16: "¿Estás marcando territorio?"

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En la vida, hay cosas que uno no controla. Hay cosas que van mucho más allá de sí mismo, que a veces es más difícil asimilarlas por la forma inesperada en que suceden. Ese tipo de cosas son las que más quedan en su mente, que no le falta tiempo para sobre pensarlas.

Y él había comprendido algo, le costaba mucho aceptar algunas cosas que hasta el mismo había hecho. No por arrepentimiento, sino por como pudo sentirse tan bien y cómodo al realizarlas.

Con lo que estaba pasando últimamente en su vida, podía dar ejemplo claro de sus planteamientos. Después de ese día que estuvo con Harry, tocándose y complaciéndose mutuamente, las cosas habían cambiado. Y aunque lo pensara una o mil veces a lo que sus sentimientos dictaban, olvidaba todo cuando se dejaba llevar aunque sea un poco.

Había estado pensando en eso todo el rato, mientras veía a Edna cocinar, mientras que él estaba sentado tomando un batido del que ella, tan amablemente, le había convidado. Era de chocolate, así que era imposible que no le gustase, aunque tenía otro agregado que no distinguía.

-Edna, querida Edna, una preguntita -la llamó, luego de dar un sorbo. Ella volteo, sería, con una ceja en alto y con el cuchillo que estaba utilizando para cortar verdura en mano, apuntándolo-, primero, baja el cuchillo.

Ella sonrió ante sus palabras, desarmando esa fachada rígida.

-¿Qué sucede, jirafa?

-Además de chocolate, ¿Qué tiene el batido? , Porque está riquísimo, pero no logro distinguir de que es ese otro sabor.

Edna amplío su sonrisa, negando con su cabeza lentamente, algo parecía divertirle.

-No tengo idea de que tiene el batido, jirafa, lo hizo el joven Harry y me pidió que solo usted lo tomara -confesó, tranquila-, así que cuando lo vea, pregúntele. Me echó de la cocina cuando se puso a hacerlo.

Eso le daba vibras extrañas, y aún más cuando le llegó un mensaje de Harry hablando del rey de Roma. Lo leyó y respondió al instante, siguiendo las indicaciones del mismo, se levantó y fue hasta el garage y encaminó sus pasos hacia el auto negro que siempre usaba para sus traslados.

El mensaje de parte de Harry le había avisado que esperase en el auto, que necesitaba que lo llevaste a algún sitio, aunque no especificó a donde. Seguía sosteniendo lo de hace unos minutos, todo eso tenía muchas vibras extrañas. Espero unos minutos, distraído, sin pensar en nada específico, al punto de que no se dio cuenta cuando Harry entró al auto sino hasta que sintió la intensidad de sus feromonas invadirle los sentidos. Lo vio por medio del espejo retrovisor, que sonreía de par en par, cómo si tramara algo.

Quiso decirle buenos días, pero las palabras no llegaron a ser tan veloces cómo el pelirrojo, que con gran agilidad, se encontraba sobre su regazo, recordándole a tantas otras situaciones parecidas con él.

Leves movimientos casi imperceptibles de cadera, cercanía hasta su límite y una sonrisa de oreja a oreja es lo que distinguía en ese instante. Harry no dijo una palabra por varios segundos, simplemente quedándose así de feliz, cómo si estuviera pensando en algo.

Hasta que el pelirrojo lo beso, tan despacio, con tanta tranquilidad, cómo si el tiempo se hubiera parado. Le siguió, cómo ya se había acostumbrado desde aquel día del desfile.

Y es que cuando dijo que las cosas habían cambiado y que cuando se dejaba llevar no pensaba en muchas cosas, se refería a eso.

Las cosas con Harry se habían envuelto en un ambiente diferente. Se besaban sin razones escondidas, al menos por su parte la mayoría de veces. Porque para ser sincero consigo mismo, el menor casi siempre quería algo más. Aunque de todas formas, los toqueteos se daban a veces, cuando ya no podía esquivarlo más y las ganas lo superaban.

Un alfa sin suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora