7-LONNIE

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–¡Necesitaba tanto esto! –exclamó Ava acomodándose dentro del acogedor kotatsu.
–Todas lo necesitábamos –asintió Lonnie, mientras acariciaba con su dedo índice el brazo desnudo de Rachel.
Se encontraban en el Pink Palace, una cabaña de dos pisos en medio del bosque que pertenecía a la familia de Vynx y que las chicas solían utilizar como refugio habitual.
–Bonnie deseaba tanto venir... –mencionó Ava con un dejo de pena–. Es una lástima que no haya podido.
–Mentirosa –soltó Lonnie con una risita–. Estás disfrutando que Maggie haya encontrado otra esclava para relevarte mañana en la iglesia.
–¿Se me nota demasiado? –bromeó su amiga, luego la miró con picardía–. De echo, se ha quedado hablando con Cole.
–¿Quién es Cole? –preguntó Vynx, sin levantar la mirada del libro que tenía entre las manos.
–El vecino –respondió Lonnie–. Es un niño extraño, ustedes dos congeniarían.
La colorada ni siquiera se mosqueó.
–¡Son tan adorables! –exclamó Ava con entusiasmo–. ¿Creen que sean novios?
–Si es así, "B" te ha ganado de antemano –indicó Lonnie, dándole un codazo juguetón en el hombro.
El rostro de Ava cambió abruptamente.
–¡Tienes razón! –se horrorizó–. ¡Tiene novio antes que yo!
–Eres una mujer fuerte e independiente –bromeó la chica de cabello dorado–. No necesitas un novio.
–¡Por supuesto que no lo necesito! –se indignó su amiga–. Pero no estaría mal tener opciones... –añadió pensativa.
–Si salieras con alguien, romperían antes de empezar la universidad, o después –intervino Vynx, aún con su nariz metida en el libro.
–Tal vez... –dijo Ava deprimida, pero luego enderezó los hombros y puso las manos en las caderas–. Oye, ¿no se supone que estás leyendo? Además, no todas las parejas rompen cuando alguno debe ir a la universidad. Mira a Lonnie y a Rachel.
–No me hagas empezar a hablar de ellas... –negó Vynx.
Lonnie dejó que se enfrascaran en una estúpida discusión sobre estadísticas amorosas y se percató de que Rachel casi no había dicho palabra desde que había llegado.
–¿Te encuentras bien? –le preguntó en voz baja.
–Sí, solo estaba pensando.
–¿En Daniel?
Rachel asintió. Hacía unas horas, había recibido un mensaje de su excompañero de instituto, el mismo chico que había sido secuestrado por Helenka el año pasado. Parecía estar en la ciudad y quería hablar con ella. Su reencuentro no hacía demasiado feliz a Lonnie, quien a veces creía ser la única que temía por fragilidad mental de Rachel.
–Si quieres, puedo acompañarte a verlo –le ofreció.
–No es necesario –dijo la joven, apartándose el cabello oscuro y largo del rostro–. Debes acompañar a tu madre al hospital.
–Puedo hacer las dos cosas –insistió su novia–. No deberías ir sola, quiero estar contigo.
Sabía que a veces podía volverse un poco sobreprotectora, pero el solo hecho de que Rachel pudiera sufrir otra crisis la aterraba.
–Yo iré –intervino Vynx, y ambas aguardaron la respuesta de Rachel.
–De acuerdo... –soltó a regañadientes.
Lonnie agradeció con la mirada a Vynx, pero Rachel la tomó suavemente del mentón para captar su atención.
–No voy a romperme –le aseguró firmemente.
Sus ojos eran penetrantes, enigmáticos, con una determinación y fortaleza que no había visto antes. Lonnie apartó la mirada, sintiéndose vulnerable por un momento.
–Lo sé –murmuró.
Rachel le sonrió y el ambiente volvió a relajarse. Entre tanto, Lonnie se sumió en sus pensamientos y su mirada se perdió en la joven que tenía entre sus brazos. Era sumamente hermosa y valiente; y supo en ese momento que no había nada que no hiciese para protegerla, la amaba. Pero aquel sentimiento tenía un sabor agridulce, ya que así como sabía eso, también sabía que Rachel amaba a su hermano, y que estaba dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias para encontrarlo. Una angustia creciente le susurraba al oído que aquel camino inevitablemente conduciría a un desenlace desafortunado.


...

Salió a tomar un poco de aire y encendió un cigarrillo. Estaba demasiado cansada, así que se dejó caer pesadamente sobre los escalones del porche mientras admiraba las estrellas. Inhaló una gran bocanada, inflando sus pulmones, y luego dejó que el humo se escapara lentamente entre sus labios. Se acurrucó sobre uno de los pilares de madera y comenzó a relajarse.
Permaneció así unos cuantos minutos, escuchando los ruidos del bosque, sumergida en sus pensamientos, hasta que empezó a quedarse dormida. Entró en una especie de nebulosa de imágenes difusas cuando, de pronto, un sonido estridente la despertó de un salto. ¡Un disparo! Y provenía del interior de la cabaña.
Se levantó a abruptamente, quemándose la palma al aplastar su cigarrillo contra ella, pero luego escuchó a Vynx molesta porque alguien había dejado caer una taza. Su corazón aún latía a toda velocidad, y le sudaban las manos. A pesar de que nadie la había visto, se regañó a si misma por reaccionar como una idiota. Últimamente tenía los nervios de punta, probablemente debido al estrés.
Había tenido que enfrentar el hecho de que no podría asistir a la universidad como las demás, y aunque intentaba aparentar que eso no le importaba, sentía una fuerte sensación de pesar. Continuar trabajando en la tienda y cuidar de su madre enferma sería su "brillante futuro".
Se pasó las manos entre el cabello, frustrada.
¿Por qué demonios nunca nada le salía bien? Había pasado la mayor parte de su vida creyendo que si su padre no se encontrara cerca, las cosas cambiarían para mejor. Pero no podía haber estado más equivocada.
Sonrió amargamente mientras prendía un segundo cigarrillo.
Había aprendido a aceptar, desde hacía mucho tiempo, que el odio, el miedo y la ira se hubiesen convertido en una parte de sí misma. Y los aceptaba porque sabía que ella era más que tan solo aquellos sentimientos. Sin embargo, después de lo ocurrido en el matadero, ya no parecía tan segura. Algo realmente oscuro se escondía en su interior, y amenazaba con salir en cualquier momento. Algo de lo que no podía hablar pero que tampoco podía dejar de revivir.
Algo a lo que no podía enfrentarse.

...

A la mañana siguienteBonnie paso a visitarlas.
–No han empezado sin mí, ¿verdad? –preguntó, ansiosa.
El día de la madre sería al día siguiente, y Ava había propuesto juntarse parahacer los regalos. Para Lonnie, ese día parecía absurdo, aunque en realidadcualquier celebración familiar se convertía en una especie de nube negra sobresu cabeza.
–Por supuesto que no, tú tenías la mayoría de las cosas –contestó bromeando lamuchacha de cabello rosado–. ¿Has traído todo?
La niña abrió su mochila y comenzó a llenar la mesa de objetos.
–Tengo lo que quieras –se jactó orgullosa.
Una hora después, Bonnie estaba concentrada en recrear un rosario con piedrasnaturales, mientras Ava decoraba una carta con flores secas. Lonnie, por otrolado, no había pensado en regalarle nada a su madre. Desde la primaria, habíadejado de hacerlo, considerándolo infantil.
–Debí haber elegido otra cosa...
Escuchó quejarse a Rachel.
Se acercó a ella y la tomó por la cintura.
–¿Cómo van las galletas? –preguntó, intentando sonar animada.
Mientras las sacaba del horno, un ligero olor a quemado se esparció por ellugar.
–No estoy muy segura... –respondió Rachel, dejándolas a un lado para que seenfriaran.
–¡Oh, por Dios! Hay brillantina por todo el piso –se quejó Vynx..
Si algo resultaba divertido de aquella mañana, era ver a Vynx volverse loca porel desorden.
–Luego lo limpio –canturreó Ava, sin prestarle atención, demasiado ocupadaadmirando su trabajo.–¿Estas segura de que no quieres preparar algo para Lynn?.
Al parecer Lonnie no era la única que no haría un regalo. Intentó leer elrostro de Vynx pero fue en vano. No sabía si ese día sería tormentoso paraella, y preguntarlo podría ser una mala idea. Una de las cosas que Lonnievaloraba de Vynx, aunque nunca se lo dijera, era que no tenía que hablar de sussentimientos si no le apetecía. No exigía respuestas como Rachel y no sentía lanecesidad de hablar de todo como Ava.
–Ella no es mi madre –respondió Vynx, frunciendo el ceño.
–Bueno... Maggie es mi tía y aun así le hice algo –retrucó Ava.
–Yo también –añadió Bonnie mientras estiraba el hilo y metía otra bolita–. Y ami abuela.
–Pues, si cualquiera puede recibir un regalo, no debería llamarse "Día de lamadre" –expresó Vynx sin comprender.
Lonnie aguantó la risa.
–¿Y qué me dices de ti? – Rachel le había pegado un codazo juguetón.
–Debo admitir que estoy de acuerdo con la pelirroja –dijo, sorprendiéndose a símisma, ya que eso no solía suceder–. Ese título no es para cualquiera.
– Entonces ¿no piensas darle nada a tu madre?
–¡Por supuesto! –exclamó irónicamente–. Tengo dos botellas de risperidona en mimochila.
–¿Aún se niega a tomarlas? –preguntó Ava, preocupada.
Negó con la cabeza.
–Cuando me enfermaba, mi abuela solía chantajearme con dulces para que tragasemi medicina –explicó Bonnie.
–Tal vez si le llevas algunas galletas, se ponga de mejor humor y las tome –aventuróRachel.
Pero Lonnie no parecía muy convencida.
–No lo sabrás si no lo intentas –dijo Ava arrastrándola hacia la mesa con ojossuplicantes.
Aunque Lonnie sabía que probablemente no serviría de nada, dijo con un suspiro:
–De acuerdo, ayudaré a ponerles glaseado... 

La risa de la Bruja (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora