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capítulo veintiséis ✦
la cicatriz.

La caminata nocturna que habían salido a dar se estaba saliendo un poco de control

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La caminata nocturna que habían salido a dar se estaba saliendo un poco de control. Marta tenía un cuchillo peligrosamente cerca del cuello de Kimblee, quien por alguna razón había aparecido ahí.

—¿Qué haces aquí, Kimblee? — inquirió.

—¿No es obvio? Después de todo, soy un alquimista nacional.

—Nos vendiste a cambio de volver al ejército, maldita escoria...

—¿Creen que deben dejar que me mate? — les preguntó a ambos.

Ambos se miraron, sin saber qué hacer. Se suponía que Marta era la mala ahí, sin embargo no se lo parecía. Alphonse fue el primero que se acercó para separarlos.

—¡Marta, detente por favor!

—¡¿Qué carajos haces?! — preguntó mientras forcejeaba para liberarse, pero el que ____ también la retuviera se lo complicó aún más. — ¡Suéltame!

—¡Para por favor! — suplicó.

—¡Es mi venganza! ¡Tú deberías saberlo mejor que yo!

No sabía, en serio no sabía que se lo echaría en cara en algún momento. Los tres dejaron de forcejear al desviar la mirada hacia Kimblee. Estaba sosteniendo del hombro a un soldado, quien había empezado a sudar levemente y su rostro estaba morado.

—¿Qué le estás haciendo, Kimblee?

—Soy un soldado... no deberían guardarme rencor por aquellos a los que he matado.

Al mismo tiempo que Marta se soltó para correr hacia Kimblee, el susodicho empujó el hombre hacia la mujer, eso no podía significar nada bueno. Y por supuesto que no lo fue. Alphonse las tomó a ambas y las abrazó mientras retrocedía velozmente. Pero se les acabó el piso y terminaron cayendo de al menos unos 5 metros de altura.

Soltó un sonoro quejido.

—Eso dolió... — murmuró desorientada mientras se refugiaba aún más en el pecho de la armadura.

Pero como casi nunca les duraba la felicidad, Kimblee había bajado para acercárseles.

—Vaya, y yo que pensaba que sería una buena explosión... ¡pero tuviste que entrometerte!

Pateó la armadura de Al, dejándolas desprotegidas a ambas. Kimblee se iba a inclinar, pero el menor se levantó.

—¡Quita tus manos de Marta y de ____!

—¿Te refieres a esta serpiente y niña de aquí?

—¡Marta es humana! — aclaró.

—Eso no es lo que he oído. Es una quimera, no es una forma de vida. Lo mismo que tú.

____ abrió sus ojos con furia.

—¡Eso no es cierto! — intervino.

—¡Cállate! — iba a patearla, pero Al se interpuso y empezó a atacarlo, haciéndolo retroceder. — ¡No dejaré que transmutes nada!

Mientras ellos peleaban, ____ se arrastró hacia la mujer.

—Marta... — la llamó mientras la movía suavemente.

—____, Al... — ella subió un poco la mirada para mirarla.

La castaña sintió de nuevo ese hormigueo en su nuca, provocando que girara su cabeza. Estaba la armadura frente a un cubo de piedra. Al parecer en medio de la pelea transmutó y encerró a Kimblee ahí. Ambas se pusieron de pie y caminaron hacia Al.

Ell susodicho logró romper la pared y salió del cubo, con algo de sangre bajando de su ceja y cabeza.

—¡Marta! — ella asintió y empezó a correr lejos de ahí.

—Pequeño monstruo... — escucharon pasos acelerados acercarse. Era Roy acompañado de unos soldados.

—Coronel... — lo llamaron con timidez.

—Tanto Al como su hermano y acompañante están bajo mis órdenes. Si tienes alguna queja, redáctame un informe.

—Voy a volar esa maldita armadura. — amenazó.

—¿Dónde estás, Marta? — la llamó mientras giraba su cabeza en ambas direcciones para ver si la susodicha estaba en ese armario escondida, pero no

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—¿Dónde estás, Marta? — la llamó mientras giraba su cabeza en ambas direcciones para ver si la susodicha estaba en ese armario escondida, pero no. — Estoy preocupado... me gustaría que estuviéramos con mi hermano.

—A mí también. — confesó bajando la cabeza, extrañando internamente a ese rubio.

—¡Havoc! — giró la cabeza al escuchar a Al llamarlo, y por consiguiente, mirando al susodicho. — ¿Qué sucede? No veo a nadie...

—No estoy muy seguro, pero parece que ha llegado el Führer.

Aprovecharon que no había nadie ahí y se dirigieron al exterior de la base para buscar a Marta, sería un desastre si la susodicha se llega a encontrar al hombre. ____ dejó de correr al pasar por ese pasillo oscuro en el que Edward... técnicamente no fue un beso en los labios, pero casi. Sacudió su cabeza y empezó a correr para alcanzar a Al, con un leve rubor en su rostro.

Suponía que ni siquiera fue necesario el que la buscaran, ella misma llegó a ellos. — ¡Marta!

—¡Escúchenme! ¡Tienen que contárselo a Edward! — se apresuró a hablar.

—Métete adentro. — dijo retirando su cabeza, ella obedeció y entró en un abrir y cerrar de ojos.

—Escuchen...

—¿Qué sucede?

—Planean hacer lo mismo con Lior que con Ishval.

—¿Qué quieres decir?

—¡Ese hombre...! ¡El Führer! ¡Es un homúnculo!

Sintió esa punzada en su nuca de nuevo, haciendo que volteara. Al parecer Al también tuvo aquel instinto de alguna manera, ya que imitó su acción casi de inmediato. Estaba el mismísimo hombre que dirigía el país frente a ellos. Llevaba su espada en su mano, la cual enterró en el interior de Alphonse. Soltó un jadeo del horror, completamente alarmada.

Había asesinado a Marta. Lo que se lo confirmó fue el líquido carmesí que comenzó a ensuciar el exterior de la armadura. Alphonse cayó arrodillado en el suelo, con la mirada baja.

—¿Se encuentran bien, jóvenes? Ya me encargué de esa pobre quimera que los estaba molestando. — se dio la vuelta y se retiró como si nada.

—¡Al...! — se arrodilló frente a él, alarmada.

No necesitaba tener un cuerpo humano para que lograra notar que estaba tan horrorizado como ella. Empezó a sollozar, pero ninguna gota salió de sus «ojos», sino las gotas rojas de sangre, a mares de su armadura.

✓ ALCHEMY, edward elric.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora