Aquel sábado por la tarde, Lonnie se sentía un poco más ligera, un poco más alegre y, de alguna manera, un poco más esperanzada. Después de un largo baño caliente, se puso una camiseta blanca y unos jeans sueltos que dejaban ver sus pantorrillas, permitiendo que su cabello dorado se secara naturalmente mientras tendía la cama y se alistaba para salir. Descendió las escaleras casi deslizándose, y antes de irse, pasó por la cocina en busca de algo para comer.
–¡Mira esa sonrisa, Charlotte! –exclamó Clarisse. Ella y su madre se encontraban en la mesa de la cocina, tomando café y disfrutando de los famosos brownies de Clarisse–. No recuerdo cuándo fue la última vez que las vi a ambas tan felices.
Lonnie tomó un trocito de chocolate y se lo llevó a la boca.
–Supongo que lo estamos –coincidió Charlotte, con una sonrisa cómplice hacía su amiga–. Aunque ella todavía no lo sabe.
Lonnie frunció el ceño.
–¿Qué es lo que no se? –preguntó con la boca llena.
–Oh, casi arruino la sorpresa –exclamó Clarisse, tapándose la boca.
–¿Qué está pasando? –ahora Lonnie parecía preocupada. Las sorpresas nunca habían sido bien recibidas en el hogar de los Young. Su madre se levantó con sus largas piernas asomando a través de la bata abierta y se acercó a la mesada. Tomó un papel y se lo entregó a su hija.
"Nos dirigimos a usted en calidad de familiar registrado de Alexander Young, quien ha sido otorgado el beneficio de la libertad condicional según lo establecido por la Junta de..."
Lonnie volvió a leer el documento para asegurarse de que no se había equivocado. No había duda, en el título del comunicado se leía: "Notificación de Libertad Condicional".
–Va a volver a casa –afirmó su madre, con los ojos llorosos.
–¿Alex va a volver...? –repitió Lonnie, como si no entendiera lo que le estaba diciendo.
–¡Él va a volver! –gritó su madre de alegría, abrazándola y evitando que sus piernas le fallaran.
Tuvo que respirar profundamente un par de veces y tomar asiento antes de que su madre pudiera explicarle la situación con calma. Según le informó, debido a lo que las autoridades llamaron "irregularidades en el procedimiento legal y algunos errores administrativos", Alex había sido sometido injustamente a repetidos períodos de confinamiento y se le había negado cualquier comunicación con personas fuera de la cárcel. Esta situación, una clara violación de sus derechos, condujo a la decisión de otorgarle dos años de libertad condicional como una medida para corregir el error y permitirle reintegrarse gradualmente a la sociedad.
Lonnie se sintió mareada ante la oleada de emociones contradictorias que parecían atoradas en su pecho. Por un lado, la emoción de volver a ver a su hermano la llenaba, pero al mismo tiempo la indignación bullía en su interior ante tal corrupción del sistema. Alex tenía razón, su maldito padre siempre había estado detrás de todo lo malo que les había sucedido, y ahora estaba segura de que había tenido que ver con esa violación a sus derechos, ya que tras su muerte, se había destapado algo más en la olla, algo que apestaba a podredumbre. Y la institución que se suponía debía "proteger y servir", todo el maldito departamento de policía en el que solía trabajar su padre, estaba bajo investigación por corrupción. Una sonrisa amarga apareció en su rostro, ya era hora de que todo saliera a la luz. Por un momento se alegró de que su padre estuviera ardiendo en el infierno y deseaba que todos sus cómplices terminaran en el mismo lugar que él.
Pero no podía dejar que aquello le arruinara la buena noticia. ¡Alex volvía a casa!
Clarisse le ofreció otro pedazo de brownie que tomó con gusto y luego le sirvió un poco de limonada.
–Esto merece un brindis –dijo la mujer alzando su taza de café.
Charlotte y Lonnie se unieron a ella con más café y limonada.
–¡Por la familia y los nuevos comienzos! –vitoreo Clarisse.
–¡Por la familia y los nuevos comienzos!
...
Mientras pedaleaba absorta en sus propios pensamientos, no se percató de que ni Rachel ni Ava habían contestado sus mensajes. Tampoco intuyó nada extraño en la contestación que Vynx le había dado cuando avisó en el grupo que llegaría un poco más tarde. "Si fuera tú llevaría un tanque de oxígeno. Volveré al Pink Palace cuando se haya ido el olor". Nada fuera de lo normal, solo Vynx siendo Vynx, pensó.
Eran casi las cinco, realmente estaba llegando tarde. Si hubiera ido en su auto, tal vez no se hubiera retrasado tanto, aunque realmente no era su auto, era el de Alex, y probablemente cuando regresara querría volver a utilizarlo. Aquello no le molestó en lo más mínimo, utilizaría su bicicleta de ahora en adelante. Aceleró la velocidad, dejando que los árboles se convirtieran en grandes manchas verdes y borrosas a su paso. Levantó la mirada al cielo despejado y el sol la cegó por un momento, estaba impaciente por contarle las demás la gran noticia. No había visto a su hermano desde que tenía catorce años, se preguntó si Alex llegaría antes de que cumpliera los dieciocho, para lo cual no faltaba demasiado. También se preguntó si su aspecto habría cambiado, o si en cambio sería ella a quien él no reconocería.
Llegó al bosque casi sin darse cuenta. Dejó su bicicleta entre la de Ava y Rachel y se dirigió hacia la cabaña de dos pisos que ahora tenía colgado en su porche todos los atrapasueños que Leda ya no utilizaba. Subió los escalones de dos en dos y dio un golpecito alegre al cartel de madera que decía en letras rosadas "Pink Palace"
–¡Cariño ya llegué! –gritó mientras ingresaba al interior.
De repente, dos bestias grandes y peludas saltaron sobre ella y casi la tiraron al piso.
–¡Qué demó...! –exclamó sorprendida. Los dos sabuesos saltaban y movían la cola con fuerza, se le metían entre las piernas y le lamían los brazos.
–¡Nerón! ¡Brutus! ¡Abajo!
Los perros inmediatamente se alejaron. Rachel, quien les había dado la orden, se le acercó y le dio un pequeño beso en la mejilla, sonriente.
–Definitivamente debes decirme de qué me perdí –le dijo Lonnie, asombrada de ver a los caninos allí. En ese momento comprendió el mensaje de Vynx y se olió las manos, las cuales apestaban a perro–. ¡Ohhh! Ahora lo entiendo.
Se quitó los zapatos, se puso unas pantuflas con dibujos de leones y luego se lanzó al Kotatsu, junto con sus dos nuevos amigos caninos.
–No deben subirse allí –indicó Rachel–. Vynx va a infartarse.
–Creí que había muerto al verlos y supuse que la habían enterrado afuera–bromeó Lonnie, mientras Nerón se acurrucaba a su lado.
–¿Entonces pueden quedarse? ¡Eso es grandioso! –Ava se acercó a ellas hablando por teléfono–. Por supuesto, estaremos aquí. ¡Adiós!
Rachel la observaba ansiosa.
–¡Están adoptados! –exclamó Ava y ambas dieron saltitos de felicidad–. No te encariñes tanto –advitió luego hacia Lonnie–. Vienen a buscarlos en media hora.
–¡Genial! ¿En dónde los encontraron? –preguntó Lonnie–. Y mejor dicho, ¿Cómo lograron que Vynx accediera a entrarlos aquí?
Ava y Rachel se miraron de manera peculiar.
– Supongo que comenzaré a limpiar la planta alta antes de que Vynx regrese. –se excusó Ava, levantando en brazos a un pequeño perrito que descansaba debajo de la escalera y que Lonnie no había visto. Parecía una mezcla entre algo peludo y una rata grande; tenía tan solo tres patas. Ava se dirigió a la habitación de la planta en un evidente intento de dejarlas a solas.
Lonnie le dirigió una mirada curiosa a su novia y ella se sentó a su lado, mientras Brutus comenzaba a lamerle las manos.
–Bueno, es una historia graciosa... –comenzó a decir Rachel–. Verás...
Comenzó a contarle que había tenido otro de sus episodios de "sonambulismo", como solía llamarlos para minimizarlos. Que había ido hasta la perrera y había rescatado, o tal vez robado, a todos los perros del lugar. Se había llevado seis perros de distintos tamaños en el auto de Ava, con la complicidad de ella y de Vynx. Y que Vynx, solo había accedido a dejarlos allí por un día, así que habían estado intentando toda la mañana conseguir adopciones para todos ellos. Y que en aquel momento Nerón y Brutus habían sido adoptados juntos y...
Mientras Rachel hablaba a toda velocidad, como si no fuera gran cosa, el rostro de Lonnie se iba oscureciendo. Comenzó a apretar la mandíbula y le clavó los ojos como si estuviera por saltarle encima.
En ese instante, la puerta de entrada se abrió y Vynx apareció tapándose la nariz.
–¡¿Siguen aquí?! –exclamó con asco, mientras Nerón y Brutus saltaban sobre su falda de Tweed.
Lonnie se levantó en el actó y caminó hacia ella hecha una fiera.
–¡Tú! –la acusó con el dedo en alto–. ¡Y tú! –dirigió su mano hacia la escalera, donde Ava se había asomado al escuchar la puerta–. Afuera. Ahora.
–¿Ahora qué hice? –se quejó Ava.
–Lonnie, no te atrevas a echarles la culpa por algo que... –comenzó a decir Rachel, poniéndose de pie, pero su novia la frenó en el acto.
–Tú no. Tú siéntate –le ordenó Lonnie, feroz. Y tanto Nerón, Brutus y Rachel se sentaron en el acto.
A pesar de las protestas, Lonnie llevó a Ava y a Vynx unos cuantos metros fuera del Pink Palace, ya que no quería que Rachel las oyera.
–¡No puedo creerlo! –exclamó rabiosa, alzando las manos al cielo con frustración.
–Hicimos lo que pudimos –se excusó Ava–. No estabas allí, no podíamos simplemente tomarla de la mano y llevarla a casa, Lonnie.
–¿Entonces pensaron que lo más lógico para hacer a continuación era entrar ilegalmente a la perrera y robar seis perros con ella?
Ava apretó los labios, sin saber qué objetar a eso.
–¡¿Por qué demonios no me llamaron?! ¡¿O a sus padres?! –las increpó.
–Olvidamos nuestros teléfonos –contestó Vynx.
–¡¿Ambas?! –Lonnie no dejaba de levantar la voz, exasperada–. Puedo creerlo de Ava ¿Pero de ti, Vynx?
–¡Hey! –se quejó la joven de cabello rosado.
–Sabes que hay reglas –le recriminó Lonnie a Vynx–. ¡Sabes que la puerta debe cerrarse con llave por la noche para que ella no pueda salir caminando por ahí! ¡Y sabes que siempre debes llevar tu móvil encima!
–Yo fui quien olvidó cerrar la puerta con llave ¡Lo siento! ¡¿De acuerdo?! –reveló Ava, acongojada–. Se que estás furiosa y tienes razón. Yo fui quien obligó a Vynx a ayudarnos con los perros. Lo siento, me pareció que era lo correcto en ese momento. –dio un paso adelante, acercándose a Lonnie–. Se que piensas que soy una tonta y que y que no puedes confiar en mí, por eso te ensañas con Vynx, pero debes parar.
El corazón de Lonnie comenzó a desacelerarse, y su pecho comenzó a respirar con un poco más de normalidad.
–Sé que te preocupa profundamente Rachel, y eso es lo que más admiro de ti –continuó Ava con voz suave–. Hemos estado en el hospital esta mañana, ¿y sabes quién se ha quedado con todos los perros hasta que volvimos? Vynx.
–"No se permiten animales"–Vynx movía la cabeza con pesar–. He roto mi propia regla.
–¿Qué han dicho en el hospital? –preguntó Lonnie secamente, aún molesta.
–Que probablemente sea la mezcla entre sus medicamentos y la pastilla para dormir –le informó Ava–. Van a cambiársela. Además, informamos lo ocurrido a sus padres. Bueno... no del todo –una sonrisa reconciliadora se formó en su rostro.
Lonnie bajó la mirada, sintiendo cómo la rabia comenzaba a ceder.
–No debería haberles gritado–admitió, mientras una sensación de culpa pesaba sobre sus hombros–. Sé que ustedes también se preocupan por ella. Y es por eso que no debemos apañarla en sus ideas descabelladas. Rachel no está bien. Estoy segura de que sanará con el tiempo, pero nosotras más que nadie, debemos intentar que no pase la línea otra vez.
La línea entre la cordura y la irrealidad. A eso se refería. Aquel "episodio" sucedido el año pasado no podía volver a repetirse, o Rachel finalmente terminaría encerrada en un loquero, o tal vez muerta.
Ava se acercó a ella y le pasó el brazo por los hombros, reconfortándola.
–Ella estará bien –le aseguró–. No dejaremos que nada malo le suceda. Una para todas y todas para una, ¿verdad?
Lonnie asintió, ahora más tranquila.
–Y no creo que seas tonta. Sé que puedo confiar en ti –le remarcó para luego dirigirse hacia Vynx–. ¿Y eso que has dicho antes... significa que ya no debemos seguir ninguna de esas tontas reglas?
–Ya quisieras... –musitó Vynx con el mentón en alto.
Las tres comenzaron a caminar de vuelta, justo en el momento en que Rachel salía de la cabaña con el rostro preocupado, pero que se relajó instantáneamente al verlas reír.
–¿Ni siquiera la regla de la contraseña? –inquirió Lonnie de manera juguetona.
–Ni hablar –negó Vynx–. Y hablando de eso, la nueva contraseña es "Petricor". Recuérdenla.
Lonnie comenzó a recobrar la positividad de hace unas horas y por un momento se sintió valiente. Dejó a sus amigas atrás y se acercó trotando hacia Rachel.
–¿Vendrías al baile conmigo? –le soltó antes de siquiera mediar palabra.
Rachel la rodeó en un abrazo íntimo y la besó en los labios.
–Pensé que nunca me lo pedirías –le contestó.
ESTÁS LEYENDO
La risa de la Bruja (borrador)
Dla nastolatkówSaga "El Lobo" Libro 2 "La risa de la bruja" Ha pasado más de un año desde el incidente del matadero. Una pista reveladora. Una muñeca atada con hilo rojo. Y una frase del pasado que revelará el presente: "El Lobo Negro desgarrará la carne y tritu...