XVII

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Las manos le temblaban, su respiración era irregular, había tomado asiento ya que sus pies parecen no poder estar de pie mucho tiempo, estaba nervioso, asustado, el chico a su lado lucia totalmente distinto a él, miraba la estrellas con una sonrisa en el rostro, su cabello era despeinado por la suave brisa.

—Entonces ¿qué era lo que querías decirme?

Kenji quiso arrepentirse al instante, cambiar su plan inicial e inventar cualquier pretexto para invitado a aquel parque, sacándolo de una reunión con sus amigos, pero sabia que Moniwa tenía razón, debía ser claro desde el inicio.

—Ennoshita, mira, tengo algo que decirte – observó el suelo, no podía mirarlo a los ojos – algo que es muy importante y por lo que espero me perdones

—Me estas poniendo nervioso – se acomodo en su lugar, para poder mirar a Futakuchi

—Me gustas mucho, creo que fui demasiado obvio desde el inicio – comenzó a explicar – y estoy feliz de que estos días aquí, juntos, sirvieron para poder ser correspondido, quizá ahora me estoy adelantando mucho, pero de verdad me gustaría comenzar a salir contigo, de un manera seria y formal, sin embargo – se mordió el labio

—¿Sin embargo? –Ennoshita colocó delicadamente su mano en el hombro ajeno

—Yo, bueno, debo ser claro desde el principio, explicarte la situación – se giro para poder mirarlo a los ojos, el hombre le dedicaba una cálida sonrisa – en pocas palabras, estoy comprometido, bueno, algo así

La sonrisa desapareció de golpe y Chikara aparto su mano bruscamente, como si le quemara tocarlo

—¿Qué?


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—Kenji, ven acá, no puedes jugar con ella, tu eres niño

La mujer tomó al pequeño por la mano y jaloneo hasta el interior de la casa, Kenji se sintió molesto, no era que fuera amante de jugar con las niñas, pero estando en casa de sus abuelos maternos no tenía otra opción, sus primos varones era mayores a él, no les gustaba jugar en el jardín y odiaban cuidar de el, por lo que prefería jugar con las niñas de la familia que estaban más próximas a su edad, además le regalaban dulces.

—Mujer, deja al niño por amor de dios – regañó su padre – solo esta jugando

—Pero ese tipo de juegos lo van a confundir – se quejó mientras lo arrastraba a sus primos mayores – niños con niños y niñas con niñas

—Joder – suspiro mientras miraba con lastima a su hijo.

Si Kenji tuviera que buscar algún responsable de su clara homosexualidad definitivamente esa no seria jugar a la casita con sus primas ni dejarse maquilla por ellas a cambio de las pegatinas que le faltaban para completar su colección, para él, estas cosas habían sido simples anécdotas de su infancia.

El Club Del ChismeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora