Capítulo 4

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Emma.

Ha pasado un rato desde que entré en este lugar.

A mí alrededor todo está asquerosamente... ordenado. La cama parece un prisma blanco en el centro de la habitación, duro y liso, con la sabana tan estirada que me pregunto si podría llegar a deshacerla. El armario no tiene más que ropa horrible y deportiva.

Había visto la única ventana como una potencial salida, pero antes de que pudiera revisarla, Styles llego para entregarme mi bolso.

—Te recomiendo que vayas a la cama ahora. Las luces se apagaran para ustedes en cinco minutos — había dicho.

—¿Te refieres a ese bloque de cemento? —respondí con una mueca.

La verdad es que había tenido razón en lo que dijo después de lo anterior y no estaba mal. Me encontraba sola en la oscuridad, con mis audífonos puestos a todo volumen, esperando a que me diera sueño, pero eso nunca paso.

Entonces, la interferencia y los cables maltratados por culpa del falso arresto, me fastidian en cierto punto.

Styles, aún me debes unos auriculares y no voy a olvidarlo, digo para mí misma, en mi cabeza.

En un momento dado me pongo de pie y dejo el aparato en la pequeña mesita de noche.

Iba a desvestirme para proponerme dormir, en serio esta vez, pero la ventana capta mi atención de nuevo.

Sin más remedio, me encuentro a mí misma dirigiéndome hasta el cristal. Antes de abrirla, reviso por algún tipo de alarma. El infrarrojo brilla tenue en los alrededores, apenas perceptible.

Maldigo por lo bajo. Cualquier tipo de alarma, sea ruidosa o silenciosa, va a alertarlos. Y puedo aprovechar eso en un futuro, pero por ahora prefiero no causar un alboroto.

Escucho unas voces provenientes de justo debajo de mí, en el patio. Sus risas son ruidosas. Entorno mis ojos para distinguir a dos personas, aunque solo veo la coronilla de sus cabezas. El humo que expulsan de su organismo hace que relama mis labios. No he fumado en un tiempo.

No puedo simplemente abrir la ventana y decir "hey, ¿podrían regalarme un porro?". Mucho menos en este lugar lleno de hombres con armas enormes.

Al menos, eso es lo que me dice el sentido común, pero mi cabeza no ha estado funcionando correctamente desde que me he subido a ese avión.

Abro la puerta de la habitación, un poco sorprendida al ver que no está asegurada. Apenas saco la cabeza para mirar a ambos lados del pasillo, cuando el Señor Styles carraspea frente a mí.

—No aseguraste la puerta... —murmuro.

—Por eso no me he ido de aquí —dice, también con la voz baja.

—¿Estás diciendo que...?

—¿Sabía que saldrías tarde o temprano? Sí.

—Que poca confianza...

—Vuelve adentro —ordena.

Yo presiono los labios, reprimiendo la respuesta. Suelto un suspiro de derrota.

—Esta bien —es lo único que digo.

—¿Te estas rindiendo? —luce bastante sorprendido porque accedí rápido. Solo me limito a responder:

—Sí. Ha sido un largo día y no tengo más ganas de discutir.

Me quedo parada por un rato. Ninguno de los dos habla.

—¿A dónde ibas? —me pregunta.

Yo lo miro, con los ojos muy abiertos, pero apenas alcanzo a distinguir su silueta de la oscuridad. No puedo decirle que iba a probar mi suerte en busca de un estúpido cigarrillo...

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