22

748 84 344
                                    

Recomendar canciones para ir escuchando es algo que suelo hacer en el otro fic que publico, pero en este... vais a saber cuándo tenéis que escuchar "Volver a ser", de Agoney <3

Also, aquí hay menciones a temas médicos que he revisado todo lo posible, pero si alguien sabe más que yo y hay errores, lo siento, se hizo lo que se pudo, soy muy de letras

El catalán pasa el resto del puente estudiando todo lo que puede. Tiene muchas cosas en la cabeza, incluyendo hacer de comer y de cenar a todo el mundo. Violeta también se está poniendo las pilas, así que hasta la noche no le ve un pelo y, por supuesto, no ayuda demasiado.

Ese domingo recibe un par de carteles de Agoney en los que lo invita a pasar una noche con él, en un intento por desconectar (puesto que la última vez que lo vio sin ojos rojos por dormir poco por la noche fue cuando salieron a ver las luces de Navidad). Contesta que «por supuesto», antes de salir y dar por acabada su sesión de estudio.

Va pasando por las habitaciones en su camino a beber algo de agua. Comprueba que Javi hace deberes en su escritorio, mientras que Martín juega con el robot que su hermano ya no va a necesitar para su curso. Escucha a las gemelas en el salón, así que ni se molesta en preocuparse al no encontrarlas. Tampoco abre la puerta de sus padres, pues Violeta necesita absoluto silencio y ninguna distracción cuando estudia de verdad.

Mira su reloj mientras abre la nevera. Es hora de cenar, así que ha acabado justo a tiempo la sesión. Comienza a sacar los huevos para hacer unas cuantas tortillas, cuando Vero se sienta en la barra de la cocina, sobresaltándolo.

—Dios, Vero. —Recupera el aliento—. Esa no es forma de aparecerte a alguien, que pareces un fantasma.

Su primera respuesta no es una disculpa, ni mucho menos. Saca una linterna que habrá encontrado en algún cajón y le apunta en la cara sin titubear. Ha visto demasiadas películas con interrogatorios y focos para intimidar, le parece a él.

—¿Ago es tu novio? —pregunta sin rodeos.

Por suerte, se ha girado para evitar la luz en los ojos y tiene tiempo de lamerse los labios y, en el trayecto, a pensar en qué puede decir.

—¿Por qué dices eso? Y quítame ya la lucecita, que me vas a dejar ciego.

—El otro día os disteis un beso —le hace saber, tras apagar la linterna con un doble clic—. Un beso en los labios, de novios.

—No tiene por qué ser un beso de novios —le recuerda, a ella y a su interior.

—Pues nunca he visto a ningunos amigos darse besos así. ¿No sois novios, entonces?

—Aún no. —Se encoge de hombros.

—Sois un poco tontos, ¿no? —Esta intervención logra que se gire hacia ella—. No me mires así, tete, sé que os queréis como se quieren los novios y si ahora os dais besos... ¿Qué más queréis?

«Eso me gustaría saber a mí».

—A veces las cosas son complicadas. —Es lo único que le sale.

—¿Por qué tienen que serlo? Mira —resuelve, girándose en todas direcciones hasta comprobar que están solos—, el otro día, Rubén me quería dar un beso y pedirme ser mi novio. Yo le dije que no y se fue tan tranquilo. ¿Por qué es complicado eso? Si hubiera querido, pues le habría dicho que sí y ya está.

Suspira. A veces son los adultos quienes lo hacen todo complicado. En realidad, aunque Verónica venía para echarle la bronca y para curiosear, ha acabado ayudando más de lo que ella misma podía esperar. Tiene que pedírselo, sin andarse con rodeos. Solo así podrán saber qué son, o si siquiera quieren ser algo. Que por supuesto él quiere ser todo con Agoney, pero deberían tener una conversación madura sobre ello.

El chico de la ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora