AVA
No le resultó complicado encontrar alcohol. Noah había llenado su copa con algo demasiado fuerte y amargo. Ni siquiera le preguntó qué era, solo lo bebió lo más rápido que pudo. La noche no estaba resultando como lo esperaba. A pesar de los halagos recibidos por la originalidad de su vestido, Ava apenas podía compartir la alegría de sus compañeros. Se sentía desconectada de la situación, lo cual le resultaba extraño, ya que durante años había soñado con su baile de graduación. Con el extraordinario vestido que llevaría, con el apuesto muchacho con quien bailaría toda la noche y con la foto grupal que se tomaría con todos sus amigos, inmortalizando uno de los momentos más felices de su adolescencia. Pero algo no le cuadraba. El vestido era el indicado, aunque no su peso. El apuesto muchacho se encontraba allí, pero bailaba con otra muchacha. Y en cuanto a sus amigos, realmente actuaban como si esa fuese una de las mejores noches de sus vidas, pero para Ava carecía de sentido.
Mientras más lo meditaba, más se daba cuenta de que aquel sentimiento no tenía que ver con que las cosas no habían salido como ella esperaba, sino que había algo más. El brillo de las luces y la estridente música acentuaban aún más esa sensación. Era como si un velo hubiese caído de sus ojos, como si un hechizo, del cual no sabía que estaba bajo su influencia, se hubiese roto. Escuchaba las palabras, pero era como si viese más allá de ellas, como si comprendiera el mensaje oculto detrás. Mientras Amy relataba todo el trabajo que había realizado para el baile, Ava podía ver su búsqueda desesperada por aceptación, por alimentar su ego. Lo mismo le sucedió cuando oyó hablar a dos de sus profesores, quienes parecían competir por demostrar quién era intelectualmente superior en cuanto a sus logros académicos y publicaciones.
De pronto, la percepción de Ava cambió abruptamente. Las personas a su alrededor le parecieron vacías, como si estuvieran dormidas, ignorantes e individualistas. La conversación de Amy, que antes habría encontrado interesante, ahora le parecía un monólogo de inseguridades disfrazado de logros. Los profesores, que antes respetaba, ahora le parecían niños compitiendo por alguna tontería. Cada gesto, cada palabra, cada mirada le revelaban una verdad incómoda: todos estaban atrapados en sus propias burbujas, ajenos a cualquier sentido más profundo de conexión o significado de su propia existencia.
Ava se sintió abrumada por esta nueva percepción. La ilusión de celebración se desvanecía, dejándola sola en medio de una multitud que ahora sentía como extraños. Mientras miraba a su alrededor, se preguntó si siempre había sido así y simplemente no lo había notado, o si algo realmente había cambiado en su interior. De cualquier manera, sabía que ya no podía ver las cosas de la misma forma. Con un suspiro, dejó su copa a un lado y decidió dar un paseo, buscando un poco de claridad en medio del bullicio.
Caminó hasta un claro en el bosque donde había un gran círculo de rocas y lo que parecía haber sido una fogata en medio, cuya construcción le recordó de inmediato a las hogueras en donde quemaban vivas a las brujas. Una pira de madera en forma de pirámide envolvía un poste central donde, en vez de haber una persona, se encontraba una hoja similar a la de un pergamino, clavada con una flecha. "El libro de la Hoguera" leyó en la parte superior de aquella hoja larga. Era algo así como la lista de Santa Claus, pero en él sólo estaban escritos los nombres de las personas que habían sido "malas". Había muchos nombres que desconocía y alguien, a manera de broma, había dejado una pluma con la cual había escrito los nombres de algunos de sus compañeros. Ava la tomó y escribió al final de la lista: "Daniel Davis".
Aquello había sido algo infantil por su parte. No supo si lo hizo a causa del alcohol o por aquel horrible sentimiento que llevaba consigo. Tal vez solo estaba triste. Pero al terminar de escribir su nombre, Ava comenzó a llorar con tanta angustia que tuvo que alejarse de allí para evitar ser vista por la pareja que se acercaba. Ingresó a una construcción de piedras grandes e irregulares cubiertas de musgo. Caminó unos cuantos metros y se dio cuenta de que había ingresado a un laberinto de altas paredes oscuras iluminadas por faroles. Pronto se dio cuenta de que no tenía idea de dónde se encontraba y se preguntó cómo haría para salir de aquel intrincado entramado de caminos.
Cuando dobló a la izquierda, por un segundo creyó que había estado a punto de chocar con el brazo de alguien, pero en realidad, el brazo salía de la pared. Había decenas de ellos a ambos lados de las paredes que parecían querer atraparla, enredándose en su vestido y evitando su avance. Cuando Ava logró calmarse, pudo liberarse con facilidad. Observó aquellos brazos con más detenimiento. Parecían pertenecer a la misma persona, y por sus formas suaves supo que eran de una mujer. Aquella obra no se parecía en nada a las otras que había visto esa noche, pero había escuchado decir a Amy que la propiedad la había inspirado para elegir el tema del baile, ya que contaba con obras propias.
Ava no encontró el nombre del artista por más que lo buscó. Debía admitir que aquello era algo impresionante. Unos metros más adelante se encontró con una pieza similar, un mural en el que solo había manos. Cada una de ellas parecía contar una historia distinta; algunas manos rezaban, otras eran acusadoras o señalaban en distintas direcciones. Decidió seguir el consejo de una de ellas y virar hacia la derecha. Su sombra alargada se proyectaba de tal forma hacia adelante en la piedra que parecía llevarle la delantera. Cuando finalmente creyó haber encontrado la salida, se encontró, en cambio, con una pequeña construcción circular de caminos que apuntaban a un mismo lugar, el centro, en donde lo que vio la desconcertó por completo.
Era una cuna de bebé, una especie de monumento funerario de piedra caliza blanca. Ava se convenció a sí misma de que se trataba de otra escultura, aunque pensar que bajo sus pies podían estar enterrados los restos de un bebé le puso los pelos de punta. Se acercó motivada por la curiosidad y leyó el epitafio:
ESTÁS LEYENDO
La risa de la Bruja (borrador)
Novela JuvenilSaga "El Lobo" Libro 2 "La risa de la bruja" Ha pasado más de un año desde el incidente del matadero. Una pista reveladora. Una muñeca atada con hilo rojo. Y una frase del pasado que revelará el presente: "El Lobo Negro desgarrará la carne y tritu...