otra vez.
El rostro del muchacho se contrajo de temor.
–¡Mierda! Sería mucho mejor si no lo recordara –se lamentó él.
Luego tomo aire y recitó.
"El Lobo Negro desgarrará la carne ytriturará los huesos. Las hijas de la Oscuridad brindaremos a su salud".
Un escalofrío recorrió la espalda de Rachel hasta su médula.
–¿Las hijas de la oscuridad...?
Daniel asintió.
–Estoy seguro de haberla escuchado hablar en plural un par de veces.
–¿Quieres decir que Helenka formaba parte de algún grupo? –preguntó Racheltemerosa.
–No lo sé –dijo encogiéndose él de hombros–. Lo único que sé con certeza es queestaba loca. Los primeros días que estuve encerrado, intenté razonar con ella,le supliqué que me liberara una y otra vez. Demasiadas veces... hasta queamenazó con cortarme la lengua con unas pinzas. Y eso fue todo.
Daniel respiró profundamente, como si se hubiese sacado un peso de encima. Unpeso que ahora había recaído en Rachel.
–¿Le has contado esto a la policía? –preguntó ella.
–Sí, pero no creo que lo hayan tomado en serio.
Guardó silencio por un momento, pensativa.
–No sé si todo esto tiene algún sentido o si servirá de algo –añadió Daniel–.Pero pensé que debías saberlo.
Rachel dirigió una mirada llena de pavor hacia Vynx, quien a su vez laobservaba con sus intensos y enigmáticos ojos grises.

La risa de la Bruja (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora