El Desfile de la Muerte

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El barón Kirk Malsag caminaba desesperado en su oficina al enterarse de la toma de Bridgestone. Le habían llegado reportes de que el ejército imperial se dirigía a Inster para llegar a un acuerdo o caer en el intento.

Se vió a salvo al no ser mencionado o tan siquiera tomado en cuenta en la guerra pero el asedio a la baronía era inminente. Tenía confianza en que su socio, el duque Inster saliera a su defensa, ya que el tenía en resguardo sus minas de diamante.

-Mi señor, los esclavos de las canteras iniciaron una revuelta y los soldados no dan abasto!- un siervo informaba

-Tch! Se enteraron de los imperialistas y ahora creen que pueden ser libres! Envía una misiva a su Majestad Antonio para que los guardias de Inster los aplaquen

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-Tch! Se enteraron de los imperialistas y ahora creen que pueden ser libres! Envía una misiva a su Majestad Antonio para que los guardias de Inster los aplaquen. No dejaré que se salgan con las suya, míseros esclavos!- sentado en su escritorio, calculaba como afrontar los problemas

-Disculpe mi señor pero...la gente bestia de las minas...- otro siervo apareció con más malas noticias

-Ahora qué?!-

-Se...se sublevaron y se apoderaron de la mina e instaron a otros a hacer lo mismo!-

*Prast*

Golpeando la mesa, sus nervios se descotrolaron. Cada sirviente que llegaba era únicamente para entregarle más dolores de cabeza.

Kirk no sabía como fue que todos los esclavos, empleados e incluso algunos pueblos de su jurisdicción se le fueran encima en menos de mediodía. De lejos pareciera que lo hacían para liberarse ante la pronta aparición de Polaris y unírseles pero al sentarse a pensarlo en frío, se percató que esto fue premeditado con una traición que se olía a lo lejos.

-Quién fue? Quién carajos sabía sobre ellos?!- desplegó cientos de papeles mezclados con mapas

La mañana fue agotadora y después de que le dijeran que incluso los prostíbulos y casinos ilegales que regentaba fueron arrasados, le quedó claro que quien haya iniciado las revueltas, debía conocer todos sus negocios sucios.

Al oír los camiones llegar, miró por la ventana para encontrar un panorama más favorable. Los 1000 soldados con el distintivo uniforme rojo del ducado Inster llegaron para ayudarlo. Animado, bajó a recibirlos durante toda la tarde con adulaciones antes de enviarlos urgente a las minas y canteras para no perder su preciada fuente de dinero.

Los soldados se retiraron dejando solo a un par de sus hombres atrás para reguardar al barón que se dirigió a los prostíbulos para solucionar la toma.

Los soldados se retiraron dejando solo a un par de sus hombres atrás para reguardar al barón que se dirigió a los prostíbulos para solucionar la toma

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Dulce DomingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora