Hilary.
Al fin es viernes.
Ya estaba cansada de ir de la escuela de idiomas al trabajo y del trabajo a mi casa. Es lo mismo todos los días de la semana, lo único que quiero ahora es ir a mi apartamento y relajarme. Tal vez mañana habrá tiempo de salir.
Subo al auto y lo enciendo. El tráfico no era tan malo a las 9:00 p.m. en Las Vegas, Nuevo México. Casi no hay muchas personas en la calle por las noches, mucho menos los viernes, creo que todos prefieren descansar.
Lo sé, siempre que digo que vivo en las Vegas, creen que vivo en un lugar lleno de casinos y fiestas 24/7. Pero no vivo en esas Vegas, sino en unas más tranquilas, se puede decir.
Me he dado cuenta de que no soy muy fan de la tranquilidad, así que pronto me mudare a otro estado. Aunque en realidad no he decidido a donde.Sigo conduciendo hasta llegar a la casa de apartamentos.Estaciono el auto y tomo la mochila del asiento de alado. Abro la puerta y camino hacia mi cálido espacio. En la casa donde rento sólo vivimos 4 personas, dos abajo y dos arriba. Mi acogedora habitación se encontraba abajo. Hay veces en las que lamento estar en ese apartamento porque eso implica escuchar los ruidos de arriba y Patric hace mucho ruido la mayoría del tiempo, pero justo ahora agradezco no tener que subir las escaleras.
Cierro la puerta con llave cuando entro. Me dispongo a ir a mi cuarto para ponerme ropa más cómoda. Me quito los pantalones de mezclilla y la blusa del uniforme, solo quedándome en ropa interior. Encima me coloco un camisón corto.
Regreso para ir a la cocina y prepararme unos delicioso huevos a la mexicana, de mis favoritos. Trabajo en un restaurante mexicano donde hacen la comida más rica de toda la ciudad. Me gusta trabajar ahí. Betty, mi jefa, me recuerda a mi mamá. Cocino como me han enseñado. Pico, salteo, caliento y sirvo.
Con mi plato en la mano, me dirijo a la mesa. Enciendo la televisión antes de empezar. Las noticias locales resuenan en el lugar. No hay nada interesante, como es usual en pueblo quieto.
Cuando estaba por terminar mi último bocado, escucho como la perilla de la puerta se agita y después se detiene. Eso es extraño. Apago la televisión. Sin decir nada me dirijo a la puerta, tratando de no hacer ruido, para ver quién es.
Me acerco a la puerta con cautela y miro por el pequeño orificio, con mi corazón latiendo como loco. Yo casi no recibo visitas, muy pocas personas saben en donde vivo. Además, no he hecho muchos amigos.
Me asomo para ver quién es. Cuando puedo verlo, sé que esto no puede ser nada bueno. Hay cuatro sujetos vestidos de negro esperando afuera. Tres se encuentran parados y uno está inclinado hacia la chapa de la puerta.
No sé qué es lo que quieren, pero me da la más mínima confianza, y sé que abrirles sería un gran error.
No tengo mucho tiempo para decidir qué hacer. Es aquí cuando vuelvo a agradecer estar en el primer piso.
Busco mis tenis deportivos y me los ajusto. Camino a la ventana de atrás tratando de no hacer ruido. La perilla vuelve a moverse, no me espero a ver que la abran, cuando logró abrir la ventana salgo de inmediato.
Apenas cierro la ventana, la puerta se abre. Me tiro al piso lo más rápido que puedo y me arrastró un trecho. Creo que ya estoy lejos de la vista de los sujetos cuando me levanto para comenzar a correr.
Las cercas de esta casa están casi de mi estatura, hago mi mejor esfuerzo para cruzarla. Sigo corriendo por patios y cruzando cercas hasta llegar a la última casa de la esquina, tratando de ser silenciosa. Corro entre las sombras por el pasillo de esta última, el que conduce al patio de enfrente.
Tengo miedo, nunca había sentido algo así, las manos me sudan, siento que tiemblo pero apenas me puedo permitir pensar en eso.
Cuando salgo al patio delantero me oculto detrás de un árbol desde el que puedo ver el patio de la casa. Todo parece tranquilo, cualquiera diría que todo es normal si no fuera por esa sospechosa camioneta negra estacionada justo frente de donde estoy. Trago saliva, tengo que moverme de aquí.
