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Despierta con la misma respiración cálida bajo la oreja. Tiene que pestañear varias veces para volver a la realidad con el sol que entra por la ventana.

Trata de rodar por la cama para estirarse, pero lo tiene complicado con el brazo que rodea su cintura. Al ser consciente de esto, su piel se eriza a la vez que los ojos se le abren como platos. Suspira con alivio al descubrir una barba suave y unas pestañas infinitas que indican que está dormido.

Por un momento, teniendo flashes de la noche anterior, pero habiendo borrado algunas cosas, temió... Pero no, está bien, con Agoney está bien.

Aun así, el abrazo en el que están sumidos, y con el que se han quedado dormidos, le incomoda demasiado, así que le da un codazo que no lo despierta, aparentemente, pero sí lo aleja lo suficiente para poder apartarle los brazos.

Se arrastra a la otra punta de la cama y suspira al apoyar la espalda en el cabecero de la cama. Echando la vista hacia arriba, la bandera LGBT parece reírse de él. Está tan abstraído con este pensamiento que no se da cuenta cuando Agoney se despereza y lo busca con urgencia.

—¿Estás b-bien? —Su voz suena ronca, producto de estar recién despierto.

Apenas se inmuta, devolviéndole la mirada. Le sale la sonrisa sola.

—Sí. Es que no me gustan los abrazos muy agobiantes al dormir. Acabo de descubrir eso.

El moreno asiente, rascándose los ojos, y se estira antes de incorporarse. Arrodillado, avanza los centímetros que le quedan para ponerse frente a él, sujetándose en las rodillas del pequeño, que se queda pillado en la forma en que lo mira.

—No t-te hablaba d-de eso. —Hay gravedad diferente en su tono—. Lo d-de anoche...

—Mejor... mejor no, ¿vale?

—P-pero...

—Ago, se puso pesadísimo, sí, y te debo algo por aparecer en el momento indicado, sí también. Pero ya está. No quiero hablar de ello, no pasó nada porque supe cortarlo, así que ya está.

—P-parece mentira q-que seas t-tú el psicólogo —farfulla—. C-cuando entré, se t-te veía agobiado.

—Lo sé, no me lo recuerdes. —Se muerde el labio.

—N-no iba a malas... —Para su sorpresa, no le cuesta acariciarlo, el chico no se revuelve ni se asusta—. ¿Estarás b-bien si lo d-dejo estar?

—Ago, ya está. No ha pasado nada. Gracias a ti. —Le sale la sonrisa sin esfuerzo—. Apenas me besó de más, así que hasta aquí.

—Si t-te encuentras mal o v-ves q-que t-te da m-miedo...

—Buscaré ayuda —le asegura, con una de esas miradas que dejan claras las intenciones—. Sé lo que hay que hacer en estos casos, pero es que no me ha pasado nada, estás exagerando.

Agoney termina de bajar todas sus defensas, basadas en la preocupación por el susto de la noche anterior. Continúa acariciando sus rodillas, consciente de que Raoul está pendiente de él. El rubio acaba posando la mano sobre una de las suyas, apretando en gesto cariñoso.

» A partir de ahora sí va a estar todo bien. —Chasquea la lengua—. Ahora tengo claro lo que quiero y si tenía alguna duda... pues eso.

Pone una mueca, que Raoul se encarga de besar. En la mejilla, por supuesto. Suspira y se apoya en su frente justo al finalizar el gesto de cariño. Sus ojos se abren con fuerza.

—M-mierda, d-dejé a los n-niños solos en t-tu p-piso.

—Joder. —Se incorpora con rapidez—. ¿Se habrán dado cuenta?

El chico de la ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora