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capítulo cuarenta y cuatro ✦
la gran guerra.

La guerra estalló a pesar de sus esfuerzos para que la bomba de uranio no cayera en las manos equivocadas

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La guerra estalló a pesar de sus esfuerzos para que la bomba de uranio no cayera en las manos equivocadas. Habían pasado años buscando evitarlo, y fue para nada. Para su pesar, no podían hacer más que observar, refugiados en su casa en el campo.

Cada cierto tiempo leían en los periódicos los avances en la investigación de bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. El canciller alemán que los dirigía buscaba eliminar a los judíos de Europa, algo que no comprendía del todo ya que era una estupidez.

Algo había escuchado de que Hagler, el padre de Nina de aquel mundo, era parte de ese partido. Afortunadamente ya no, porque lo que estaban haciendo era un genocidio masivo.

Claramente aquellos eran temas más fuertes en los que no podían involucrarse, por lo que, a pesar de los reclamos de Edward, tan solo les quedaba esperar que la situación mejorara. Esperar un futuro que, si la cosa seguía así, podía no haberlo.

Buscaron una casa en medio del campo, lejos de todo el ajetreo de la guerra, un lugar para olvidarse. Los hermanos crearon un sótano en caso de bombardeo, un refugio, más que nada por precaución.

No hacía falta aclarar que estaba sumamente preocupada por Nina. No soportaría perderla en dos mundos distintos. Significaría que ella era la que arruinaba la vida de todo y todos. Estaba aterrada de terminar muerta.

Edward se encargaba cada día de tranquilizarla con sus abrazos, con sus susurros que le decían que todo estaría bien y superarían eso. Incluso comenzaron planes para que su padre y ella se mudaran ahí, si es que la mantendría más tranquila. Lo lograba, pero era algo que sucedía diariamente.

Podría decirse que eran pareja. No lo sabía con exactitud, ya que nunca se habían puesto a hablar de eso con calma. Rogaba que fuera así.

Cada noche hablaba con Edward sobre sus miedos, al igual que él lo hacía con ella. Se abrazaban, se daban caricias mutuas, incluso se besaban. Pero no habían llegado a más nunca.

Hasta esa noche en especial.

Se sentía como si fuera a pasar algo más allá de caricias ligeras como una pluma. Sentía que se estaba humedeciendo gracias a los suaves besos que depositaba en su cuello con devoción y cariño. Eran alumbrados por la luz de la luna. El cabello de Edward no estaba trenzado por lo que caía como piezas de dominó sobre sus hombros.

—¿Y si soy irreparable? De todos modos, ¿a quién le importa si me rindo o no?

—A mí. Vamos a repararnos juntos. — separó los labios de su cuello. La miró a los ojos, haciendo un mechón de cabello castaño a un lado. Se lo había cortado hasta los hombros hace poco, se veía preciosa a sus ojos. — Tienes un lunar en el muslo.

✓ ALCHEMY, edward elric.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora