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En medio de la oscuridad, brillaron sus ojos negros y ella se perdió en ellos como si del firmamento se tratara. La oscuridad ya no daba miedo y el frío se disipaba mientras ambos se miraban. Miles de palabras flotaron en el aire mientras sus labios permanecían sellados. Y era ese profundo negro el que todo lo decía, todo lo gritaba, todo lo pedía. Y las lágrimas caían en un incierto vacío en el que se unían al dolor oculto. Y los dedos rozaron la suave piel de sus mejillas provocando que su interior se alborotara. Fueron, esos ojos, acercándose con lentitud hasta que los labios se rozaron y las lágrimas callaron. Y los corazones se aceleraron y se fundieron en un beso que, sin palabra alguna, sabía a despedida.

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