EXTRA: Ánimos para Román

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Habían pasado unos días desde que intercambió número con Félix, el lindo omega que atendía aquella mañana después de buscar a Harry del club. Hace veinte minutos estaba viendo su teléfono, con Calum acompañándolo. Se distrajo un pequeño segundo, viendo a su hermano, que aunque era el mayor, en esos instantes tenía una actitud muy parecida a la de él respecto a la situación. Ambos estaban en silencio, como si estuvieran analizando como avanzar, dudando cuál sería el siguiente paso a dar.

-Tengo la sensación de que parecemos dos estúpidos viendo el celular -levantó la mirada y asintió, Calum tenía razón- Es que..., si tuviste el coraje para hablarle y pedirle su número, ¿Por qué ahora pareces un tonto? , no entiendo como siquiera te lo dio.

-Tú lo dijiste... Coraje.

-Momentáneo al parecer, porque le tienes miedo a marcar, miedoso de mierda -respondió Calum, burlándose. De repente, pudo notar como se le iluminaba la mirada, empezando a formar una sonrisa que rozaba lo macabro, combinada con un gesto del cual no confiaba en lo absoluto. Esa cara de buenorro solo era apariencias, lo sabía, y lo reafirmó cuando en un rápido movimiento, su hermano agarró rápidamente el teléfono y le dio a marcar, llevándoselo directamente al oído, sin siquiera poner el altavoz.

No tenía caso intentar quitárselo, en ese momento le pedía a la santísima que nada más no cometiera ninguna idiotez.

Lo conocía demasiado bien para saber sus capacidades de arruinar las cosas.

Su concentración quedó fijada en la voz de su hermano cuando esté empezó a hablar, contestándole a quien se encontraba del otro lado de la línea.

-Supongo que tienes agendado este número, así que me ahorro presentaciones de quién obviamente no soy -joder, le quería meter con la silla- ¿Qué quién soy? Posiblemente, tu cuñado, chico del mostrador..., Oye, vamos calmando el tonito, que solo estoy ayudando a qué todo lo que tenga que pasar, pase correctamente.

-Cabrón, no metas la pata o te meteré un palo por el culo -Calum lo ignoró como si nunca le hubiese dicho nada, estaba con los nervios a flor de piel.

Realmente había sentido un no sé qué cuando lo vio aquel día, y putas, amigo, no quería que todo acabara antes de que siquiera empezase.

-No vas a colgar, chico, porque estás muerto -las palabras del mayor volvieron a hacer presencia, alargando esa última palabra de forma exagerada-...de la curiosidad, yo lo sé, tú lo sabes, no nos hagamos los bobos ¿Dale?, Porque si no, hubieses colgado desde hace rato. Vamos a hacer una cosa, refresquemos esa memoria tuya, y no digas groserías que estoy siendo un individuo súper educado el día de hoy.

Eso lo hizo reír, educado sus pelotas estaba siendo, seguía manteniendo esa maldita sonrisa en el rostro y cuando notó que lo estaba viendo con el ceño fruncido, como si fuese un niño de cinco y no un adulto de veintitantos, le sacó la lengua.

A cambio, él le dio un pisotón en el pie, y con gran satisfacción, escucho su queja.

-Hijo de puta... -dijo, alejando el teléfono y tapando el micrófono e inmediatamente volver a su posición anterior-No..., No era a ti, perdón por eso. Pero bueno, ¿No recuerdas a un dos pelirrojos días atrás en el café ese dónde trabajas? Uno te trató para el culo y el otro te pidió tu número con su coqueteo barato de puberto. Bien, ya empiezas a hacer memoria, entonces, te paso con el puberto.

Literalmente, no tuvo tiempo de procesar que ahora tendría que hablar él, porque ya tenía la voz de Félix sonando a través de la línea.

-Si eres el rojizo del otro día, dile al otro que estaba hablando conmigo que ya me cae como un dolor de culo. Espero que tú no seas así, parecías bastante decente -así que estaba dentro de un buen estándar, eso lo alivió-... ¿Hola?

Un alfa sin suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora