Había estado escuchando, una y otra vez cómo Melissa practicaba cada una de las variaciones de la pieza de Paganini. La obra presentaba una variedad de técnicas altamente exigentes y a gran velocidad, que sólo podría estar al alcance de los violinistas más experimentados y virtuosos.
Vynx se llevó una mano a la cabeza, como si le doliera, y Melissa se detuvo.
–Tu ejecución es ineficiente –expresó sin rodeos–. Deberemos trabajar en el dominio de la técnica, antes de pensar siquiera en abordar la expresividad musical.
Melissa la observó con cierto recelo.
–¿Podrías ser más específica en cuanto a mi "técnica ineficiente"?
–Por supuesto –dijo adquiriendo una postura rígida–. En la novena, las notas del pizzicato de la mano izquierda son apenas audibles. Tu cuarto dedo es débil y tu mano izquierda carece de fluidez. Y esto es sólo el comienzo, podría hacerte una lista.
La joven de grandes ojos café contuvo una risita nerviosa.
–Creo que no será necesario –dijo reposando su cuerpo contra el piano del auditorio–. No me malinterpretes, me siento honrada de que hayas decidido venir hoy –soltó irónica–. Pero la idea de "practicar juntas" no consiste en que te la pases diciéndome lo que debo hacer.
Vynx guardó silencio. Había llegado al auditorio esa tarde sin previo aviso, y se había sentado cerca, escuchando atentamente a Melissa quien ya se encontraba tocando. Sin mediar demasiado, Vynx comenzó a dar indicaciones que según ella, le ayudarían a mejorar. Extrañamente de una manera muy similar a aquella vez que Melissa había lanzado su violín por la ventana.
Vynx la oyó suspirar resignada.
–¿Que te parece si ahora te escucho a ti para variar? –sugirió, conciliadora–. Te acompañaré con el piano.
–Me gusta practicar en soledad.
–Que sorpresa... – murmuró Melissa volteando los ojos–. Si no te hubiese visto tocar hace años, podría jurar que ni siquiera sabes utilizar el instrumento.
En ese preciso instante la puerta del auditorio se abrió y la consejera Miranda apareció con una sonrisa en su rostro.
–Andaba por aquí y pensé en pasar a saludar –se excusó mientras dirigía su mirada a ambas.
Melissa se aproximó hacia Vynx con una sonrisa, como si fueran íntimas amigas.
–Pues ha llegado justo en un receso. Shaw iba a mostrarme algunos patrones para mi mano izquierda. –mintió, dejando su violín a un lado–. Ya que a veces mi técnica puede ser un poco... "ineficiente".
Vynx frunció el ceño. "¿Shaw?".
–Oh, no creo que eso sea verdad. De seguro tocas de maravilla –la animó Miranda–. De hecho, pensaba que tal vez podría escuchar a alguna de las dos tocar algo –sugirió mientras se sentaba en un pequeño banquillo cercano.
Melissa le lanzó una mirada rápida a Vynx, sin dejar de sonreír. Aquello le recordó a una situación que había tenido con Ava mientras ambas observaban el escaparate de una tienda de ropa junto a Maggie. Ella había elegido un horrible vestido de flores grandes y amarillas y Ava intentaba delicadamente convencerla de lo contrario, pero como aquello no estaba funcionando, le había lanzado la misma mirada que Melissa, buscando, según le explicó Ava luego, que ella interviniera y la ayudase a convencerla. Pero Vynx no había salido muy bien parada de aquella situación.
–Tal vez en otra ocasión, el tiempo apremia y la interpretación debe ser perfecta –dijo con seriedad. Se felicitó a si misma ya que aquella frase parecía haber sido la adecuada.
–Por supuesto, tienes razón –se apresuró a decir la concejera, poniéndose nuevamente de pie–. Entonces las dejaré practicar tranquilas. Solo para constatar... Ningún violín ha salido volando por la ventana ¿verdad?
–No por ahora –bromeó Melissa.
–De acuerdo. Me alegra que ambas hayan recapacitado y que decidieran hacer las paces –dijo Miranda, positiva–. Entonces... las escucharé a ambas el día de la muestra. –dijo aquello como si esperase una confirmación.
Melissa asintió y luego la atención se centró en Vynx.
–Allí estaremos –dijo sin más.
La mujer sonrió satisfecha y luego salió del lugar.
Melissa se acercó a la puerta y verificó que se haya marchado.
–"¿Shaw...?" –inquirió Vynx, perpleja. Sabía que en el instituto, las personas mas cercanas solían llamarse juguetonamente por su apellido. Supuso que Melissa quería demostrarle a la consejera que no había nada de qué preocuparse, y que ahora ambas se llevaban bien, pero creía que se había pasado.
–¿Preferías que se quedara a escucharnos tocar?
–No, pero mentiste.
–Ella también mintió, ¿o crees que solo estaba "pasando por aquí"?
Vynx no entendía por qué las personas daban rodeos y se enredaban en pequeñas mentiras sin sentido en lugar de ser completamente sinceras.
–Además, tu también has mentido –añadió Melissa–. ¿O realmente vas a tocar?
–Yo nunca miento –contestó imperturbable–. Pero puedo cambiar de opinión.
–¿De verdad? –una sonrisa boba se asomó en el rostro de Melissa.
–¿Por qué pareces tan feliz?
–Tal vez porque me he quitado un peso de encima –dijo ella, acercándose–. O quizá porque finalmente podré escucharte tocar, o tal vez porque me gusta tener a alguien con quién competir. Quién sabe.
–Eres extraña – dijo Vynx, sintiéndose confusa al decirlo. Normalmente, era ella quien recibía aquella etiqueta.
–¡No tienes idea cuánto! –exclamó alegre Melissa–. Pues bien, si ambas vamos a presentarnos no deberíamos estar perdiendo el tiempo.
–No voy a practicar adelante de ti.
–¿Y quién dijo eso? Pensé que tal vez tendrías algún patrón para mi mano izquierda –dijo agitando los dedos como si bailasen....
Después de que la jovenmorena se pusiera "manos a la obra" y comenzara a practicar, Vynx se percató desu gran facilidad para recordar patrones complejos con tan solo verlos una vez.
–Casi había olvidado tu prodigiosa memoria –mencionó.
Ambas habían sido compañeras por un año, cuando ambas tenían doce, y Melissaera nueva en el instituto, pero luego Vynx se saltó un curso. Recordaba que asu ex compañera solía dársele bien recordar nombres de insectos, ubicaciones dehuesos humanos y divisiones de periodos en la historia del arte.
–Si tan sólo viniera acompañada de un gran coeficiente intelectual –añadióbromeando Melissa–. Aunque no puedo quejarme, odiaría tener que perder tiempoaprendiendo partituras.
Vynx no comprendía si estaba siendo irónica. Hubo un tiempo en que Melissahabía sido una estudiante promedio, incluso en algunas ocasiones podríanhaberla catalogado de mala estudiante. Fue luego de separarse cuando sus notascomenzaron a ser casi excepcionales. Se preguntó si debería preguntarle cómo lohabía conseguido o si aquella pregunta sería demasiado personal.
–¿Qué otras cosas puedes recordar con facilidad? –le preguntó en cambio, curiosa.
–Mayormente conversaciones e imágenes –dijo casi al instante–. Momentosparticulares, como la primera vez que vi al señor Hughes reírse tanto como paraperder la dentadura.
Vynx arqueó una ceja.
–¿No lo recuerdas? Sucedió en la tercera clase de historia –comenzó a relatar–. Él hablaba sobre lacolonización de América, pero nadie le prestaba atención. Aquello lo enojótanto que nos envió a hacer un trabajo sobre la importancia de acatar lasreglas. "¡Mil palabras, como mínimo!" – repitió, imitando al profesor–. Laclase siguiente, todas obtuvimos una F, ya que nadie llegó a terminarlo. Perotú te acercaste a su escritorio y le entregaste un dibujo. Hughes, frustrado,te preguntó por qué habías entregado eso. –una sonrisa anticipada se dibujó enel rostro de Melissa–. Fue tu respuesta la que lo hizo perder la dentadura.
–"Porque una imagen vale más que milpalabras" –dijeron ambas al unísono.
Ese día, Vynx había obtenido una A por su ingenio.
Sonrió ante aquel recuerdo desvanecido por el tiempo y una sensación decomplicidad la invadió por un momento. Pero luego, aquella cercanía seconvirtió en incomodidad, la cual Melissa pareció detectar, tomando nuevamentesu violín y preguntando:
–Bueno, ¿con qué debería seguir?
Por supuesto, ella no necesitaba sus indicaciones para continuar, pero intuíaque aquello tenía que ver con su reacción repentina.
–Comienza con el staccato de la variación número uno – indicó Vynx, adquiriendouna actitud pedagógica, con la que comenzó a relajarse un poco.
Inmediatamente, la muchacha adquirió una postura profesional. Parecía poseer uninterruptor que se activaba cada vez que agarraba el instrumento. Resultabaalgo peculiar presenciar cómo de un momento a otro, podía pasar de ser alguiencon un carácter despreocupado y explosivo, a alguien sumamente centrado ycompetitivo.
Cuando la práctica finalizó, ambas estaban exhaustas y hambrientas, así que compraronhelado una vez que salieron del instituto.
–¿Sabes? Realmente te envidio –expresó la joven de tez canela mientras sealejaban del lugar–. El año próximo estarás tocando junto a los mejoresviolinistas en juilliard. Ese ha sidomi sueño desde que tengo memoria.
–¿Tu sueño? –Vynx parecía empezar a comprender lo mucho que aquello significabapara ella.
–¡Por supuesto! ¿No era algo obvio? –expresó la joven–. ¡Y tú lo has conseguidotan pronto! Debes sentirte extasiada.
–Supongo –respondió encogiéndose de hombros.
Al parecer, aquella no era la respuesta que Melissa esperaba, ya que con unrápido movimiento le cortó el paso.
–Espera un momento... –comenzó a decir abriendo los ojos de par en par–. ¿Vas adecirme que ese no ha sido el sueño de toda tu vida?
Vynx reflexionó unos segundos. Nunca había indagado profundamente en ello; eraalgo que siempre había dado por sentado, un destino que había asumido comopropio.
–Era el sueño de mi madre. –confesó.
La revelación dejó a Melissa boquiabierta mientras Vynx aprovechaba para escabullirsepor un costado hasta llegar a la esquina donde sus rutas divergían.
–Necesito procesar esta información –murmuró Melissa, moviendo la cabeza ennegación–. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Debo irme... pero definitivamente tenemosque hablar.
Un torbellino de emociones parecía atravesar su rostro, como si estuvieraprocesando un exceso de pensamientos simultáneamente.
–De acuerdo –accedió Vynx, desconcertada por su reacción.
–Encabezará el top de mi lista. Me debes una conversación Shaw. –dijoacusándola con el dedo mientras comenzaba a alejarse. –. Sólo...recuérdalo.
Dicho aquello, se fue corriendo por el medio de la calle, esquivando los autoscomo una maníaca.
Vynx la observó alejarse peligrosamente.
–Intenta no matarte primero... –suspiró sacudiendo la cabeza.
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La risa de la Bruja (borrador)
Dla nastolatkówSaga "El Lobo" Libro 2 "La risa de la bruja" Ha pasado más de un año desde el incidente del matadero. Una pista reveladora. Una muñeca atada con hilo rojo. Y una frase del pasado que revelará el presente: "El Lobo Negro desgarrará la carne y tritu...