Cena para dos

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Sam llegó a la casa de Andrea y por fin se dio cuenta que su reloj había decidido descomponerse justo ese día. Encendió la pantalla de su celular y notó que llevaba media hora de retraso.

Estaba segura que Andrea estaría molesta y que ni siquiera querría salir con ella, pero de todas formas se arriesgó a tocar el timbre. El mayordomo la hizo pasar y esperar en el recibidor, una Andrea bellísima y sofisticada fue bajando las escaleras.

Sam sacudió su cabeza ante la imagen que estaba viendo, ahora que lo pensaba, Kara tenía razón, Andrea sí parecía una estrella de cine. Mientras que ella seguro parecía su emocionada fan en la espera de un autógrafo.

Intentó leer su expresión facial para descubrir si Andrea estaba enojada con ella, pero no logró llegar nada. En ese sentido, le gustaría que Andrea fuera tan trasparente como la novia de su mejor amiga.

—Por un momento, pensé que me habías dejado plantada, Sam. Aunque pensaba llamarte sólo para asegurarme de que te encontraras a salvo.

—¿Te preocupa lo que pueda pasarme, Andrea? Tú sí que no me dejas de sorprender. No pasó ni una cosa ni la otra, me siento bien y nunca haría algo tan irracional como faltar a una cena contigo. Lo siento, mi reloj decidió que hoy era un buen momento para no servir.
Sé que suena como la peor excusa del mundo, pero juro por mi amistad con Lena que estoy diciendo la verdad.—Andrea no tenía razones para no creer lo que decía Sam y era cierto que sí se había empezado a preocupar, así que verla le causó más alivio que cualquier otra sensación.

—No te preocupes, yo te creo. Y sí me importa que estés bien... Digo, es normal que eso me importe. Y bueno, ¿Podemos ir a nuestra cena?

—Claro, iremos a donde tú quieras.

—Pensé que cuando me invitaste a salir tenías en mente algún lugar.

—Tendría, sí, pero recuerda que no esperaba que aceptaras mi proposición. Quiero que te sientas cómoda y estés en un lugar donde la vayas a pasar bien.

—Te lo agradezco, Sam. Eres muy considerada.

—¿Qué te puedo decir? Soy una persona increíble.

—Me gusta la confianza que tienes en ti.

—En algo teníamos que parecernos... Andrea, no quiero incomodarte, pero te ves muy guapa. O sea, seguro lo sabes porque siempre te ves así, pero quería mencionarlo de todas formas.

—Agradezco el halago. Tú te ves muy bien también.

—Gracias, de eso se trataba.—Ambas se subieron al auto de Sam y se dirigieron al restaurante favorito de Andrea. Sam había estado algunas veces en ese lugar, pero no recordaba haber visto nunca a Andrea.

—¿Conocías este lugar, Sam?

—Sí, he comido algunas veces. Aunque olvidé que es importante hacer reservación con anticipación. Puedo llevarte a cenar a otro lugar.

—No te preocupes, Sam, yo lo resuelvo.—Y efectivamente Andrea lo resolvió y no sólo eso, Sam ignoraba que había una zona exclusiva y ahora entendía porqué jamás había visto a Andrea.

—La importancia de conocer a las personas correctas. No tenía ni idea de que existiera esto.

—¿Qué te puedo decir? Me gusta la privacidad y soy cliente frecuente de este lugar.

—Ya veo. Mientras que a los simples mortales nos toca esperar y que con fortuna nos den una mesa... Después de una semana.

—No eres una simple mortal, Sam. No para mí, al menos.—La sorpresa de Sam no se comparaba a la de la misma Andrea. ¿Y ahora qué le pasaba? Sí le había dado gusto volver a verla, pero no tenía que comportarse de esa forma.

La chica del apartamento 512 (Supercorp).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora