27-VYNX

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Vynx avanzaba con pasos rápidos y decididos a través del parque. El mensaje de Bonnie había sido claro: poseía lo que ellas habían estado buscando y estaba dispuesta a destruirlo si no le revelaba la verdad sobre los diarios de Agatha. Vynx, había optado por enfrentar la situación sola, ya que nadie más había recibido el mensaje, por lo que tuvo que inventar una excusa para abandonar a las demás. Al llegar al lugar indicado bajo el árbol, un joven de cabello encrespado y aspecto peculiar pareció reconocerla.
–Eres Vynx ¿verdad? –preguntó el niño. Llevaba una gorra de aviador con lentes incorporados–. Soy Cole.
–¿Dónde está la pequeña extorsionadora? –preguntó directamente Vynx, buscándola por los alrededores.
–Ha ido al baño de la cafetería –explicó Cole, señalando una pequeña tienda con flores que se trepaban por las ventanas–. Puedes sentarte a esperar, ha estado ahí por mucho tiempo.
Vynx soltó un resoplido, irritada y comenzó a alejarse por el sendero de grava que crujía bajo sus pies.
–¡Hey! ¡Dijo que la esperemos aquí! –escuchó al niño gritar tras ella.
Una vez dentro de la cafetería, se dirigió directo al lavabo, sorteando las mesas ocupadas por jóvenes que charlaban animadamente.
–¿Bonnibel White? –llamó al abrir la puerta–. ¿Estás aquí dentro?
–¿Vynx...?
–Si vas a extorsionarme por lo menos deberías estar en el lugar pactado.
–Vynx, yo... –escuchó decir a Bonnie detrás de una de las puertas–. Necesito ayuda.
–¿Ayuda? ¿Por qué debería ayudarte si...?
Bonnibel abrió la puerta con cuidado y la arrastró dentro.
–Me he ensuciado –susurró la niña, avergonzada.
–¿Y por qué no te lavas? –preguntó Vynx sin entender.
Bonnie tuvo que explicarle que había tenido su primer periodo y que necesitaba ayuda. Vynx estaba más pálida de lo normal, odiaba la sangre–. Por supuesto. Iré enseguida, tú... quédate aquí.
–¿Podrías decirle a algo a Cole para que se vaya a casa?
–Si, claro...
Cole estaba esperando en la entrada cuando Vynx se acercó y le dijo que Bonnie había tenido su periodo y que él debía marcharse. La confusión del niño le ayudó a despacharlo rápidamente y luego ella se dirigió a la farmacia más cercana, deteniéndose en el pasillo de higiene femenina.

...

–Ve a ver ver si necesita algo –indicó la mujer de pañuelo azul.
–¿Por qué debo hacerlo yo? –objetó el muchacho delgado.
–Porque yo estoy cobrándole a los clientes –murmuró ella entre dientes–. Además, ha estado ahí parada hace más de veinte minutos. Probablemente necesite ayuda.
Discutían sobre quién debía de atender a la joven que parecía haber salido de una película antigua de los sesenta y que lucía completamente desorientada.
–Pero ella no es muy amable –murmuró el muchacho entre dientes, detrás de una sonrisa falsa–. Una vez amenazó con demandarme.
–¡¿A ti también?!
En ese momento, la campana de la puerta anunció otro cliente.
–¡Bienvenido! –exclamaron ambos al unísono.

...

–¿Vynx...?
Una voz familiar resonó en el pasillo, sacándola del trance en el que se encontraba.
–¿Melissa? ¿Qué estás haciendo aquí?
–Vine a comprar unos remedios para mi abuela... –explicó ella, sus ojos escudriñaban el estante en el que Vynx había estado absorta–. ¿Necesitas ayuda con eso? Pareces algo contrariada.
–No comprendo cuál es la más eficiente. Hay demasiadas opciones. Con alas, sin alas, finas, regulares, ultrafinas, perfumadas... – Vynx comenzó a decir, frenética–. ... Sin perfume, nocturnas, con gel, orgánicas, de algodón,...
–Tranquila –la interrumpió Melissa, colocando una mano reconfortante en su hombro–. ¿Cuál sueles comprar?
–Ninguna.
–¿Usas tampones o prefieres la copa? –volvió a preguntarle, levantando una caja y luego otra.
–¡Ninguno! ¡No lo sé! –exclamó Vynx con frustración.
Melissa enarcó una ceja en señal de interrogación.
–¿Y qué haces cuando te viene el periodo? –le preguntó.
–Nada. No tengo el periodo –reveló Vynx.
–¿¡Qué!? –exclamó Melissa, abriendo sus ojos con asombro–. ¿Cómo es posible?
–Tengo problemas hormonales, nunca lo he tenido –explicó Vynx.
–Vaya, no sabía que eso podía pasar –expresó Melissa, contrariada–. Entonces, ¿para quién es esto?
–Es para Bonnie. Es la primera vez que lo tiene y me está esperando en el baño hace más de media hora.
–¿¡Hace más de media hora?! –exclamó Melissa, e inmediatamente se sumergió entre los estantes–. Dame un minuto.

...

–Gracias, Melissa –expresó Bonnie con gratitud, aceptando el helado que la joven de cabello encrespado le había ofrecido con una sonrisa.
–No es nada. Debíamos celebrar de alguna manera –respondió la adolescente, guiñándole un ojo con complicidad..
Bonnie lucía unos nuevos leggins que Vynx le había comprado de la tienda de segunda mano junto a la cafetería. Ahora, las tres se encontraban sentadas en uno de los bancos del parque, deleitándose con sus helados. Melissa había insistido en acompañar a Vynx y había tenido una conversación con Bonnibel sobre el periodo. La niña le había realizado varias preguntas, despertando el interés de Vynx, aunque esta trató de disimularlo, asumiendo que eran temas que ya debería conocer.
–¿No te habían hablado de esto en la escuela? –preguntó Melissa, acomodando su blanca camiseta de The Smiths.
– Nos mostraron un video una vez –respondió Bonnie–. Y Maggie me preparó un estuche pequeño, pero siempre olvido llevarlo conmigo.
Vynx se sentía extraña. Como si la hubieran tomado desprevenida. No hubiera podido resolver la situación sin la ayuda de Melissa y aquel sentimiento no le agradaba.
–¿Sucede algo? –le preguntó Bonnie, como si de alguna manera hubiese olfateado la debilidad en ella. Se aclaró la garganta. Quería sentirse en control nuevamente, así que fue directa.
–Ahora que ya estás bien, deberíamos hablar de negocios –le dijo, expectante.
Bonnie le echó una miradita nerviosa a Melissa.
–¿Debería irme...? –preguntó ella.
–Si.
–No.
Hubo una breve pausa de desconcierto, seguida por un gesto de fastidio.
–De todas maneras debo volver a casa –se excusó Melissa, apresurando sus palabras–. Nos vemos luego. Gusto en conocerte, Bonnie.
Se despidió con la mano y se alejó rápidamente.
–Grosera –regañó Bonnie a Vynx, una vez que la muchacha desapareció.
–¿Preferías que se quedara a escuchar? –Bonnie no le respondió, en cambio, le puso mala cara–. Dime ¿Qué es has encontrado?
La niña mostró un sobre viejo y un pañuelo verde, que mantuvo a una distancia prudente. Era evidente que no iba a revelar nada más hasta que sellaran el trato.
–Puedes verlo si me cuentas lo que realmente sucedió el año pasado –sostuvo Bonnie.
–¿Y faltar a la promesa que le hice a Ava tan sólo por un sobre?
–Y un anillo –añadió inmediatamente Bonnie, aunque luego se dio cuenta que había hablado de más–. ¡Demonios!
–Puedes hacerme una pregunta que contestaré y eso es todo –dijo Vynx firme.
–¡¿Una?! No lo creo... –soltó Bonnie, indignada–. Por lo menos deberían ser unas diez, como mínimo.
–Dos.
–Cuadro.
–Me voy –Vynx se levantó, aunque no tenía intenciones de hacerlo, sólo quería que Bonnie creyera que no estaba interesada.
–¡De acuerdo! ¡Tres preguntas! –exclamó Bonnie de mala manera. Su pequeña táctica había funcionado.
–Es un trato –asintió Vynx, estrechando su mano.
Mientras Bonnibel pensaba detenidamente en lo que quería saber, le entregó un anillo con un símbolo que nunca antes había visto junto con una carta. En ella, Leda le había dado varios nombres para investigar, así como también una nueva pieza de información sobre lo que parecía ser una sociedad secreta de mujeres, Las Hijas de la Luna, quienes sonaban como una contraparte de Las Hijas de la Oscuridad.
A Vynx se le secó la garganta al comprender de que no tenía idea de cuántas personas estarían involucradas en esto. Debía ponerse manos a la obra de inmediato. Tomó el cuaderno en el que llevaba el seguimiento de Rachel y anotó todo lo que le pareció importante.
–Aquí va mi primer pregunta –anunció Bonnie, mientras Vynx continuaba escribiendo–. ¿En qué cuerpos han reencarnado los lobos?
–En Rachel y en Sam, su hermano.
Los ojos de Bonnibel se abrieron de par en par.
–Es por eso que Sam se me abalanzó aquel día en la escuela –recordó Bonnie–. Estaba buscando el collar.
Se tomó unos segundos para procesar la sorpresa y luego algunos más para elegir con cautela su próxima pregunta. Su rostro estaba tan serio que la hacía parecer alguien mayor.
–¿Dónde están los collares? –preguntó con interés.
–Uno ha desaparecido con Sam y el otro... –Vynx no quería que ella tuviera acceso a aquella información, era demasiado peligroso–. ... está en un lugar seguro.
–Esa no es una respuesta.
–Tercera pregunta.
–¡Pero no me has contestado!
–Te queda una última pregunta –informó Vynx, aunque sabía que no estaba siendo del todo justa–. Piensa bien qué es lo que quieres saber, el resto deberás preguntárselo a Ava.
Bonnie la observaba con indignación, pero a pesar de su enfado, no dejaría pasar la oportunidad de conocer lo que tanto se había preguntado.
–¿Mi abuela realmente mató a aquellas personas? – preguntó con determinación.
Vynx apretó los puños.
–Si... –le contestó con pesar–. Pero me temo que no tuvo opción.
Un silencio tenso y cargado envolvió el parque a su alrededor. Algo en Bonnie parecía haber cambiado, aunque Vynx no estaba segura de qué era. En aquel instante, dudó de si lo que acababa de hacer era correcto o incorrecto.
–No sé qué se supone que debo hacer ahora –confesó Bonnie, observando cómo el cielo comenzaba a nublarse–. Creo que me iré a casa.
–Escúchame. No debes compartir esto con nadie más, no lo entenderían.
–Descuida, no lo haré –aseguró la niña, que comenzó a alejarse con pasos lentos y pesados.
–Y Bonnie... –Vynx la llamó una vez más–. No hagas ninguna tontería–le advirtió.  

La risa de la Bruja (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora