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capítulo dieciocho ✦
corazón de acero.

—¡Edward!

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—¡Edward!

Al escucharle, de inmediato desvió la mirada de su libro y miró al susodicho. Apenas se encontraba abriendo los ojos, pero al menos ya se encontraba consciente.

—¡Menos mal, estás despierto!

Se levantó con lentitud y se acercó a él.

—Edward... — murmuró.

Él la miró, y ella a él. Se encontraba desorientado, pero volvió más en sí al verla con su expresión arrugada por la preocupación. Los recuerdos llegaron a su mente de repente, por lo que se reincorporó de inmediato.

—¿Dónde estoy...? ¡Al!

Soltó un quejido de dolor, a lo que volvió a la posición en la que se encontraba anteriormente.

—Cuidado, casi mueres. — le advirtió.

Edward hizo caso omiso y buscó con la mirada a su hermano, encontrándolo en una esquina. La tranquilidad dejó su cuerpo al ver su armadura completamente destrozada. Nuevamente no estaban ni su brazo ni su pierna.

—Lo siento... — bajó la mirada con pesar. — Volveré a dejarte como nuevo.

—Sí. — asintió él sin más.

Había estado así desde que regresó, y le preocupaba. También se notaba que Edward se desanimó ante su simple y vacía respuesta. Algo había pasado en ese maldito laboratorio, algo que no le soltarían tan fácilmente.

Posó una mano en su hombro a modo de piano. El rubio la miró, y se encontró con una leve sonrisa adornando el rostro de la castaña. Le gustaba mucho su sonrisa, pero en ese momento fue como una daga directo al corazón.

—Edward, ¿qué ha pasado en el laboratorio cinco? — preguntó Brosh, el susodicho se quedó callado.

—No mucho. — desvió la mirada.

—¿No mucho? ¡Pero si un poco más y no la cuentas...!

Edward sonrió con egocentrismo. — No es nada, al menos pude averiguar algo más sobre la verdad. La próxima vez, no cometeré el mismo error.

Ella no había estado presente, y maldecía muchísimo esto. Por culpa de Hughes, pero a la vez, se lo agradecía. Tal vez no habría soportado verlos en el estado tan lamentable en el que los encontraron.

—¡Señor Elric! — llamó Ross. — Le pido que me disculpe por lo que voy a hacer... — y le pegó una cachetada tremenda en la mejilla izquierda. El golpe resonó tanto que hasta Alphonse, con el humor que tenía actualmente, se asustó. — ¡Casi lo matan! ¡Tiene que entender que todavía es un niño! Debería confiar un poco más en los adultos. ¡He hecho algo inaceptable para un oficial de menor rango! ¡Le ruego que me disculpe! — dijeron al unísono.

✓ ALCHEMY, edward elric.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora