43-VYNX

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Las largas, pálidas y huesudas manos de Vynx se deslizaban con gracia sobre la madera, eliminando las motas de polvo. La textura suave y aterciopelada del trapo y el movimiento mecánico siempre la relajaban. Era uno de esos días en los que, después del instituto, pasaba por el Pink Palace para poner todo en orden. Era asombroso lo que cinco adolescentes, y un perro de tres patas, podían ensuciar. Había limpiado el skate de Lonnie, que colgaba peligrosamente de la pared, hasta sacarle brillo. También había barrido la alfombra tejida a mano que había hecho Ava y sacudido las estanterías repletas de libros que ella y Rachel compartían. Con la regadera de metal en mano, llenó de agua las macetas de las plantas que Bonnie había traído;  aquel año había descubierto una extraña fascinación por las plantas, aunque nunca recordara cuidarlas. Hacía tanto que Bonnie no pasaba por allí que las plantas hubiesen muerto de no ser por sus cuidados.
Mientras Vynx regaba las plantas, notó pequeñas gotas de agua sobre el suelo de madera. Enseguida buscó su trapo especial, el que utilizaba únicamente para secar las gotas, pero no lo encontró. Revisó en los cajones, sobre la estantería, pero allí no había nada.
–¿Dónde está el trapo azul? –preguntó en voz alta, con los brazos en jarra sobre la cadera.
Al voltearse, Vynx se encontró con Benji, moviendo la cola de un lado a otro con entusiasmo, llevando el trapo en el hocico.
–Buen chico –dijo con una sonrisa–. ¿Acaso has entendido lo que dije? Tal vez debería enseñarte más palabras. –de inmediato tomó dos botellas–. Esto es "cera". Protege y da brillo a los muebles. Y esto es "aceite de limón", evita que la madera se reseque. –Benji agitaba la cola frenéticamente, como hacía usualmente cuando ella le prestaba atención.
Mientras aún sostenía los productos de limpieza en la mano, alguien llamó a la puerta.
–¿Contraseña? –preguntó Vynx, con desconfianza.
–¡Petricor! –respondió la voz aguda de Ava–. ¡Aunque ya sabías que vendría!
–La seguridad es lo primero –dijo la pelirroja, invitándola a pasar.
–Cambiaste la puerta por una blindada, y además le añadiste este pequeño cerrojo que nunca usas –Ava jugueteó con la cadena, como si Vynx no entendiera su función–. Tal vez sea hora de prescindir de la contraseña.
–Nunca se es demasiado cuidadosa.
–O tal vez podrías devolverme mi llave.
–No lo creo.
–¡Buda! ¡Estás aquí! –Ava lo levantó en brazos y lo llevó hasta el kotatsu, donde lo sentó sobre su regazo.
–¡No puede estar ahí! –exclamó Vynx, indignada–. ¡Ava! ¡Lo estás malcriando!
–Tampoco podía estar dentro de la casa, pero lo está, ¿cierto? –la joven despeinó la cabeza peluda del animal y él comenzó a lamerla–. ¡¿Quién es un niño bueno?! ¡Buda, lo es!
–No necesitas hablarle como bebé. Puede comprender perfectamente tu tono normal –Vynx volteó los ojos–. Además, su nombre no es Buda, sino Benji.
Una extraña mueca se formó en el rostro de Ava, a medida que giraba la cabeza como si estuviese poseída.
–¿Acaso la dama de hielo ha decidido adoptarlo? –preguntó, intentando contener su sonrisa–. ¡Estoy orgullosa de ti!
–Un momento... estoy esperando que la familia perfecta aparezca –explicó Vynx–. ¿Sabías que muchos lo rechazan sólo por el hecho de tener tres patas? ¡Es inaudito! Él es limpio y obediente, y su ladrido no molesta ¡Es una mascota perfecta!
–Ahá... –Ava sacudía la cabeza cómo esperara algo–. ¿Y entonces?
–Y entonces tuve que ponerle un nombre para no referirme a él como "el perro", eso es todo –Vynx se cruzó de brazos mientras Ava se palmeaba la frente–. Además, Benji es mucho mejor nombre que Buda.


...

–¡Achis!
–Es la tercera vez que estornudas. ¿Estás enferma?
–Creo que me estoy por agarrar algo.
–¿¡Y de todas maneras viniste aquí!? –Vynx, consternada, se alejó de ella–. ¡Podrías enfermarnos!
–Sí, gracias. Me vendría bien un reconfortante chocolate caliente... ¡Achis!... Y un pañuelo.
Estaba un poco ojerosa y más delgada de lo habitual, así que Vynx, preocupada, comenzó a calentar agua. Cuando se acercó a la mesa, su amiga recibió decepcionada el té con miel y limón en lugar de su tan esperado chocolate.
–¿Has hablado con Lonnie últimamente?
Vynx se tensó ante la mención de su nombre. Sabía que no podía contarle la verdad, lo había prometido, pero por otro lado, ansiaba sacarse ese peso del pecho.
–Sé que está triste y enojada –continuó Ava, frustrada–. Yo también estaría volviéndome loca en su situación, pero intentaría apoyarme en mis amigas. Hemos estado juntas solo una vez desde la fiesta, es como si no quisiera verme.
Vynx comenzó a doblar de manera nerviosa uno de los pañuelos de papel. Tal vez Ava hablara tanto que no necesitaría contestarle; en ocasiones pasaba.
–Creo que me culpa por lo de la fiesta... por haber hablado con Rachel. Tal vez ella lo interpretó como un empujón final para romper la relación –Ava sacudió la cabeza mientras jugueteaba nerviosamente con uno de sus brazaletes–. ¿Crees que Lonnie me odie?
–Claro que no. Solo está atravesando un momento difícil –respondió Vynx con cautela, intentando sonar firme.
–Dice que soy egoísta, pero ella nunca deja que nadie la ayude.
–No te preocupes, la estoy vigilando –expresó Vynx, diciendo lo poco que podía–. He ido a verla en varias ocasiones.
–¿Tú...? –Ava arrastró la palabra, incrédula. De alguna manera parecía dolida.
–Sí. Hemos quedado en vernos para hablar, así que no te preocupes por Lonnie, está en buenas manos.
–Oh, claro... –Ava evitó su mirada y le dio un sorbo a su té. Como lucía algo extraña, Vynx le ofreció una pastilla para el resfriado que ella rechazó.
La visita de Ava no había sido una visita casual, y aunque generalmente las charlas arbitrarias solían extenderse cuando ella estaba presente, aquella mañana ese no fue el caso. Vynx tenía noticias que compartirle.
Rachel finalmente había logrado ponerse en contacto con ella; al parecer, el hospital tenía una estricta normativa que limitaba la comunicación con el exterior. Y Rachel había utilizado su única llamada semanal para contactarse con Vynx.
–¡¿Cómo rayos consiguió todo eso?! –exclamó Ava, cuando le habló sobre los objetos que su amiga tenía en su poder.
–No tuvo tiempo para explicármelo –Vynx sacudió la cabeza–. Pero lo que sí pudo hacer es darme algunas indicaciones.
Rachel quería que investigara a Arián Lawrie, y por supuesto, Vynx ya lo había hecho. El antiguo director de sanatorio Saint Mercy era un personaje muy peculiar. Al buscar su nombre en internet, aparecieron decenas de artículos con opiniones polarizadas sobre él. Sin embargo, Vynx, a quien le gustaba formar sus propias conclusiones, lo vio como un hombre de gran carisma, multifacético y complejo. Un científico con alma de artista, o tal vez al revés. Un hombre que mostraba una fascinación tanto por la ciencia como por el mundo espiritual, pero que, con el tiempo, se desvió hacia prácticas oscuras y explotó a sus pacientes como si fueran conejillos de indias. Sin mencionar las terribles acusaciones que lo vinculaban al al tráfico de órganos.
Lawrie había nacido entre el límite de Storybrook y Blackwood, en un terreno de veinte hectáreas en dónde habitaba con su padre, Cassian y su hermana mayor, Ginger. Cassian, quien no era muy aficionado a la gente, había criado a sus hijos en aquel entorno aislado y sin lujos, exigiéndoles trabajo duro. Él se dedicaba a la carpintería, mientras que Ginger vendía comida, de la cual destacaba su pan casero. El padre obligaba a Arián a aprender el oficio y no aprobaba sus inclinaciones artísticas, lo cuál provocaba ciertas asperesas en su relación. Pero no fue hasta que Ginger fue encontrada muerta en el bosque, atragantada por una hogaza de su propio pan cuando volvía del pueblo, que su padre comenzó perderse en el alcohol. Es allí cuando Arián, siendo un adolescente de catorce años descuidado por su padre, toma su camión y se dirige al pueblo para entregar una gran cruz de madera que había tallado como encargo para la iglesia. Pero nunca pudo entregarla, ya que fue embestido por otro vehículo y resultó gravemente herido, casi al borde de la muerte. A partir de ese momento, comenzó su fascinación, o más bien su obsesión, con el mundo espiritual. Se sumergió en civilizaciones antiguas, leyendas, filosofía y religión, así como en ciencia y el análisis de la mente.
Luego del accidente, su padre muere de cirrosis y Lawrie fue llevado a un orfanato, perdiendo sus tierras. Pero a pesar de las dificultades, era un excelente estudiante y no tardó en conseguir una beca para estudiar psiquiatría. Se graduó con éxito y se convirtió en un renombrado psiquiatra. Recuperó las tierras de su familia, que luego transformó en el campamento Wisteria. Sin embargo, para la mala fortuna de Ava y Vynx, quienes, a pesar de lo que ya sabían sobre él, seguían teniendo más dudas que certezas, Lawrie había fallecido hacía apenas unos meses, llevándose consigo los oscuros secretos ocultos tras su éxito.
–Estás bromeando ¿verdad? –Ava se apretaba la cien –¿Está muerto?
–Así parece.
–¡Genial! –ironizó, aunque Vynx podía entender su frustración–. Lawrie está fuera del mapa. ¿ Qué hay de las demás?
–Prácticamente nada –dijo Vynx–. No he encontrado información sobre las trillizas ni sobre Mildred.
Ava suspiró.
–A veces parece que avanzamos, pero en realidad seguimos atascadas en el mismo lugar –sostuvo, sombría–. ¿Rachel ha dicho algo más?
Vynx negó con la cabeza.
–La veré mañana, supongo que para entonces nos dirá algo más –explicó, mientras Ava fruncía el ceño–. Tú puedes ir la semana que viene.
–¿Por qué de pronto todas quieren verte a ti primero? –se quejó, cruzándose de brazos–. Yo también he estado investigando –añadió de manera infantil.
–¿Encontraste algo útil? –la pregunta de Vynx pareció herir el ego de Ava, aunque no pretendía hacerlo.
–¿Sabes? Tratar de desentrañar los misterios del universo no es algo sencillo.
–No he dicho que lo fuera –Vynx no comprendía porqué sonaba alterada. Ante su desconcierto, el rostro de Ava se suavizó y bajó la guardia.
–Lo siento, no he dormido bien. Y nadie debería estar cerca mío cuando tengo sueño. –se excusó su amiga–. Pero realmente he estado leyendo mucho y he aprendido cosas que podrían ser útiles.
Los ojos de Vynx brillaron, intrigados.
–Te escucho.
Benji se deslizó del regazo de Ava y se dirigió a su rincón bajo la escalera. Allí se acurrucó en un ovillo, suspirando con pesadez, como si todo aquello le resultara aburrido. Ava se acercó de nuevo a Vynx y comenzó a hablar en un tono bajo y misterioso, como si estuviera a punto de confesarle un gran secreto.
–He estado estudiando las energías y tratando de entender cómo se relacionan con los Lobos –comenzó a explicar–. Suena tonto, pero cuando supimos que el Lobo blanco había reencarnado en Rachel, esperaba que se convirtiera en un hombre lobo, o algo así ¡No lo se! –expresó Ava, avergonzada de si misma–. Pero ahora lo comprendo. La luna está relacionada a la protección y a la sensibilidad. Su energía es pasiva y suele influir en los cambios internos. Creo que por eso no hemos visto alteraciones físicas en Rachel, ya que la energía del Lobo Blanco actúa principalmente en su interior. Pero Rachel no es simplemente una vasija vacía, ella sigue aquí, en carne y hueso. Entonces, me he estado preguntado... ¿Podría la energía del Lobo Blanco estar afectándola de alguna manera?
–¿A qué te refieres?
–Amplificando ciertos rasgos. Como la vez en que su olfato y oído se agudizaron, pero en este caso me refiero a su personalidad. –Ava se removía inquieta, como si una corriente eléctrica recorriera su cuerpo–. Sabemos que ninguna es la misma desde lo del año pasado, pero Rachel... Hay momentos en que ni siquiera la reconozco.
–Lo sé... –Vynx aún recordaba su expresión la noche en que rescataron a los perros. Cuando ella se opuso a la idea, los ojos de Rachel cambiaron. Se volvieron fríos, afilados, como si, por un instante, estuviera frente a alguien más.
–Podríamos decir entonces, que la energía de la Luna supondría algo bueno en ella. Ya que tiene tantas cualidades positivas, ¿verdad? –los ojos de Ava brillaban con intensidad–. Pero ningún extremo es positivo. Toda esa concentración de energía podría desequilibrarla. Llevarla al extremo.
–¿Como ser temeraria en vez de valiente? –Vynx comenzaba a entender su punto.
–Exacto. Rachel no está exenta de la influencia negativa que podría causarle el Lobo blanco. Lo bueno y lo malo no son elementos separados, sino que conviven en cierto equilibrio. Son dos reflejos de una misma imagen.
Vynx la observó maravillada.
–No mentías cuando dijiste que habías investigado.
–Y aún no he terminado –añadió Ava, mientras terminaba de beber su té, en un largo trago–. Sé que has estado monitoreando a Rachel en secreto todo este tiempo.
–¿Cómo...?
–Vi tu tonto y diminuto anotador la última vez que la visitamos en su casa.
–Entrometida...
–Mentirosa.
Vynx suspiró.
–Omitir no es lo mismo que mentir. –se excusó.
–Pues en este caso si que es lo mismo –Ava sacudió la cabeza, sin ganas de discutir–. Pero eso ya no importa, lo que importa es que encontré un factor que podría influir en el desequilibrio energético de Rachel.
–¿De verdad? Yo también he estado trabajando en una teoría. –Vynx la observaba recelosa. ¿Acaso podría ser que Ava hubiese llegado a su misma conclusión sólo leyendo sus notas? –¿Qué factor? –preguntó, entre intrigada y escéptica.
El rostro de Ava se ensanchó en una sonrisa de suficiencia.
–¡La luna! –respondió–. ¿Acaso no es obvio?
La mandíbula de Vynx quedó abierta de par en par. Una mezcla de emoción y urgencia por corroborarlo la hizo saltar del asiento para buscar su anotador. Pasaba las páginas frenéticamente buscando las fechas de sus anotaciones y corroborando con el calendario las fases lunares. Todo coincidía.
–No puedo creer que lo pasé por alto... –murmuró Vynx, sintiéndose avergonzada. Era algo tan obvio que incluso Ava lo había notado. No es que ella no fuera inteligente, pero carecía de método y de disciplina.
–¿Qué creías tú que podía ser? –Ava frunció el ceño, confundida.
–Pensé que tenía que ver con las combinaciones de medicamentos –explicó aún revisando sus propias notas–. Su psiquiatra no ha logrado dar con la mejor combinación de pastillas, siempre están ajustando y cambiando de marcas, dosis... Pero ahora lo entiendo. Sus episodios aparecen cuando el Lobo Blanco es más fuerte.
Ava parecía complacida, pero su expresión cambió de inmediato, tornándose pensativa y preocupada.
–¿Qué? ¿Porqué tienes esa cara? –preguntó Vynx.
–Porque no tenemos idea de cómo todo esto podría estar afectando a Sam –indicó ella, pensativa–. En dondequiera que él se encuentre...

La risa de la Bruja (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora