Chapter seventeen

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-- Deja cosas en tu cuarto y luego baja, los elfos casi terminan la comida-- su cabeza en alto y su mirada de ojos negros sin sentimientos me miraba directamente.

Muchos apartarían la mirada por lo intimidante que llega a ser esa señora, pero años en esa casa y mi orgullo de serpiente me obligan a mantener la vista fija en sus ojos, sin titubear mi un segundo.

-- Claro madre-- le contesto y empiezo a subir las escaleras con el baúl hasta llegar a mi cuarto. Una vez allí, lo dejo contra mi cama y empiezo a desempacar y acomodar las cosas, porque si bien mi madre me dice que deje esas cosas a los elfos, no soy un gran fan de que toquen mis cosas, mucho menos sabiendo que si llegan a encontrar algo - aunque me deshaga de todo - que pueda hacer enojar a Walburga, se lo mostrarían. Menos Kreacher, él sí tiene toda mi confianza, hasta sabía que Sirius iba a huir, él le pidió a Kreacher que le dijera si sabía que algo malo me pasaba.

Cuando terminé de ordenar todo, bajé al comedor, Walburga y Orion sentados en los extremos de la larga mesa.

Yo me senté en el medio, las sillas negras y el ambiente tenso y aburrido. Prefiero estar en clases de transformaciones que aquí.

La comida aparece y empezamos a comer en silencio, uno que Orion interrumpe, preguntándome algo directamente.

-- ¿Cómo han estado tus clases este año, Regulus?-- su tono frío, pero en comparación al de Walburga parece un abrazo. Uno en el que te apuñalan, pero algo es algo.

-- Todo Extraordinario, sólo saqué un Supera las Expectativas en Transformaciones-- respondo, pues de todos modos, aunque mienta, el informe llegará en unos días.

-- ¿Y por qué no un Extraordinario en Transformaciones también?-- interroga Walburga.

-- Porque no es mi mejor materia, pero McGonagall dijo que, de todas formas, soy muy bueno-- respondo, mirándola ahora directamente al igual que ella a mí.

-- ¿Y si eres muy bueno por qué no te sacas un Extraordinario? ¿Acaso debemos prohibirte el Quidditch y amistades para que seas el mejor de la clase?-- continúa mi madre, sin pestañear.

-- Porque saqué una nota menor a diez, y si saco nueve ya no puede ser Extraordinario, y dijo que si lo pasáramos a números sería un nueve-- contesto, dejando los cubiertos en el plato y apretando mis manos sobre la falda.

-- Pues de todas formas no eres el mejor. Debes esforzárte más, Sirius era el mejor en Transformaciones-- llevo otro bocado de pollo a su boca, apartando su vista al fin.

-- Oh, claro, ahora aman a mi hermano, ¿no?-- comento con ironía.

-- No te atrevas a llamarlo así, él no es tu hermano, ya no. ¿Acaso me ves llamando así al traidor de Alphard?-- levanta la voz, notablemente irritada.

-- No me sorprende que no lo hagas, es decir, a él no lo llamas primo aunque lo sea y te refieres a él como tu esposo en lugar de lo que es: el hijo de tus tíos-- la desafío, mis uñas clavándose en mis palmas.

-- Regulus-- advierte Orion, pero ambos lo ignoramos.

-- Oh, ¿ahora nos cuestionas?-- ríe sin gracia-- Agradece que necesitamos un heredero o ya te habría quemado del árbol genealógico-- comenta.

-- Hazlo, por favor. Hasta tus padres van a considerar lo mala madre que debes ser si pierdes a tus dos hijos-- la reto, pero ella toma su varita mientras se levanta de la silla y me apunta.

-- ¡Crucio!-- pronuncia la mujer de pie, apuntándome sin titubear ni temblar, y una punzada irresistible de dolor me recorre el cuerpo.

Si bien con los años me he acostumbrado al dolor y puedo controlar mis reacciones, sigue siendo en extremo doloroso, por lo que me sujeto a la mesa con ambas manos cuando casi caigo de la silla y mis ojos se cristalizan.

Ciervo - JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora