Ese día después de su pésimo comienzo terminó de una forma muy grata. Montbretia finalmente habría espantado al horripilante pájaro de su palacio y esperaba de forma optimista, que sucediera por el resto de su vida. O al menos eso pensó. Por lo bajo quería aunque fuesen unos poquitos días de tranquilidad, y así volver a ordenar sus deberes y sus obligaciones.
Doflamingo ingresó caprichosamente a la habitación de la Emperatriz Montbretia usando la ventana, y arrastrando a su hermano consigo colgando de un capullo de hilos, secuestrado y en contra de su voluntad. Seguidamente lo depositó en el suelo, hacia un rincón.
—Escucha Rosi, las Kujas sienten un odio profundo por cualquier hombre. Por lo que si quieres sobrevivir aquí, apégate a la Emperatriz.
Rosinante se escandalizó ¿Cómo te atreves a dejarme en esta peligrosa isla? Lo miró con tal expresión.
Sacudió a su hermano —¡Suerte! Recuerda que tienes que traerme información de las cosas que le gustan. Cómo es que puedo seducirla y ganarme su amor.
Así fue cómo Doflamingo abandonó a su hermano y desapareció volando por el cielo nocturno.
Montbretia despertó a la hora habitual, tras algunos días en los que despertaba antes de lo previsto y con mucho desagrado, debido a una presencia inesperada. Sus ojos dorados no tardaron en encontrar al alto Donquixote menor. E inmediatamente la mujer arrugó su expresión cubriendo su rostro —No puede ser.
Usó unos largos minutos para digerir la situación. Aquello era el contraataque de Doflamingo.
—Se supone que nosotros teníamos un trato. No esperaba volver a verte— Buscó con la mirada una segunda intrusión. —¿La palabra para los Donquixote es tan ligera?
Rosinante negó compulsivamente con la cabeza intentando retroceder más allá de la pared. Él no quería estar ahí y Montbretia lo comprobó por sí misma.
La Emperatriz se bajó de su cama de enormes pilares y dossier donde colgaban delicadas sedas blancas, caminando hasta el larguirucho rubio emplumado de negro. Lo observó escuetamente, y en ese mismo momento llegaron sus doncellas.
Las Kujas que ingresaron y vieron a su Emperatriz con otro hombre, le dirigieron una mirada hostil al intruso deseándole las cosas más horribles, crueles y malignas, solo por estar al lado de su preciosa Emperatriz. Montbretia no tardó en señalar a Rosinante. —Necesito que el equipo de criadas especialistas lo bañen. Quítenle todas sus pertenencias y vístanlo con algo adecuado para el clima— de pronto como si recordara algo muy importante, les dijo —Ah, y no quiero que nadie lo toque directamente.
Un aterrado Rosinante se crispó al escuchar las ordenes de la Emperatriz. La mujer alta de cabello negro puso su mano sobre su hombro y se acercándose inesperadamente a él, para susurrarle —Diré esto una sola vez. Lo siento mucho.
Sus palabras lo desconcertaron y luego fue arrastrado por dos robustas mujeres de aspecto fiero, llevándoselo sin ninguna delicadeza por el largo pasillo.
Ella le dio la espalda al instante siguiendo a sus doncellas que sonrieron como flores para ella.
El periodo de trauma para Donquixote Rosinante apenas había comenzado. Fue bañado en unas enormes tinajas con escobillones de madera sin ninguna delicadeza, por un montón de mujeres de lo más rudas y masculinas. Luego de ser vestido fue colocado en una habitación con una enorme mesa, aquel cuarto de aspecto sencillo y minimalista resaltaba por tener mucha luz natural .
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Mi Emperatriz.
FanficBasada en la teoría de la Emperatriz Kuja que habría muerto de amor, y el pasado misterioso del implacable pirata, Sir Crocodile. Doflamingo se enamora por primera vez perdidamente de una mujer fría y meticulosa, que nunca le da chance, después de...