Después de superar la decepción y el rechazo volvió al ataque. Doflamingo cada vez se recuperaba más rápido. Fue a sacarla de la habitación de su hermano.
—¿No te gustó mi canción?— Puso cara de cachorro.
Ella cubrió su expresión pareciendo cansada. —Acordamos que cantabas bien y que no iba a aceptar tus propuestas.
—¿Por qué no? No me queda claro el porqué.
—Tienes que aceptarlo— resopló.
Intentó con otro enfoque, recordó que su hermano le dijo que avanzara con pequeñas cosas. Insignificantes para que no se las negara —¿Puedes mudarte a mi habitación?— Le pidió. Empezaba a cansarse un poco en ir a llevarla cada vez.
Montbretia lo meditó, suspiro. —Que más da— de una forma u otra terminaba igual en la habitación del pajarraco. Extendió su mano para que la tomara, como toda una dama.
Cien por ciento halagado y como todo un caballero, cogió su mano y la guió hasta su habitación. —Me haces inmensamente feliz.
Rodó los ojos, como siempre tan halagador. Cuando pensaba en poner distancia entre los dos, sentía que esa parte que tanto le fastidiaba terminaría por extrañarla.
—Estaba preguntándome si había algo que desearas en este momento— tal vez ella misma le diera la respuesta que buscaba.
—Recuperar a mis niñas perdidas— últimamente no hacia más que tener feos sueños acerca del sufrimiento de ellas. No es una preocupación que pueda compartir con alguien como Doflamingo. Pero no tengo como declararle la guerra al gobierno mundial y no estoy dispuesta a perder a toda una isla para salvar a tres niñas. Necesitaba asentar a la siguiente Emperatriz por el bien de las Kujas.
Cuando dejase de ser un símbolo y su título recayera en alguien más, tal vez entonces.
Él tampoco podía declararle de esa manera la guerra al gobierno mundial aunque le tentaba bastante la idea. Sin embargo, habían muchas cosas que pretendía conseguir hasta entonces.
—Es un sueño absurdo. Estoy segura que preferirías escuchar otras cosas— dijo sentándose en la cama rota de Doflamingo ¿Cuándo fue que se rompió esta cosa?
Recordó el primer día cuando lo golpeó por traerla sin su consentimiento. El primer puñetazo lo estampó a él contra el catre y la cama se rompió en ese momento, asintió. Claramente esa fue su culpa.
—En el almuerzo— comenzó a decir pero ella lo miró feo. Estaba enojada por lo del almuerzo, por eso mismo se encargó de reprenderlos a todos, nadie mostró ni la mínima muestra de agradecimiento por la deliciosa comida. —Esa paella estaba muy buena, tanto que nos dejó sin habla. Cuando quise decirte algo te habías emborrachado.
Montbretia se sonrojó, seguro solo era un halago vacío. Sabía que era un desastre en la cocina, además se emborrachó porque no comió nada a la hora del almuerzo. Se comportó muy madura, la persona que siempre lo estaba tratando de niño o mocoso. —No es necesario que me mientas— le negó sus palabras. —No soy buena cocinando, Giolla en serio lo pasó muy mal en la cocina conmigo— se lamentó abriendo un poco su corazón, dejando de lado su soberbia.
Sin embargo el rubio la tomó de las manos.
—Estoy hablando muy en serio— Esos cerdos habían dañados los preciosos sentimientos de su amada. —Desde ahora solo yo comeré tu comida.
Eso no la halagaba pero como sostenía tan firme sus manos con las suyas, sus ojos caían naturalmente en esos detalles que entre más los contemplaba, más le gustaban, como por ejemplo, lo grandes y masculinas que eran. Tenía bonitas manos para ser solo un mocoso.

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Mi Emperatriz.
Fiksi PenggemarBasada en la teoría de la Emperatriz Kuja que habría muerto de amor, y el pasado misterioso del implacable pirata, Sir Crocodile. Doflamingo se enamora por primera vez perdidamente de una mujer fría y meticulosa, que nunca le da chance, después de...