· CAPÍTULO 21 ·

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Claudia se despertó pronto aquella mañana. Preparó un completo desayuno y fue a levantar a su mejor amiga. Era una de las pocas veces que podía cobrarse la revancha.

—¡Arriba dormilona! —dijo tirándose encima de su cama tras alzarle la persiana.

—¡Oh señor, ven aquí y llévatela pronto! —respondió Cloe tapándose los ojos con el antebrazo—. ¿Cómo puedes ser tan bruja?

—No tengas morro. —Rio con la cabeza apoyada al lado de la de su amiga—. Dijiste que te avisara cuando despertara. Además, te he preparado el desayuno.

—¿¿Comida?? ¿Alguien ha dicho comida? —soltó Cloe incorporándose con energía—. ¿Te he dicho que eres la mejor compañera de piso que he tenido?

—Ya... Y la única. —Entrecerró los ojos haciéndose la indignada—. Pelota.

Disfrutaron juntas de aquel suculento desayuno. Las pastas de mantequilla que había hecho Claudia estaban deliciosas. Luego se prepararon y pusieron rumbo a la antigua discoteca donde había estado ayer con Marc. Mientras recogían lo poco que quedaba Claudia la puso al día de todo lo ocurrido. Uno de los pilares fundamentales de su amistad era que entre ambas no había ningún tipo de secreto.

—¡¿Aquí mismo?¡ —preguntó Cloe entusiasmada—. Venga ya, ¿en serio? ¿En la pista de baile? —Cuanto más le contaba, más quería saber—. Madre mía... ¡Qué fantasía! ¿Y qué tal su bate de baseball? —preguntó con semblante picarón.

—¡¡Cloe!! —exclamo Claudia ruborizada—. La próxima vez le saco una foto, si te parece... —bromeó nerviosa—. Pero no me puedo quejar. Además, si fuera más normal la usaría igual de bien.

—¿Más normal? —indagó impaciente—. Veo que está bien proporcionado.

—¿Recuerdas el mando de la tele? —clarificó Claudia—. Pues no diré nada más.

—No me extraña que últimamente te hayas quitado años de encima... —Rio Cloe.

—¿Insinúas que estaba desmejorada?

—No. ¿Cómo puedes pensar eso? ¿Insinuar yo que estabas desmejorada, cual uva pasa, y ahora tienes la piel como el culito de un bebé? Por favor... Con lo que yo te quiero.

—Te odio. Que lo sepas. —Las carcajadas de ambas se adueñaron del lugar.

Terminaron y fueron a pasear por las Ramblas. Decidieron sentarse en una de sus terrazas a tomar un par de cañas. Ojearon varias tiendas online buscando algún vestido bonito para la cena de empresa que tenía Cloe el sábado. El calor de los últimos días de julio acariciaba sus pieles con delicadeza. Las calles estaban repletas de vida. Los transeúntes paseaban con vitalidad de un lado para otro. Los turistas sacaban fotos por todas partes. El olor a verano podía respirarse en cada rincón.

Eligieron un restaurante griego del centro para comer. Leo y Adriana también se sumaron al plan. Las cañas y el jolgorio corrían a toda prisa entre aquellas cuatro sillas repletas de divertimento. La sombrilla que los cobijaba no quitaba ojo a las animadas conversaciones que recorrían aquella mesa.

—Estás enamorada hasta las trancas, ¿eh? —dijo Adriana guiñándole un ojo después de que Claudia explicara la maravillosa cita que había tenido ayer con Marc.

—¿No ves los ojitos que pone cuando lo nombra? —contestó Leo orgulloso.

—Mentiría si dijera que no... —asintió mordiéndose el labio con nerviosismo—. Nunca me había sentido así. Cuando estoy con él siento que todo es posible. Sí, vale, puede que suene cursi... —Se encogió de hombros—. Pero no me imagino una vida sin tenerlo a mi lado. Es todo lo que siempre había buscado. Estoy viviendo un sueño.

El invierno de tus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora