Capítulo 12

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Emma.

— ¡Día de lavandería! —puedo escuchar la voz de Tomlinson a pesar de llevar los audífonos puestos y la música a todo volumen.

Incluso cuando estos no son los míos y no están descompuestos. Hice que Harry me repusiera los audífonos que me rompió el día del falso arresto. Tuve que aceptar los suyos aun provisionalmente, ya que nadie sale de este lugar hasta que un alto mando lo indique. Pero prometió comprarme unos nuevos próximamente.

De cualquier forma, finjo que no escucho a Tomlinson y me quedo en mi asiento en un rincón de la sala común, donde estábamos reunidos los cinco, y continúo escribiendo el último verso de mi poema aún sin título.

Como era de esperarse, Tomlinson está frente a mí unos segundos más tarde, mirándome con su gesto severo.

Lo que sí es una sorpresa es que no lleva su uniforme habitual, sino una sudadera azul marino y unos pants grises.

Él quita uno de los audifonos de mis oídos y me tiende un cesto de plástico color morado.

—Hora de lavar tu ropa. No habrá otra oportunidad —dice.

Me levanto de mala gana, sin responderle, y tomo el cesto que me dio.

Dejo la libreta y la pluma a un lado, pero no me separo de ellos. Guardo en el bolsillo trasero de mi pantalón el iPod y los audífonos. Luego salgo justo detrás del resto, siguiendo a Tomlinson fuera.

Vamos a nuestras respectivas habitaciones y nos pide que recojamos nuestra ropa sucia. Recojo la mía de donde la he estado poniendo – en un montón en la esquina de la habitación –, la pongo en el cesto y salgo.

Entonces Tomlinson nos lleva escaleras abajo, por un pasillo que no había puesto atención antes, detrás de la cocina, y llegamos a un espacio lleno de lavadoras. El espacio es todo blanco y no coincide con el resto de la casa. Parece ordenado, pero no tiene nada del siglo XVIII.

Para mi sorpresa, hay ya varios soldados ahí. Están sentados en el suelo o recargados en la pared esperando por su ropa. Algunos están leyendo, otros platican entre sí. Me siento extraña porque nadie lleva su uniforme habitual.

—Bueno, hay veinte maquinas aquí. Todas cumplen doble función: lavan y secan. Dejamos cinco lavadoras disponibles exclusivas para ustedes, están por allá.

Hacemos lo que Tomlinson nos pide, sin hacer ninguna objeción.

Pongo mi cesto en el suelo, cerca de una de las lavadoras que Tomlinson dijo que estaban disponibles. En seguida de eso, no sé qué hacer.

Hilary y Becky comienzan a separar su ropa por color, siendo cuidadosas de que nadie vea su ropa interior. Dylan ayuda a Parker, al parecer él también tiene experiencia.

Suelto un bufido mientras miro mi cesto. No puede ser tan difícil, casi todo lo que elijo para usar es negro.

Comienzo a organizar mi ropa, por primera vez en mi vida, en dos grandes montones: ropa blanca y ropa negra. En el cesto se queda lo que es de otros colores, como una camiseta roja de entrenamiento y un top azul eléctrico. No sé qué hacer con ellos.

—Ponlo con la ropa negra o en una lavadora separada. De lo contrario, tendrás ropa psicodélica —habla alguien detrás de mí.

Cuando me giro, me encuentro con Scott.

—¿Quién pidió tu ayuda? —digo, aunque hago lo que él me dice y lo dejo separado de la demás ropa.

—Te traigo el jabón y el suavizante de telas. Te harán falta —él me tendió ambos botes.

EPICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora