CAPÍTULO 30.

1.2K 62 31
                                    

Blair

Tenemos una taladradora

En cuanto abro la habitación de la suite me quedo alucinando. Es enorme y excesivamente lujosa. Cuando Seb me dijo que era así, no exageró ni un pelo. De hecho, se quedó corto.

—¿Te gusta? —Solo puedo asentir como respuesta —. Te amo Seb, es preciosa.

Ambos nos besamos y nos dejamos caer en el cómodo colchón. Besa mi cuello lentamente y ya puedo notar como mi piel se eriza. Había echado tanto de menos estar así...

—Me encantaría follarte aquí ahora mismo, pero tenemos sitios mejores en los que hacerlo —dice con voz ronca. Sonrío, ¿qué tiene preparado?

—Vístete bien, nos vamos de cena —me informa mientras va al baño —. Ah, y no te pongas bragas.

Lo miro con una sonrisa. Típico de Sebastian. Busco en mi maleta un vestido que vaya a juego con el ambiente. Estoy entre uno negro y uno rojo. Al final me decanto por el rojo, pues me hace mucho más sexy.

Coloco todas mis joyas nuevas en mi cuerpo. Después de volver con Sebastian, me mimó con joyas, ropa y sexo, mucho de las tres cosas. Ahora mismo se podría decir que además de ser el amor de mi vida, también es mi sugar daddy.

Aproximadamente un cuarto de hora después, me coloco delante de él para que dé el visto bueno a mi ropa. Obviamente lo hace, me lo he puesto pensando en él. Coje la tarjeta del hotel y caminamos hasta el rellano para coger el ascensor.

A nuestro lado hay una pareja y un hombre más. Los tres se ven importantes, está claro que en este hotel no entra cualquiera. El ascensor llega a nuestra planta y Seb me empuja dentro. El resto se colocan delante. La pareja nos mira extrañados y el otro hombre simplemente no puede quitar los ojos de mi pronunciado escote.

Descendemos dos pisos y el ascensor se llena a pesar de que aún hay capacidad para más gente. Observo a la gente con detenimiento. De repente, Sebastian se agacha a atarse los cordones. Automáticamente mi cabeza vuela a la escena de la película "50 Sombras de Grey" Esbozo una pequeña risa pero enseguida se me quita, pues no era la única que estaba pensando en esa escena.

La mano de Seb sube lentamente por mi pierna hasta llegar a mi núcleo. Se burla de mi clítoris unos segundos pero no tarda en introducirse. Para variar, ya estoy mojada. Ahogo un par de gemidos mordiéndome la boca. La gente no se ha dado cuenta todavía, pero el ambiente ya está empezando a oler a sexo.

Sus dedos siguen penetrando en mí sin piedad. Para él, que yo gima delante de todas estas personas, es un premio. Es un maldito exhibicionista. Y para qué mentirnos, yo también.

Estoy a punto de correrme cuando el ascensor llega a la recepción. Gracias a Dios, la gente sale con prisas y no se dan cuenta del charco que he dejado en el suelo después de correrme.

—Vámonos antes de que nos culpen.

Salimos a paso ligero del hotel y una vez fuera me agarra de la cintura y me besa contra la primera pared que pilla. Es como si volviera a tener quince años de nuevo. En medio del beso sonríe, gesto suficiente para dejarle más claro a mi corazón que es el elegido. Nos separamos, después nos miramos a los ojos.

—Te amo nena.

El hecho de que esté todavía bajo el efecto de las drogas hace que su voz y sus ojos sean mucho más atractivos. Con un pañuelo que saca de su bolsillo seca las gotas de mi pierna que todavía estaban a la vista.

El camino en taxi hasta el restaurante es corto. Le dejamos al taxista una propina y salimos. Estamos justo en el centro de Roma. Las luces de las farolas hacen el ambiente mucho más bonito de lo que ya es. Observo con atención a la gente y el paisaje.

IngobernableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora