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Gruñó molesto. Su nombramiento como Shichibukai no era gran cosa, no entendía porque debía de ir a honrar su "titulo" gubernamental personalmente cuando ya había negociado todo de ante mano. Además le negaron la posibilidad de colocar un cuco para estas ocaciones tan tediosas. 

Muy desagradablemente los Shichibukai fueron creados como simbolos de temor para el Gobierno mundial, por lo que su rostro sería algo muy difundido y vendido para mantener el orden. Ni hablar, no había de otra aun así no le apetecia y se rehuso retrasando lo inevitable tanto como pudo. 

El no iba a jugar bajo las reglas de nadie, salvo las suyas. 

No eran pocas las cosas y quienes perdió solo para poder vivir como lo hacía hoy en día. Actuar de una manera diferente sería deshonrar sus sacrificios, "su experiencia".

Extendió el periódico con las noticias mientras el murciélago sobrevolaba su cabeza a la espera de su respuesta definitiva. 

Más tarde que pronto descrubió que ese monísimo "bicho" no se iría hasta que aceptará ir a la reunión con la marina. Lo cual le agradaba tanto como un trago de orina. 


Resumiendo su tiempo desaparecido en pocas palabras: Entrenó con los revolucionarios, lo qué fue breve pero algo increiblemente necesario, muy necesario e indudablemente liberador como revelador. 

Después del abismal cambio físico su transición no estaba del todo hecha ya que habían algunas cosas que seguían perteneciendole a "Crocosmia", por lo que pasó por un muy increible proceso de crecimiento personal, como si fuese un recién nacido aprendiendo todo de nuevo. Aprender a caminar; Apreder a comer; Aprender a fumar; Beber; Reir; Dormir todo eso y más solo para convertirse de una buena vez todo lo que siempre quiso ser, todo aquello a lo que siempre aspiró a ser. 

Cada cosa que para antes era natural tuvo se borrarla y volver a aprenderla. Un reseteó a su persona. Algunas cosas perduraron pero eran tan mínimas que nadie que lo conoció "antes" podría llegar a reconocerlo o asimilarlo "ahora", en su opinión. 

Y durante aquel tiempo la risa de Ivankov se le grabó tan profundamente en su disguto que se volvió una de sus cosas que más le desagradaban. El hombre milagro le pisó los pies en cada uno de sus pasos en su cambio haciéndole sangrar en cada oportunidad pero sí no fuera por él no habría corregido sus hábitos de mujer. 

Con Inazuma aprendió cosas como vestir, el buen gusto y de moda algo que los travestis sabían muy bien por fortuna. Ropa bonita y ropa que entallaba muy bien en su exuberante y testonerado cuerpo. 

—Croco-boy— ahora incluso su voz le producía escalofrios. 

Ivankov de volvió la persona que sabía de su "oscuro" pasado. Inazuma no iba a hablar, con suerte le escuchaba pronunciar algo un par de veces en una semana cualquiera. Sin pagar a su deuda sentía la presión de que en algún momento esto le saldría muy caro pero la reina Okama desvió el tema cada que lo mencionó. 

La reina evadió con éxito cualquier intentó de negociar el pagó por mantener su secreto.

Pese a todo cada momento y cada segundo siendo "Crocodile" era un regalo. Por fin sintió la tan ansiada libertad y puso sus sueños muy muy en alto esta vez, la cúspide de la libertad hoy en día era ser un pirata por lo que sus ambiciosas manos se extendieron a convertirse en el pirata más distinguido de todos.

"Rey de los piratas" sonaba genial, ¿No?

Ese momento, ese pequeña ciudad en una para nada importante isla; Loguetown. En el mar más débil de todos los mares. Fue el momento más impresionante de su vida. Como Crocosmia y como Crocodile, esas palabras que libraron la anarquía, el caos y el viento del cambio replicaban tan fuerte como cuando lo escuchó por primera vez. 

Mi Emperatriz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora