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A veces me gustaría poder ponerme de pie y gritarte que te calles, que dejes de gritarme, que dejes de insultarme. Me gustaría que sintieras lo que es ser hostigada y presionada día a día por las mismas estúpidas razones. Quisiera contar con el valor suficiente para decirte que ya fue suficiente, que debes detenerte, que esto no es un juego, porque ni lo es. Esto no es un maldito juego y yo no soy tu jodida muñeca no quiero serlo. Ya no quiero que arregles mi cabello o elijas mi ropa, quiero ser yo. Quiero poder llevar carne en mis huesos sin escuchar tus malditas críticas sobre lo que debería o no ser. Quiero ser libre. ¿Entendes eso? Quiero ser libre.

A veces me gustaría poder cambiar de roles para que notes lo que está pasando. Quisiera cruzar tu rostro con mi mano en modo de protesta por todas las ofensas que me has hecho. Y no soy una persona violenta, no soy rebelde, no soy desobediente pero esto ya es demasiado. No puedes pretender que las cosas sean como vos queres, no podes exigir que yo sea como vos queres pero lo haces, siempre lo haces y yo me desvanezco, no me encuentro. Me interno mas en un mundo que es dominado por la oscuridad y el gélido frío de la soledad. Pero no lo notas, nunca notas el daño que causas. ¡Causas daño! Me lastimas. Me haces caer y me pisoteas una y otra vez sin piedad alguna y quiero que te detengas, necesito que te detengas.

Quiero vivir pero no cuento con las agallas necesarias para ponerme de pie y pedirte que te detengas. No tengo fuerzas para esa batalla porque tú me has arrebatado hasta la última gota de vitalidad que en mi residía. Jamás me dejaste vivir por mi misma y ahora me tienes bajo tu poder. Has criado a una joven depresiva que no tiene fuerza alguna para enfrentarse con el mundo. Creo que has logrado lo que querías al fin y al cabo.

ReflexionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora