Mira quien manda

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Polaris se vistió de fiesta con la llegada del emperador que desfiló por la avenida principal hasta el palacio. Había llegado con anticipación para proclamar el fin de la guerra y la consagración de su gobierno además de anunciar a la corte la presencia de Carlota, como rehén de guerra.

 Había llegado con anticipación para proclamar el fin de la guerra y la consagración de su gobierno además de anunciar a la corte la presencia de Carlota, como rehén de guerra

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El título de concubina nunca se mencionó y por el contrario, la tachó de sufrir de una enfermedad mental grave que la hacía alucinar. Con ella, su hermano y cinco personas entre ellos su ex prometido, la cuidarían en el palacio frío donde permanecería encerrada para no causar problemas.

Se recibió la orden de no llevarle el apunte a nadie de Rubins pues, podrían infectarlos con su locura. Aunque la emperatriz no se quedó atrás, poniendo a trabajar a cada sirviente para darle una merecida "bienvenida" a quien creía poder ostentar un puesto que jamás sería suyo.

Así, Carlota llegó al Mystic Topaz siendo recibida con chismes y risas de los sirvientes, en su gran mayoría gente bestia. Zara sabía cuánto los Rubins despreciaban a las tribus y los mestizos, por eso tenía que hacer inolvidable la estadía para sus enemigos.

Bartholomeus no se presentó a recibirlos y los sirvientes se hicieron cargo de guiarlos, llevar el equipaje en tanto seguían criticándolos por detrás. El palacio frío era el más alejado y se tardaba media hora hasta llegar al palacio de la emperatriz.

Una vez comenzaron a desempacar, los sirvientes asignados escaseaban y los que se mantenían, se negaron a ayudarles para supuestamente darles su espacio pero solo temían contagiarse de su estupidez. El rumor sobre lo que había acontecido en las aduanas llegó a oídos del imperio que sentían más que lástima, asco por terrible mocosa sin educación. Cuando estaban por prepararse para cenar, la emperatriz ordenó que fueran a saludarlas.

Zara y las concubinas eran las dueñas de casa en ausencia de su esposo, por lo que cuando las visitas ni siquiera les mostraron un mínimo de respeto al llegar, las llenó de un enojo tal que los sirvientes iniciaron otro chisme. El harén era propiedad de las tres mujeres y querer hacer su santa voluntad en el, era merecedor de su ira y lo descubrirían pronto.

El trío imperial se hallaba vestido con la mejor ropa y joyas más ostentosas que nadie haya visto. Una clara muestra para diferenciar sus lugares en el palacio y que dejaban a los rubinses vestidos como meros payasos de circo.

La emperatriz, al ser la única que podía lucir atuendos rojos y las concubinas el dorado, quedó estupefacta al ver a Carlota con un vestido rojo brillante y una capa amarilla, tan ignorante de la etiqueta imperial siendo que se sabía que sus acompañantes le advertieron durante su viaje.

La emperatriz, al ser la única que podía lucir atuendos rojos y las concubinas el dorado, quedó estupefacta al ver a Carlota con un vestido rojo brillante y una capa amarilla, tan ignorante de la etiqueta imperial siendo que se sabía que sus acomp...

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Dulce DomingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora