· CAPÍTULO 28 ·

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El sábado hizo acto de presencia. Claudia no se despertó muy tarde. El hecho de estar de vacaciones y no madrugar hacía que tuviera el cuerpo descansado. Además, aquel día tenía un buen plan. Había quedado para comer con Marc. Se lo habían propuesto también al resto de sus amigos. Cloe y Lucas aceptaron. Los demás ya tenían planes.

—¿Me pega más un sensual picardías o mejor un corsé y una fusta, en plan chica mala? —soltó Cloe bromeando mientras entraba en la habitación de Claudia.

—Hombre... —Se quedó pensativa—. Cualquiera de las dos cosas hará que cumplan todos tus deseos. No solo por sexy, sino por miedo a que estés como una regadera y te los cargues si te llevan la contraria.

—Marc ya me conoce. No estoy tan loca como su novia.

—¿Perdón? Tú ocúpate de llevar el anillo para Lucas. —Intentó picarla.

—¿El anillo? —preguntó Cloe dubitativa—. ¡Ah sí! —Asintió con la cabeza—. El anillo vibrador ya está metido en el bolso. Por cierto, ¿qué tal su herramienta?

—¡¡¡Cloe!!! —exclamó Claudia.

—¿Qué? —Sonrió con satisfacción—. Has jugado con fuego, y te has quemado. Sabes que soy la reina de las contestaciones rápidas y el ingenio. Has perdido, lo siento.

—No te preocupes... Ya se lo preguntaré cuando estemos comiendo. <<Por cierto Lucas, dice Cloe que cuánto te mide el plátano. Es para su álbum de bananas>>.

—¡Ni se te ocurra! —respondió Cloe ruborizada—. ¡Mala amiga!

—Has empezado tú. —Lanzó de vuelta el cojín que su amiga le acababa de tirar.

Dejaron las bromas y fueron a desayunar. La tarta de manzana que les había llevado la madre de Cloe estaba espectacular. Luego se turnaron para ducharse y se prepararon. Las dos habían optado por ir en vestido y cuñas. Cloe de amarillo, con su corta melena suelta. Claudia de verde, con el pelo recogido en una trenza.

Fueron las primeras en llegar. Buscaron mesa en una terraza de las Ramblas y fueron tomando algo. Marc le había escrito para avisarla de que se iban a retrasar un poco. Lucas tenía que llevar a su hermano pequeño a un partido porque a su padre se le había pinchado el coche. A la media hora aparecieron. Marc llevaba una camiseta blanca con letras rojas, un vaquero por encima de la rodilla y unas zapatillas negras. Lucas iba con una camisa de manga corta azul, unos vaqueros también cortos y unas zapatillas blancas.

—Madre mía qué calores me están entrado —bromeó Cloe al verlos caminar hacia la mesa—. Mira qué piernas, qué brazos y esos ojitos azules... ¡Me lo quedo!

—Te dije que era guapo —respondió Claudia—. ¿Te limpio las babas?

—Oye... Que era broma —explicó riendo—. Yo hasta que no conozco a alguien, ni opino, ni juzgo. ¿Cuántos guapos y guapas hay por el mundo que, nada más que abren la boca, solo piensas es meterles un supositorio con cloroformo por el culo?

—Y por eso te quiero tanto... —dijo Claudia a carcajada limpia.

—¿Os estáis riendo de nosotros? —bromeó Marc cuando llegaron —. Cloe, este es Lucas. Lucas, esta es Cloe.

—Encantado —dijo Lucas dándole dos besos—. Me han hablado mucho de ti.

—Lo mismo digo —respondió Cloe, que se había levantado de la silla para saludarlo—. Espero que te hayan dicho cosas buenas. Así evitaré quemarles la casa.

El invierno de tus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora