Capítulo 8

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Emma.

Después de tomar un baño y lavarme los dientes, mis pasos me llevan con pesar hacia el último cuarto, que es el mío.

En el camino, Payne me mira con el ceño fruncido, pero no dice nada. Tal vez piensa que soy una melodramática. La verdad es que no puedo ni con mi alma.

Si es que tengo una.

Cierro la puerta de la habitación cuando estoy dentro y me dejo caer sobre la cama. He terminado adolorida cada noche. Desde la cabeza hasta los pies.

Me quedo dormida sin pensarlo.

Un rato después, abro los ojos y las luces ya están apagadas. Miro la hora en mi iPod, indica que son las siete de la noche en Nueva York.

No he cambiado el horario, me he rehusado a hacerlo. Me hace pensar en casa. Pero que sean las siete de la tarde en Nueva York quiere decir que es media noche aquí.

Me levanto y voy hacia la ventana con cuidado. Lo veo al asomarme. Sabía que él estaría ahí.

Salgo de mi habitación y Payne ya no está.

Ha estado escabulléndose dentro del cuarto de Becky, lo sé. Cuando paso frente a la puerta que sé es la habitación de ella, escucho susurros. Es atractiva la idea de pegar la oreja a la puerta y escuchar lo que dicen, pero tengo algo aún más interesante que hacer.

Al llegar a la zona iluminada de la casa, abro bien mis ojos. Camino por los pasillos, con cuidado de no toparme con un guardia. Solo he visto dos o tres antes de llegar a la cocina.

Salgo por la puerta secundaria de la cocina y ahí esta él. El humo del cigarro llega hasta mis fosas nasales, pasando por mis pulmones. No me había dado cuenta de lo mucho que extrañaba fumar.

—Buenas noches... —en cuanto escucha mi voz, está apuntándome con un arma. Pongo mis manos arriba y cuando ve que soy yo, la aparta, pero sigue con la guardia alta.

—¿Qué haces fuera de tu cama? —pregunta Malik, con el ceño fruncido.

—Lo siento, solo quería hacerte compañía —dije. Él parece ablandarse, pero mira alrededor un poco tenso.

—¿Qué quieres?

—Nada —miro hacia el suelo. Mi mente esta en blanco y no sé qué decir, ¿Qué era lo que estaba pensando?, ¿Por qué vine aquí en primer lugar...?

Por supuesto, un cigarrillo.

—Voy a acompañarte de regreso.

—No te molestes, conozco el camino —digo, con un gesto de la mano.

Estoy a punto de volver adentro, pero me detengo. Cuando levanto la cara, me encuentro con sus ojos. Unos bonitos ojos cafés... No puedo creer que esté pensando esto.

—De acuerdo. Venia por uno de esos —apunto a su cigarrillo —¿Tienes uno extra? —pregunto.

Él mira el cigarrillo entre sus dedos y luego mira hacia mí.

Con un suspiro, saca la cajetilla de su bolsillo y me tiende uno. Sonrío y me acerco para tomarlo. Lo sostengo entre mis labios para que lo encienda.

En cuanto doy la primera calada, toda la ansiedad de la semana anterior, fluye lejos de mí, junto con el humo que flota hasta el cielo y se disuelve en el aire. Es casi poesía.

—También vine a darte las gracias. Por lo del otro día —dije.

—¿De que estas hablando?

—Tú sabes... por traerme de vuelta cuando casi muero en el bosque. Gracias.

—No fue nada. Y no estabas muriendo —dijo, sin más.

EPICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora