Luciano

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Era un adolescente de 14 años que amaneció con dolor por todo el cuerpo, pero que decidió no decirle nada a su padre, Juan Pablo era muy sobreprotector con su único hijo. Luciano se levanto con dificultad para ir a la escuela.

—Buenos días hijo—saludo su padre.

—Buenos días papá—dijo un poco adolorido.

— ¿Qué te pasa hijo? —pregunto preocupado.

—Nada papá—dijo rápidamente sonriendo para no levantar sospechas.

Luciano no tenia apetito, pero comió sin ganas ya que no quería que su padre lo descubriera y quisiera llevarlo al médico. Se fue a la escuela, pero cada vez se estaba sintiendo mucho peor. En una de las clases toco su frente y estaba caliente. Empezó a sudar.

—Luciano ¿Qué te pasa? —pregunto su mejor amigo.

—La verdad—dijo casi sin poder mantener los ojos abiertos—me siento muy mal.

—Tienes que ir a la enfermería a que te den una pastilla.

—Si—dijo con dificultad.

Pidió permiso a la maestra para ir con la enfermera del colegio. Luciano mentiría, le diría que solo le dolían los huesos. Salió del salón y camino lentamente. Al llegar espero un poco y después le dijeron que pasara.

—Hola Jovencito—dijo la enfermera de buen ánimo— ¿Qué te trae por aquí?

—Vine por una pastilla, me duele el cuerpo.

—Te vez mal, estas sudando, lo cual indica que tienes fiebre y eso solo significa que debes de tener una infección. Tienes que ir al médico.

—No me siento tan mal—dijo queriendo sonar sano.

—Voy a tomarte la temperatura—dijo ella.

—No es necesario, es que estuve corriendo en la clase de deportes, por eso estoy sudando—Luciano se puso nervioso. si la enfermera descubría que tenía fiebre llamarían a su padre—solo quiero una pastilla.

—Como tú quieras—dijo la enfermera. Fue a la repisa—aquí tienes—le entrego la pastilla.

Luciano se la tomo esperando que fuera suficiente para aliviar su dolor. Volvió a la clase, pero no pudo poner atención, le costaba tener los ojos abiertos. Agradeció cuando la maestra de matemáticas no llego y se quedo dormido con su butaca, cuando abrió los ojos no se sentía tan mal y pensó que la pastilla había hecho su trabajo, pero al pasar el tiempo el dolor en todo su cuerpo volvió con más intensidad. Las clases terminaron y se fue caminando a su casa. Cuando llego se fue a su cuarto, su padre no estaba. Se fue a su cuarto, ya no soportaba el dolor por todo su cuerpo, pero no quería asistir con el doctor, ya que desde pequeño le tenia gran temor a las inyecciones, pero el dolor iba aumentado. Decidió llamar a su padre.

—Papá—dijo con dificultad—me siento muy mal

—¿Qué tienes? —dijo su padre alarmado.

Luciano le explico y Juan Pablo se molesto por no habérselo dicho. Se fue con rapidez a su casa. En el camino hizo cita con el doctor. Al llegar a su casa se asustó de ver a su hijo temblando y bañado en sudor.

—Hijo—dijo—vamos al doctor.

—Papá—logro decir.

Juan Pablo ayudo a su hijo a levantarse de la cama, el cual se estaba tambaleando. Con mucha dificultad lo llevo al carro. Condujo con mucho cuidado. Estaba bastante preocupado por ver a su hijo enfermo. Al llegar a la clínica Luciano estaba mejor y pudo caminar con ayuda de su padre. Tuvieron que esperar 10 minutos a que lo llamaran y entraron a consulta.

—Hola—dijo el doctor—siéntense, por favor—dijo amable.

—Muchas gracias—dijo Juan Pablo.

Los dos se sentaron en las sillas.

—Luciano ¿desde cuando estas así?

Luciano le dijo todo.

—Pasa a la camilla por favor—dijo él.

Luciano pudo caminar solo. El médico lo reviso con sumo cuidado. Descubrió que era lo que tenía.

—Juan Pablo, Luciano tiene una fuerte infección en la garganta, por lo cual tendré que inyectarlo. Al escucharlo Luciano se asustó, no quería que lo inyectaran y menos enfrente de su padre.

—No—dijo él—por favor, papá—suplico.

—Hijo—Juan Pablo se acercó a su hijo—es necesario—le dijo cariñosamente.

—Papá, tu sabes que me da miedo desde pequeño—estaba muy asustado.

—Lo sé hijo, pero si me hubieras dicho en la mañana tal vez esto se habría evitado y decidiste ocultármelo—no quería regañarlo, pero tenía que decírselo.

El doctor estaba preparando todo. Juan Pablo sabía que sería realmente difícil que su hijo se dejara inyectar. El doctor le dijo a su padre que estaba todo listo.

—Hijo—dijo tratando de desabrocharle el cinturón.

—No papá—Luciano empezó a moverse.

—Hijo, por favor, va a hacer rápido.

—Papá, no quiero que me veas.

—Hijo, por favor, soy tu padre, no debes de tener pena conmigo.

—Papá—estaba desesperado.

—Te prometo que no te voy a mirar—le dijo para tranquilizarlo.

—Está bien papá—dijo resignado.

Juan Pablo le desabrocho el cinturón a su hijo

—Voltéate hijo—le pidió.

Luciano lo hizo, en ese momento no tenia muchas fuerzas para resistirse. Su padre le tomo de las manos. Sabia que su hijo tenia miedo. El doctor le bajo su ropa interior de la parte izquierda. Luciano empezó a moverse.

—No te muevas, por favor—le pidió el médico.

—Hijo, por favor coopera para que esto termine rápido, si—le dijo su padre con cariño.

El doctor paso un algodón con alcohol por su glúteo y él se puso tenso. El doctor penetro su piel y Luciano brinco y grito.

—Duele—decía—papá, duele.

—Ya vamos a terminar—dijo el doctor.

—Tranquilo hijo.

El doctor introdujo todo el liquido y saco la aguja. Luciano volvió a respirar, no se había dado cuenta que estaba conteniendo la respiración. Se le salieron las lágrimas, antes de levantarse de la camilla se las quito, no quería que su padre lo viera llorar. El medico les dio una receta para las pastillas y se fueron a su casa. En el carro Luciano se quedo dormido. 

Miedo a las Agujas E InyeccionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora