· CAPÍTULO 7 ·

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<<Qué pocas ganas de prepararme para la dichosa cena... Con lo feliz que sería tirándome en el sofá a descansar>>, pensaba Claudia mientras subía a casa.

El ascensor llegó al tercer piso. Vivían en un modesto apartamento de 58 metros cuadrados. A la entrada había un pequeño hall. Estaba decorado con un mueble blanco, un gran espejo y un perchero. A continuación, un diminuto pasillo conducía al salón y la cocina. Ambas estancias se separaban por una barra americana con tres taburetes blancos acolchados. El salón se hallaba a mano derecha. Tenía un par de sofás en color gris perla, un mueble para la televisión y unas cuantas estanterías y armarios. La cocina estaba a la izquierda. No era demasiado grande, pero sí suficientemente espaciosa para albergar todos los electrodomésticos y una pequeña mesa redonda de madera con dos sillas. Al fondo había un diminuto pasillo con tres puertas. El baño estaba en el centro, la habitación de Claudia a la izquierda y la de Cloe a la derecha. Todo el piso tenía una decoración sencilla, pero exquisita. La luz y los tonos blancos reinaban en aquel lugar.

—¿Qué tal ha ido? —preguntó Cloe desde el sofá.

—Bueno... He conseguido evitar quedarme dormida.

—Eso es importante. Ahora queda lo más... ¿Divertido? —dijo con sarcasmo.

—Podrías utilizar la palabra <<divertido>> si hubieras aceptado venir conmigo, y no dejarme abandonada —Claudia entrecerró los ojos fingiendo indignación.

—Sabes que eres mi mejor amiga, y mataría por ti. Pero no me pidas que derroche mi glamour en vano en una de las fiestas de tu padre —respondió con su característica ironía, haciendo aspavientos con el vaso de zumo que sostenía—. Además, ¿quién te rescataría, como en otras ocasiones, haciendo la llamada oportuna para que pudieras irte?

—Bueno... Supongo que tienes razón —afirmó sonriendo mientras se quitaba los tacones—. Ya te traeré un par de tuppers con algo de cena como recompensa.

—Que sean postres, por favor. Y si llevan chocolate, mejor.

—Hecho —asintió riendo—. Ahora voy a prepararme, que a este paso no llego.

—¿A qué hora es el aclamado evento? —preguntó Cloe.

—A las 21:30 es el cóctel. Luego comienza la entretenida cena —ironizó.

—Entonces no sé qué haces aquí distrayéndome... Ve a prepararte.

—Tendrás morro...

Claudia entró en su cuarto y se puso manos a la obra. Tardó poco más de una hora en prepararse. Se dio una ducha refrescante. Se maquilló de forma discreta y elegante, y peinó unas ondas a golpe de plancha en su larga melena. Luego se puso el bonito vestido azul cobalto que había comprado. Lo combinó con un bolso de fiesta en color negro y unos zapatos plateados.

—Lista —dijo entrando a la habitación de Cloe para enseñarse.

—¡Pero bueno! ¿Dónde vas tan guapa? Cualquiera diría que no tienes gana de asistir a esa cena... —bromeó su amiga girando la silla del escritorio para verla bien.

—¿Te gusta?

—Estás espectacular. Si me gustaran las mujeres te pediría matrimonio.

—Exagerada —respondió riéndose—. Me alegra que te guste. Voy a avisar a Leo.

—¿Al final te lleva él?

—Sí, le pilla de paso. Va a tomar algo con Adriana y sus primos de Granada.

—Si no fuera por las circunstancias, esos dos habrían terminado casándose.

—Claro, si no fuera por el pequeño detalle —remarcó bien la palabra <<pequeño>>— de que Adriana está con Paula, y Leo lleva años con David.

El invierno de tus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora