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capítulo treinta y cuatro ✦
la casa embrujada.

El alrededor tenía mucho polvo, lo cual era normal considerando el tiempo que aquella casa llevaba abandonada

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El alrededor tenía mucho polvo, lo cual era normal considerando el tiempo que aquella casa llevaba abandonada. Telarañas de mentiras y opacidad. El ambiente polvoriento se podía sentir en el aire y llegaba a sofocar mucho. Y no solo eso, también los malditos recuerdos le hacían sentir que nunca salió de ahí y que llevaba años y años en la misma miseria.

Nadie duraría ni una hora en el asilo donde fue criada.

—Muchas gracias por acompañarme, en serio... — habló mientras oía como la madera rechinaba por sus pasos. — ¿Seguro que está bien que invadamos esta casa como si nada?

—Eh... de hecho creo que esto no es legal. — rió suavemente. — Y no es nada, es un gusto estar aquí contigo para cuidarte y apoyarte.

Habían regresado a la casa de la castaña. Si querían traer de vuelta an Edward, tenían que darle un cierre a esa etapa de su vida, habiendo pasado años de lo sucedido y ya teniendo la mayoría de edad. Además de que Al se lo sugirió y ella aceptó de buena manera, no mucho después.

—No sabes lo mucho que te quiero, Al. — agradeció ____.

El susodicho le sonrió ampliamente, mostrándole sus blancos dientes.

Al estar en el pie de la escalera, pisó fuerte para asegurarse de que la madera no se rompería por su peso, repitió este procedimiento hasta llegar a la cima. Dio la vuelta, y no sabía identificar lo que sintió en ese momento. Ese pasillo... no sería algo fácil para ella ir por su cuenta.

—¿Estás bien? — hasta que recordó que no tenía que hacerlo.

Tomó la mano del menor de 12 años mientras suspiraba, preparándose mentalmente para pasar.

—Sí.

Empezaron a caminar. Una gran cantidad de recuerdos la inundaron de repente, en su mayoría malos. Pero la protagonista de los buenos siempre sería su hermana menor, Nina. ____ soltó la mano del castaño para abrir la puerta de su habitación. Tomó el pomo de la puerta dudosamente hasta que finalmente la abrió.

Grande fue su sorpresa al ver que estaba casi completamente vacía. Solo estaba su escritorio y la silla.

—Se llevaron todo...

Casi no podía ni hablar. Sus dibujos, su cama... abrió el cajón de madera de la mesita de noche que seguía ahí para comprobarlo, y efectivamente. Incluso se habían llevado el cuchillo que escondía ahí.

—Lo siento mucho...

Intentó mejorar su semblante para mirarlo, sin mucho éxito.

—No pasa nada, creo que debía esperármelo. — una sonrisa triste se reflejó en su mirada, una algo forzada.

Por mera curiosidad, salió de la habitación y caminó un poco hasta llegar al cuarto de su pequeña Nina. Como fue su caso, no había nada, solo la mesita de noche de la menor.

Sintió cómo las lágrimas se acumularon en sus ojos al percibir el dolorosamente dulce aroma de la menor de las Tucker. Al parecer nunca se fue por completo, y no sabía si eso le gustaba o le dolía. Olor a flores, las que recolectaba para las coronas que le regalaba a Alexander y a ella.

Al, quien había llegado algunos segundos atrás, también cayó en cuenta de eso.

—Es como si estuviera aquí... — murmuró. Le seguía doliendo tanto como el primer día, y no sabía si seguía poniéndose peor. — ¿Ya te quieres ir?

—Sí, solo... quiero verificar algo.

Él asintió. A cualquier lugar que ella fuese, le seguiría. ____ era igual con él, y de alguna manera tenía que devolverle el favor. Descendieron hacia la planta baja, pero la castaña seguía yendo más abajo, ahí fue cuando Al se dio cuenta de que quería ir al sótano.

—¿Segura que quieres?

—Claro que sí. Todo esto es para darle un cierre, ¿cierto?

—En teoría...

No había luz que les permitiera continuar. Así que, al encontrar un palo, Al lo transmutó y creó fuego, creando así algún tipo de antorcha.

—Siempre tuve curiosidad de qué escondía este bastardo... veamos. — tampoco había nada. No estaban las jaulas de sus quimeras, ni sus papeles, nada. A pesar de la poca iluminación, alcanzó a ver una carpeta en el suelo, debajo de un estante de madera. Inmediatamente se acercó y la recogió con cuidado. — Al parecer los militares no son tan perspicaces como le hacen ver a la gente...

Se sentó en el suelo para examinar el contenido, Al imitó su acción mientras miraba alrededor con temor. Físicamente (y mentalmente) seguía siendo un niño que le temía a la oscuridad, y eso era de lo más lindo.

—¿Qué dice?

La castaña frunció el ceño. — Qué raro...

Esa carpeta tenía su nombre en ella.

«____ Tucker: Primer experimento».

¿Qué...?

De inmediato abrió la carpeta para leerlo, fue bastante raro que solo hubiera una sola hoja.

«Primer y último experimento: ____ Tucker tiene dos años de edad. Mezclé algunos químicos y se los inyecté con una aguja. Lloró y pataleó por un buen rato, pero terminó por calmarse. Con el paso del tiempo noté que desarrolló sensaciones de percepción por medio de punzadas/hormigueos en la nuca, puede que llegase a empeorar en algún momento».

Todo eso era cierto. Con razón tenía esas punzadas en la nuca. En todo caso, ¡¿por qué ella?! Dios.

Al final sí terminó usándola sin que lo supiera.

—____... ¿es verdad? — preguntó Al, conmocionado.

—Sí, pero en ese momento no le tomé mucha importancia que digamos...

Soltó un jadeo ahogado.

—¿Qué?

—Carajo... cuando descubrí lo que mi padre hizo con mi madre, le ordenó atacarme y ella lo obedeció, además de que apuñaló mi tobillo con un cuchillo que debió usar con ella... me imagino que todo esto tuvo qué ver. — Alphonse la miró sin comprender del todo. — Que tuviera contacto con ciertos químicos que él usó para convertir a mi madre en quimera ayudó a que desarrollara un sentido de percepción fuera de lo común. — razonó exaltada, hablando demasiado rápido, casi que no se le entendió nada.

—¡____, cálmate! — pidió, la susodicha asintió rápidamente.

—Lo siento... — nunca se hubiera imaginado que todo ese infierno le seguiría aún después de tantos años. Tal vez aquella habilidad no era muy eficaz, pero al fin tenía «superpoderes», como los demás. — ¿Y cómo llegó esto aquí? ¿Cómo pudieron dejarlo pasar por alto?

—Tal vez no se dieron cuenta. O tal vez alguien lo dejó aquí a propósito...

—No lo creo. — se quedaron en un silencio tan profundo que pudo oír su propia respiración acelerada. Maldijo por lo bajo, sintiéndose nuevamente asfixiada. — Vámonos de aquí. Ya le di un cierre a esta maldita etapa de mi vida para nunca más volver aquí.

✓ ALCHEMY, edward elric.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora